jueves, 26 de agosto de 2010
MISERICORDIA (1897), DE BENITO PÉREZ GALDÓS. LOS OLVIDADOS DE MADRID.
Leí esta novela hará unos quince años. Me ha apasionado tanto como la primera vez. Con Galdós me sucede que me absorbe de tal manera que no imagino las imágenes que describe, sino que puedo verlas. Hacía un par de años que no leía nada de mi escritor favorito, por lo que no había reseñado todavía nada en el blog. Trataré de hacerlo con más regularidad. Aquí el enlace al artículo:
Benito Pérez Galdós es uno de los grandes lujos de la literatura española. Es nuestro Balzac, que transforma la "Comedia Humana" del francés en las "Novelas Españolas contemporáneas" y a la vez nuestro Zola, influido enormemente por un naturalismo literario que le hacía querer plasmar las realidades de la España de su tiempo con la exactitud de quien se ha documentado previamente visitando los escenarios novelados y conversando con sus habitantes.
Si en los "Episodios Nacionales" Galdós retrata a los protagonistas de la historia, a quienes la hacen, sus novelas suelen protagonizarlas quienes la padecen, asomándose para ello a la vida de las diversas clases sociales de la España decimonónica. "Misericordia" es la novela que retrata los estratos más bajos de la sociedad, la miseria de un Madrid que contaba en aquel tiempo con el índice de mortandad más alto de Europa. Como explica el propio autor:
"En "Misericordia" me propuse descender a las capas ínfimas de la sociedad matritense, describiendo y presentando los tipos más humildes, la suma pobreza, la mendicidad profesional, la vagancia viciosa, la miseria, dolorosa casi siempre, en algunos casos picaresca o criminal y merecedora de corrección. Para ello hube de emplear largos meses en observaciones y estudios directos del natural, visitando las guaridas de gente mísera o maleante que se alberga en los populosos barrios del sur de Madrid. Acompañado de policías escudriñé las Casas de dormir de las calles de Mediodía Grande y del Bastero, y para penetrar en las repugnantes viviendas donde celebran sus ritos nauseabundos los más rebajados prosélitos de Baco y Venus, tuve que disfrazarme de médico de la Higiene Municipal. No me bastaba esto para observar los espectáculos más tristes de la degradación humana, y solicitando la amistad de algunos administradores de las casas que aquí llamamos de corredor, donde hacinadas viven las familias del proletariado ínfimo, pude ver de cerca la pobreza honrada y los más desolados episodios del dolor y la abnegación en las capitales populosas."
A pesar de su gran extensión, la cita es imprescindible para conocer el espíritu con el que Galdós se enfrentaba a la escritura: él buscaba dosis de realidad y solo la visita a los ambientes humanos que iba a describir se la podía ofrecer. Galdós absorvía cuanto veía y plasmaba sus experiencias en las tramas narrativas, que se ofrecían como perfectamente verosímiles aunque siempre dotándolas de su estilo inconfundible: una forma de entender la literatura llena de humor y de ternura por sus personajes, de los que conocemos hasta sus más íntimos pensamientos y un realismo formal en el que el lector atento no podrá dejar de observar abundantes dosis de experimentalismo, de maneras de narrar heterodoxas, que desautorizan a los que todavía le consideran un escritor "garbancero".
"Misericordia" toma como punto de partida la situación de doña Paca, un personaje que ha disfrutado de una buena condición social y que ha venido a menos por su mala cabeza, por lo que progresivamente ha tenido que ir trasladando su domicilio desde el barrio de Salamanca a las zonas más humildes de Madrid. Benina es su criada y confidente. Sin que su ama lo sepa, dedica las mañanas a mendigar para procurarle sustento, a ella y a sus hijos. A través de los ojos de Benina vamos a conocer el Madrid más miserable, poblado por tipos humanos que sin duda inspiraron más de una obra de Buñuel.
Magníficas resultan las descripciones del autor de la podredumbre de ciertas zonas de Madrid en aquel tiempo. El lector advertirá que la situación de Benina, ya de por sí espantosa, no es la peor de las posibles y, como si de los círculos dantescos del infierno se tratara, siempre es posible caer aún a más profundidad, hasta barrios donde el grado de miseria es inconcebible, donde hay poca diferencia entre la vida de los hombres y la de los animales. Aún hoy día pueden seguirse las rutas de los personajes con una precisión milimétrica, como sucede con todas las novelas galdosianas.
Benina va a ser, en realidad, una especie de ángel redentor que ha de procurar la subsistencia a todo el que le rodea. Miente a su ama, contándole que por las mañanas sirve en casa de un sacerdote llamado don Romualdo. Dicho don Romualdo, invención de Benina, va a terminar materializándose para resolver los problemas de doña Paca, en una ambigua combinación entre ficción y realidad a las que tan aficionado era don Benito, tal y como se afirma en un pasaje de la novela:
"Los sueños, los sueños, digan lo que quieran son también de Dios; ¿y quién va a saber lo que es verdad y lo que es mentira?"
En toda la narración late una gran crítica social contra unos poderes públicos que nada hacen por remediar la situación de miseria estas grandes masas de población. Más bien utilizan a la fuerza pública para encerrar a los mendigos. También existe, como no podía ser de otra manera, una visión negativa de la religión católica, como gran valedora de una sociedad hipócrita, que da limosna a los miserables para lavar la conciencia, pero que en nada aplica las máximas de Jesucristo, como declama con una rara sabiduría el pobre Pulido, uno de los que pueblan el pequeño universo de la puerta de la parroquia de San Sebastián:
"Limosna hay, buenas almas hay; pero liberales por un lado, el Congrieso dichoso, y por otro las congriogaciones, los metingos y discursiones y tantas cosas de imprenta, quitan la voluntad a los más cristianos... Lo que digo: quieren que no haiga pobres, y se saldrán con la suya. Pero pa entonces , yo quiero saber quién es el guapo que saca las ánimas del Purgatorio... Ya, ya se pudrirán allá las señoras almas, sin que la cristiandad se acuerde de ellas, porque... a mí que no me digan: el rezo de los ricos, con la barriga bien llena y las carnes bien abrigadas, no vale... por Dios vivo que no vale".
Por supuesto, la función de la novela no es cambiar la sociedad, pero sí es capaz de darnos a conocer realidades que se nos pueden escapar y que un mero artículo periodístico, salvo honrosas excepciones, no nos va a lograr transmitir con tanta precisión. Tanta, que novelistas como Galdós son capaces de enseñarnos el alma de sus criaturas y como la sociedad y sus circunstancias la van moldeando. "Misericordia", queda así como una de las más grandes novelas que se han escrito en nuestro país. Por denuncia social, por descripción de ambientes y perfecta caracterización de los personajes, de una humanidad abrumadora.
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