He de comenzar diciendo que no me considero un gran lector, sino un lector intermedio. Cuando contemplo lo que me falta por leer, no veo lagunas, sino un inmenso océano repleto de palabras hasta el fondo, muchas de ellas insospechadas. El sábado se publicaba en Babelia la lista de los mejores libros del año según la crítica. No he leído ni uno, aunque por aquí tengo algunos de ellos como "Libertad", de Jonathan Franzen o "Los enamoramientos", de Javier Marías, que estoy seguro contarán con mi entusiasmo el día que me decida a sumergirme en sus páginas. Pero nunca encuentro el tiempo necesario para afrontar ciertas empresas lectoras. Y hay un culpable de ello: los clubes de lectura.
Hace algunos años, yo era el dueño absoluto de mis elecciones. Leía lo que me daba la gana y cuando me apetecía. Ahora suelo leer de una manera muy distinta: sabiendo que otras personas tienen el mismo libro y hacen uso de él al mismo tiempo que yo y que tendré que defender ante ellos mi postura al respecto. Además, está la obligación de redactar un artículo más o menos extenso para este blog o para Suite 101 (he de reconocer que los debates en torno a los libros me proporcionan muchos argumentos a la hora de afrontar esta grata tarea). Es decir, que ya no leo únicamente por el gusto de leer, sino que esta acción me va a llevar a otras actividades en un futuro inmediato. Mi falta de libertad en las lecturas se compensa sobradamente por ello.
A lo largo de estos años he conocido en estos eventos a gente extraordinaria que han pasado de ser compañeros a amigos. Antes solía buscar por mí mismo, con la ayuda de los suplementos literarios y las referencias de otros autores, mis futuras lecturas. Ahora siempre tengo presente las recomendaciones de gente que lleva leyendo mucho más tiempo que yo, que me lleva a territorios insospechados en este mundo infinito que es la literatura. ¿Cómo se puede agradecer un don tan precioso? El libro es en sí mismo algo tan valioso y, a la vez con tan poco valor económico en relación con lo que ofrece, que cualquier consejo en la dirección adecuada es todo un regalo.
Repasando las lecturas de este año, quizá he exagerado un poco. Sí que hay muchos libros que he elegido por mí mismo. El libro electrónico, que uso más o menos en una de cada tres ocasiones me ha proporcionado más variedad de títulos disponibles, pero no por ello dejo de acudir a mi viejo amigo, el libro de papel. A veces pienso (y no me refiero específicamente a la ciudad de Málaga) que cuando los dispositivos electrónicos estén generalizados no vamos a saber que lee el vecino en el metro o en el autobús. No soy una persona excesivamente curiosa acerca de la vida de los demás, pero este punto en concreto me gusta saberlo. En todo caso, dentro de unos días, elaboraré la lista de los mejores libros del año según este humilde lector. No crean que eso no me da trabajo...
Nunca he podido pertenecer a un club de lectura precisamente por lo que mencionas de que la elección ya no es individual. A mi me gusta leer lo que quiero cuando quiero y si hay que dejarlo sin terminar también. Al menos que forme un club de lectura militar y yo sea la que de todas las direcciones, no creo que ninguno me quiera aceptar.
ResponderEliminarNo es que no acepte recomendaciones pero son contadas las ocasiones en que estoy de acuerdo.
Saludos
Saludos, Marieru. Como ya digo en el artículo, la pertenencia a clubes de lectura se compensa sobradamente porque se trata de una manera de leer muy distinta a la individual: así se descubren muchos aspectos del libro que le pasan a uno desapercibidos y se contrastan puntos de vista muy distintos. Prueba a entrar en uno, no creo que te arrepientas, si eres la gran lectora que pareces ser.
ResponderEliminarEl mero hecho de leer ya nos pone en manos de extraños, que son el autor y todo el universo humano-ficticio que contienen las obras, de ficción o no, así que no tiene mucho sentido el querer ser independiente en cuanto al hecho de leer que refleja más bien nuestra necesidad de los demás.
ResponderEliminarLo del club de lectura o cualquier otro vehículo por el que podamos obtener no sólo sugerencias de lecturas, sino también interpretaciones de éstas, me parece algo absolutamente ideal. Además, en el mejor de los casos podemos leer tres mil o cinco mil libros en una vida, y eso es poco. Esos libros de ensayo llenos de anotaciones y con una larga bibliografía al final nos proporcionan un gran servicio, y lo mismo puede decirse de quienes han leído cosas que nosotros nunca tendremos tiempo ni ocasión de leer pero que nos hacen llegar lo que consideran más valioso de los contenidos.
Y no hay que olvidar que la dificultad es un hecho objetivo. Hay libros difíciles y lectores menos capaces. Eso es así. No hay que amargarse porque no se pueda leer "La crítica de la razón pura", sobre todo si siempre podemos disponer de algún ensayo sobre el asunto escrito en lenguaje más fácil que nos ayude a saber más.
Un problema de la lectura: que mucha gente lo interpreta como la adquisición de un estatus. Eso es muy negativo.
El debate no es menor. En una novela de Philip Roth la viuda de un escritor aboga por la abolición de los clubes de lectura, de los críticos y de toda mediación que se interponga entre el escritor y el lector. Yo también creo que el si la lectura es enriquecerte con otros mundos y otros universos, en una sesión de un club esa posibilidad se amplifica. Aunque a veces es impagable el disfrute íntimo con un buen libro.
ResponderEliminarMiguel, debe ser complicado realizar el listado sin dejarte algún título o hacerlo de forma subjetiva.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo en que los clubs tienen sus ventajas, descubres libros, autores y puntos de vista que de otra forma sería imposible.
abrazos
Desde luego, quien me conoce sabe que yo estoy absolutamente a favor de los clubes de lectura. Es una manera de socializar con gente de gustos afines y para mí es un continuo aprendizaje. Siempre sale uno reforzado en un sentido o en otro. Además, como dice Francisco, las lecturas y aportaciones de los compañeros llenan nuestras propias lagunas. Todas son ventajas, a excepción de la restricción de la libertad de elegir, aunque siempre queda tiempo para leer lo que uno cree oportuno (siempre que no sea un volumen muy voluminoso). Por cierto, Pepe, ya te preguntaré por esa novela de Philip Roth que mencionas. Loli, ya sabrás que me lo paso bomba haciendo el listado...
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