Es de sentido común saber que estamos condicionados no solo por nuestra genética, sino también por las circunstancias de nuestro nacimiento, por la familia a la que pertenecemos y muy especialmente por el ambiente en el que crecemos. Muchos de nosotros hemos nacido en barrios de nivel social medio-bajo y hemos tenido compañeros en el colegio cuya existencia se intuía mucho más difícil que la nuestra. Nacer en un suburbio, en un gueto puede ser un condicionante del que no nos podamos librar durante el resto de nuestra existencia. En Estados Unidos existen barrios inmensos que son un foco de pobreza o delincuencia, habitados en gran parte por personas por afroamericanos que son incapaces de atisbar perspectivas de futuro más allá de los muros imaginarios de la comunidad en la que están acostumbrados a vivir. Muchos de ellos podrían intentar emigrar a lugares más prósperos y fabricarse una nueva existencia desde cero - en Estados Unidos esto es mucho más fácil que en España - pero a la mayoría ni siquiera se les ocurre que esto sea posible. Supongo que adaptarse a las normas del barrio es difícil, pero también lo es renunciar para siempre a las mismas.
Chiron es uno de esos niños que deben desenvolverse en un medio tan hostil. Para él es especialmente difícil, porque sus circunstancias son especialmente dramáticas: vive con una madre drogadicta y en el colegio sufre un acoso continuado y violento por parte de sus compañeros. Además, se trata de un chico retraído que no está seguro de cual es su verdadera identidad. Con este material Jenkins podría haberse decantado por realizar un drama social, pero se decanta más bien por una película de carácter intimista, ahondando en la personalidad del protagonista y en su evolución en tres momentos diferenciados de su vida, culminando en una ruptura con su pasado, que se manifiesta con su traslado de Miami a Georgia. La homosexualidad, cuando aparece de forma sorpresiva y sin información previa en un ambiente como aquel, es el otro gran tema de la película. Chiron, un joven con baja autoestima deberá enfrentarse también a un secreto íntimo que no debe ser divulgado si no quiere que sus sufrimientos se incrementen más aún.
Pero si algo falla en Moonlight es su final, tan anticlimático. La frialdad que ha imperado en el relato, el retrato tan preciso de escenas muy duras, pero ese reencuentro que debía ser la culminación de la evolución de Chiron resulta demasiado desangelado. En cualquier caso la película de Jenkins resulta una de las propuestas más estimulantes de la cartelera actual, a pesar de que, desde mi punto de vista, se hayan exagerado demasiado sus virtudes. Para mí lo mejor de la película es que pretende ser pequeña, aunque esa esa falta de ambiciones la lastre un tanto.
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