Después de leer hace unos meses "Paracuellos", vuelvo a Carlos Giménez y su siguiente obra "Barrio", que continúa el tono autobiográfico de la anterior, para contarnos una nueva etapa en la vida de Carlines: cuando por fin su madre se recupera y puede salir del terrible internado de Auxilio Social y empezar a llevar una vida medianamente normal aunque, eso sí, trabajando para ayudar a la familia.
Haber dejado atrás la peor etapa de su vida no quiere decir que el protagonista no encare un presente sórdido, donde la guerra está todavía muy presente (todavía existen áreas de Madrid llenas de escombros de los combates) y hay mucha gente con cuentas pendientes con el bando vencedor que debe llevar una vida discreta. Eso sí, el Estado en esta etapa quiere dar una apariencia de legalidad, por lo que la represión no es tan despiadada como en años anteriores. Curioso es el episodio de los guardias civiles que abofetean por error a un superior: han cometido el peor error de todos y se humillan para pedir perdón y redimirse.
Las viñetas de Carlos Giménez son un testimonio de una época difícil, donde se dan cita todos los tipos humanos que habitaban el miserable Madrid de los años cincuenta, todavía azotado por el hambre y el miedo. En cualquier caso, el autor no puede sustraerse a ejercer también un ejercicio de nostalgia, a describir los primeros amores frustrados, los juegos infantiles (que a veces también eran un reflejo de la brutalidad de la sociedad) y las humildes diversiones de la época.
En la narración de Giménez está siempre presente el miedo al desamparo, a pertenecer a una familia numerosa que se desmorona de pronto por la muerte de uno de los progenitores, a la visita de las autoridades para saldar viejas cuentas pendientes, a la palabra o al acto realizados en el momento equivocado... Una España todavía idealizada por algunos, pero que a los ojos sinceros de Giménez aparece como terrible y sórdida.
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