sábado, 3 de junio de 2017

DESPUÉS DE NOSOTROS (2016), DE JOACHIM LAFOSSE. LA ECONOMÍA DE LA PAREJA.

El matrimonio se ha convertido en una institución de alto riesgo en occidente. La enorme tasa de divorcios y separaciones que conlleva - algunas después de solo unos meses de convivencia - transforma en un tanto irónico esa creencia de que una boda es para toda la vida. Para nuestros antepasados, así era, pero es seguro que esto se traducía en enormes infiernos privados, cuando el roce entre los cónyuges se hacía insoportable. En nuestro tiempo puede que las cifras sean alarmantes para muchos, pero también es cierto que nos hemos librado de las enormes dosis de hipocresía que protegían una de las instituciones más antiguas del ser humano. En cualquier caso, los principales afectados de estos dramas cotidianos son los hijos de la pareja, tal y como expone, con enorme contención y frialdad la película de Joachim Lafosse.

Porque, tal y como vemos en Después de nosotros, el principal problema de las rupturas es el económico. Siempre hay uno de los componentes del matrimonio que se ve agraviado por la separación. Que se da cuenta de que no va a contar con un techo donde guarecerse ni con medios para vivir una existencia digna. En este caso, el conflicto está centrado en la vivienda en la que Marie y Boris han convivido felizmente durante años. La casa le pertenece a ella, pero él reclama la mitad de su valor por haber invertido tiempo y dinero en una gran reforma de la misma. Por supuesto, el entendimiento es prácticamente imposible, pero ambos se ven obligados a convivir bajo el mismo techo hasta que lleguen a un acuerdo al respecto. Lo mejor de la película es que no toma partido por ninguno de los dos, sino que se limita a exponer una situación difícil en la que todos son víctimas de una u otra manera. La convivencia se hace agria hasta límites insoportables. Los antiguos amantes se dirigen la palabra solo para intercambiarse reproches y hasta el tiempo que pasa cada uno con las niñas es objeto de negociación.

Nadie piensa que una cosa así pueda pasarle, pero nuestras ciudades están repletas de Maries y Boris, lo cual hace que esta historia sea especialmente escalofriante. Lo que podía haberse convertido en un telefilme propio de una tarde soporífera de Antena 3, en manos de Lafosse se transforma en una auténtica aproximación, casi antropológica, a lo queda después de que la llama de un amor intenso se ha extinguido por completo. Hay escenas especialmente duras, como cuando Boris vuelve a casa después de un día de trabajo y se encuentra a Marie cenando con unos amigos comunes, que no saben que hacer ante una situación tan insólita. La tensión que consigue imprimir el director es notable, una muestra de su talento a la hora de mostrar un episodio que tiene mucho de vulgar, por repetido (casi todo el mundo ha sido testigo de una situación parecida), y a la vez resulta ser intensamente dramático porque, después de todo, está filmando una muestra de dolor humano.

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