Hace unos años la serie "A dos metros bajo tierra" nos enseñó la muerte como un hecho cotidiano con el que tenían que convivir los protagonistas, propietarios de una funeraria familiar. Una de las labores más importantes era la restauración del cadáver, para que la familia reconociera en el cuerpo sin vida a su ser querido.
Daigo, el protagonista de "Despedidas" se encuentra en una encrucijada cuando la orquesta a la que pertenece se disuelve y él queda sin trabajo. Se da cuenta de que sus sueños de convertirse en un gran músico eran demasiado ambiciosos y decide volver con su esposa a su lugar de origen para iniciar una nueva vida.
Cuando responde a un anuncio en el periódico ofreciendo un puesto de trabajo que tiene que ver con las "despedidas", poco puede imaginar que se va a dedicar a manipular cadáveres y prepararlos ceremonialmente para que su familia les ofrezca el último adiós. Su jefe, que al principio parece un hombre superficial le va a ofrecer valiosas lecciones de vida y muerte y, sobre todo, le va a enseñar a amar su trabajo. Tratar con los muertos está mal visto entre los habitantes del pueblo, pues para los japoneses es una práctica impura. Si bien en la actualidad, muchos de los ritos funerarios se han occidentalizado, todavía hay muchas familias que requieren el ejercicio de la ceremonia del "nokanshi", en la que se purifica el cadáver a través de unos ritos en los que está presente la familia. Daigo irá aprendiendo poco a poco a apreciar el valor social de su trabajo, que es el de proporcionar consuelo a quien pierde a un ser querido.
La historia está contada con gran sensibilidad y la elección de la música es verdaderamente exquisita. Las imágenes del rito funerario son auténticamente hermosas: un acto de respeto por el cuerpo que albergó una vida que proporcionó felicidad a sus familiares.
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