El cine de Ozu se basa en la narración de lo cotidiano, en pequeños conflictos familiares ordinarios que el cineasta examina con toda precisión para que el espectador (en este caso occidental) comprenda los modos de vida de Japón y la idiosincrasia de sus habitantes. El sabor del sake se centra en las obligaciones de una hija respecto a su anciano padre. Ella ha cumplido ya veinticuatro años, pero el progenitor viudo quisiera retenerla para no quedarse solo. Ella no es rebelde, se resigna a su destino, pero en secreto anhela el matrimonio. Mientras tanto, asistimos a reuniones de amigos regadas por abundante sake y comida japonesa. Son curiosas algunas reflexiones que se producen en alguna ocasión acerca del resultado de la Segunda Guerra Mundial. Los interlocutores no están seguros de si la derrota de Japón fue beneficiosa o no para el país, pero todos sienten que al final salieron bien librados de aquello. A pesar de que El sabor del sake muestra la modernidad del Japón del milagro económico, Ozu prefiere acercarse a la tradición y a los pequeños conflictos que de ella emanan.
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