martes, 1 de mayo de 2012
LIBERTAD (2010), DE JONATHAN FRANZEN. ¿EL AMANECER DE UNA DECADENCIA?
Independientemente de que guste más o guste menos, esta es una novela que hay que leer por muchas razones: porque ha sido saludada por muy prestigiosos críticos como la primera gran novela americana del siglo XXI, porque analiza el mundo actual de manera muy certera y porque recoge el testigo de la gran novela del siglo XIX, esas enormes sagas familiares, y las adapta a nuestro tiempo.
Para mí acercarme por primera vez a Jonathan Franzen ha supuesto una experiencia fascinante. "Libertad" recorre la vida de tres generaciones de la familia Berglund, sin que exista un protagonista claro, sino varios. Walter es un hombre de mediana edad, marcado por una infancia y adolescencia miserables, en el sentido de que las ha sacrificado para ayudar a salir adelante a su familia. A la vez, ha sido un estudiante ejemplar, irreprochable. Carece de vicios e intenta dedicar su existencia a la salvación del planeta, aunque para ello tenga que aliarse con millonarios y realizar acciones de una ética discutible. Está convencido de que el gran mal de nuestro tiempo es el exceso de población en el planeta. Pero su auténtico reto vital es salvar su matrimonio, amenazado por su mejor amigo de la universidad, una estrella de rock de tendencias nihilistas y autodestructivas, que le resulta irresistible a su mujer Patty, también marcada en su adolescencia, pero por circunstancias muy distintas: una estúpida lesión echó a perder una prometedora carrera como baloncestista y ahora es una mujer con baja autoestima.
El hijo de ambos, Joey, es un ser contradictorio. Inteligente, como su padre, su vida es una permanente búsqueda egoísta del propio interés, por lo que sus acciones son a veces muy contradictorias. Su manera de buscarse la vida entra en conflicto directo con la filosofía de su padre: Joey se asocia con un contratista del ejército para suministrar piezas de un vehículo que ha sido elegido para la misión de Irak, no por sus prestaciones militares, sino por las condiciones económicas ventajosas que ofrece a los negociantes que están detrás de esta guerra criminal: una metáfora de los nuevos Estados Unidos de Bush, en los que toda ética ha sido dejada de lado en pro del beneficio inmediato de unos pocos.
Y es que el país que retrata Franzen sigue siendo fuerte, pero toda la narración abunda en detalles que informan al lector acerca de la decadencia acelerada en la que se hunde Estados Unidos: un presidente incompetente, el 11 de septiembre, dos guerras costosas e inútiles, que sólo sirven para enriquecer a unos pocos a costa de las vidas de muchos y la voz de Walter prácticamente predicando en el desierto cultural y moral en el que se va convirtiendo el país de las libertades:
"(...) Porque vemos el mismo problema en todas partes. Pasa en internet, o en la televisión por cable: nunca hay un centro, nunca hay acuerdo comunitario; sólo hay un billón de pequeñas fracciones de ruido que nos distrae. Nunca podemos sentarnos a mantener una conversación sin interrupciones: todo es basura de tercera y urbanismo de mierda. Todo lo real, todo lo auténtico, todo lo honrado, está extinguiéndose. Intelectual y culturalmente, no hacemos más que rebotar de un sitio a otro como bolas de billar lanzadas al azar, reaccionando ante los últimos estímulos producidos al azar."
Quizá sea ese el gran mal de nuestro tiempo: el exceso de información, tan descomunal, tan fragmentada que es imposible identificar lo verdaderamente importante y descartar lo superfluo. Este es el mundo de las nuevas tecnologías, maravilloso y terrible a la vez, que ofrece constantes novedades, pero que no permite profundizar en nada, pues en seguida lo que ayer era moda hoy es antiguo. En cierto modo, Franzen está reivindicando ciertas tradiciones que pueden perderse: la lectura reposada y reflexiva, la conversación afable y cara a cara, la ética en los negocios... Ojalá el país de la libertad supere el legado de Bush, el más nefasto de sus presidentes y emprenda, aprendiendo de los errores del pasado, (yo tengo fe en que lo conseguirá) un camino ejemplar para el resto del mundo.
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Poco que añadir al artículo, acertado en todo: es una buena historia, narrada de forma clásica. El siglo XXI no aporta, aparentemente, grandes novedades, y sobre todo en Estados Unidos, donde padres e hijos parecen compartir parecidas vivencias.
ResponderEliminarEn el fondo, es un tema clásico de la narrativa norteamericana el fracaso de la honestidad y su consuelo en la familia. Hay también una crítica a determinados vicios actuales de la cultura de ese país, pero toda aproximación a las relaciones humanas realizada con minuciosidad y compromiso siempre logra enganchar al lector de cualquier origen. Deberían escribirse más "grandes novelas" como ésta, y no sólo en Estados Unidos.
Con este libro ya sabes que pasa una cosa peculiar: yo te lo recomendé a tí sin haberlo leído y luego tú me lo recomendaste a mí. Estamos de acuerdo en que es una gran obra, un gran fresco de nuestra época.
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