martes, 13 de julio de 2010
MÁS BANDERAS.
Observen la imagen de arriba y pregúntense seriamente: ¿es directamente proporcional el patriotismo al número de banderas que se exhiben en una terraza?
Lo primero de todo, felicitar a la selección española por su gran éxito en el Mundial, éxito que atribuyo sin lugar a dudas a su estrepitosa derrota ante Suiza. Iban tan sobrados que parecía que todos los equipos debían rendir sus armas antes de saltar al campo. La inmersión en la realidad les hizo reaccionar y pasaron de soñar con emular a los propios personajes publicitarios que protagonizan a poner los pies en la tierra y trabajar como los profesionales que son. También me gustaría que las cuantiosas primas que van a ingresar por la victoria las dedicaran, al menos en parte, a ayudar de alguna manera a tantos compatriotas que tan mal lo están pasando y tanto les veneran.
Pasando otra vez a la ola de patriotismo. El de España parece un caso digno de estudio. Un país que tan a menudo se avergüenza de sí mismo y de sus símbolos pasa a exhibirlos sin prejuicios por todas sus calles cuando llega una competición futbolística de entidad. Es como si los once futbolistas que saltan al campo lo hicieran para algo más que jugar un partido de fútbol: dirimir el honor de un país. Así lo entiende mucha gente, así lo ha entendido en gobierno francés, que llevó hasta el parlamento el tema de la eliminación de su equipo.
Lo cierto es que el partido frente a Holanda fue verdaderamente épico, como si su guión hubiera sido escrito para el cine. No faltaban los villanos, los jugadores holandeses que se empleaban con una dureza digna del equipo alemán de "Evasión o victoria" (John Huston, 1981), y para más inri, hacían honor a su condición de protestantes quejándose continuamente al árbitro hasta por la acción más nimia que protagonizara un jugador español. Los españoles, como si del Tercio de Flandes se tratara, dieron buena cuenta de ellos, en una prórroga de infarto, en la que no faltaron héroes y beso final. El epílogo se produjo ayer, con la llegada de los jugadores a Madrid, exhibiendo la Copa del Mundo como si de un nuevo Santo Grial redentor se tratara. Deberían dedicarse en los próximos meses a recorrer el país en una gira para inspirar al resto de ciudadanos acerca de como remontar la crisis.
Dejándome de bromas, en realidad esta ha sido una de las pocas buenas noticias que ha llegado últimamente a nuestro país y una buena dosis de alegría nunca viene mal. Hasta la voluntariosa marcha por el Estatut del otro día ha quedado deslucida por el mar de banderas españolas de ayer. Y es que el fútbol (y todo el marketing de multinacionales que conlleva) es mucho más poderoso que la política.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Ha sido una alegría grandísima. Y emotiva la imagen de unidad que ha dado el país entero. ¡Con lo difícil que es ponerse de acuerdo en algo! Nos lo merecíamos después de tantas desgracias y tiempos tan difíciles. E Iniesta también se lo merecía, con ese gran corazón suyo que no le cabe en el cuerpo. Yo no me considero un patriota, tampoco creo en las banderas, y ahí estaba yo ondeando la bandera. Y mi madre, que no había visto un partido en su vida, vibrando con los paradones de Casillas. Esto ha sido muy grande, grande, grande.
ResponderEliminarComo grande el saludo que te envío, Miguel Ángel.
Ricardo
Un gran abrazo también para tí, Ricardo, a ver si nos vemos un día de estos. Felicidades por el taller de escritura que emprendes en Benalmádena. Comparto tu entusiasmo.
ResponderEliminar