lunes, 20 de agosto de 2018

LIBRERÍAS (2013), DE JORGE CARRIÓN. LUGARES DE PERDICIÓN.

Las librerías son templos laicos consagrados al saber. Pero no, no son eso, o no son solo eso. Son lugares impregnados de una magia especial donde un lector puede sentirse como en el propio hogar. Los que somos viciosos de la lectura buscamos siempre, incluso de manera inconsciente, dónde están situadas las librerías principales de las ciudades a las que viajamos. Así, yo me he hecho visitante habitual de la librería Verbo de Sevilla, de Picasso en Granada, de la Casa del Libro de Córdoba o Luces en Málaga. Cuando puedo ir por Madrid no puedo dejar de pasar por la Central de Callao, entre otras muchas. Por supuesto, me gustan los establecimientos grandes y espaciosos, donde pueda moverme a mis anchas y sin ser observado, donde incluso pueda sentarme un rato a ojear un volumen sin que nadie me lo reproche e incluso salir con las manos vacías si nada ha llamado mi atención. También me gustan los establecimientos ocultos, que aparecen de las maneras más inesperadas, como la gran nave repleta de libros de saldo que oculta un pueblo del extrarradio de Granada. Por eso estoy de acuerdo en cómo expresa el autor estos sentimientos:

"(...) la librería como templo donde se albergan ídolos, objetos de culto, como almacén de fetiches eróticos, fuente de placer. La librería como iglesia parcialmente desacralizada y convertida en sex shop. Porque la librería se nutre de una energía objetual que seduce por acumulación, por abundancia de oferta, por dificultad de definir la demanda, que se concreta cuando se encuentra al fin el objeto que excita, que reclama una compra urgente y una posible lectura posterior." 

Librerías está dedicado a describir el más noble de los vicios, la más saludable de las enfermedades, el arte de visitar estos establecimientos, aunque el caso de Jorge Carrión es envidiable, porque describe librerías de medio mundo, algunas en lugares tan apetecibles como Buenos Aires o Ciudad de México, en las que seguramente encontraremos una oferta de volúmenes en castellano muy diferente a la ya muy homogeneizada de las que existen en nuestro país. Y ese es el principal problema de una actualidad que solo vive a golpe de novedades y libros más vendidos, hasta el punto de que es difícil encontrar títulos que eran abundantes en las estanterías solo hace un año. Por supuesto, también podría hablarse de bibliotecas, pero en estas magníficas instituciones queda fuera uno de los elementos principales de la placentera ecuación: el fetichismo de la posesión, de la contemplación del volumen y de las anotaciones personales en el mismo.

Si bien las librerías han ganado en espacio y muchas de ellas en espectacularidad, se ha perdido mucha de la diversidad que las hacía atractivas antaño. El último capítulo (el libro es de 2013), está dedicado a analizar superficialmente la presunta amenaza que constituyen los ebooks, que no han hecho descender demasiado las ventas de libros en papel (la crisis económica sí que lo hizo, haciendo además que se cerraran numerosos establecimientos)  ni tampoco creo que hayan logrado enganchar a muchos nuevos lectores, independientemente de la indudable utilidad que tienen estos aparatos para los que ya no nos queda apenas espacio en nuestras bibliotecas particulares. En cualquier caso, espero que las librerías tradicionales no mueran nunca, que sigan siendo el lugar ideal para pasar una tarde de verano o de invierno.

1 comentario:

  1. Son lugares especiales, donde las musas revolotean, los viejos mensajes siguen surcando los mares, en sus botellas de papel

    Interesante propuesta de lectura. Un abrazo

    ResponderEliminar