jueves, 27 de febrero de 2014

1997, RESCATE EN NUEVA YORK (1981), DE JOHN CARPENTER. UNA JUNGLA DE CEMENTO Y OSCURIDAD.

El clima político cuando se rodó esta película, una de las más míticas de los años ochenta, era muy peculiar. Después de unos años setenta marcados por la derrota de Vietnam, por la depresión económica y por el Waterwate, la revolución conservadora que lideraba Ronald Reagan pretendía volver a recuperar el orgullo de los Estados Unidos a base de recortes en presupuestos sociales, incremento del defensa y desregulación financiera. Respecto a la ciudad de Nueva York, en esos momentos estaba culminando un proceso de decadencia que había comenzado a finales de los sesenta (pueden verse apuntes de ello en las dos últimas temporadas de Mad Men) hasta el punto de que había zonas de la misma que se parecían mucho al Detroit actual. 

A Carpenter se le ocurrió llevar esta idea de decadencia hasta el extremo plasmando una idea genial: convertir a la capital económica de Estados Unidos en una ciudad fallida hasta el extremo de verse convertida en una inmesa prisión. En el futuro (que ya es nuestro pasado) que nos presenta 1997, Rescate en Nueva York, la isla de Manhattan se encuentra circundada por un muro. Quien entra allí en condición de prisionero no vuelve a salir. No hay guardias dentro: los criminales se organizan a su antojo, creándose lógicamente una sociedad de clanes y darwinista. El relato comienza con el secuestro del avión del presidente de los Estados Unidos para estrellarlo contra un rascacielos (¿les suena?), salvándose este al ser arrojado en una cápsula en el último momento. Pero ha caído en territorio hostil y enseguida es capturado por una de las bandas neoyorkinas. Para salvarlo, el inspector de policía de Staten Island, hace un trato con un prisionero recién llegado, un héroe de la Tercera Guerra Mundial en curso que ha robado en la Reserva Federal. Snake es un antihéroe de vuelta de todo, silencioso e individualista al que solo le importa recuperar su libertad. Aunque antes se pensó en Clint Eastwood para interpretarlo, al final Kurt Russell compuso un personaje memorable, que quedó como uno de los iconos del cine de los ochenta.

Con todos estos elementos, tratándose de una película dotada de un presupuesto más bien moderado, lo lógico sería que su historia fuera poco creíble en pantalla. Nada más lejos de la realidad. El maestro Carpenter sabe crear desde el primer minuto un ambiente muy propio para mostrarnos una ciudad apocalíptica. Ya el perfil de Nueva York en sombras, con la silueta de las torres gemelas sin una sola luz, es estremecedor. Una vez dentro de la ciudad, Carpenter consigue que atisbemos un microcosmos de bandas (hay algunas que incluso de mueven bajo las alcantarillas) dentro de una organización social creada por criminales, sugiriendo al espectador en todo momento que hay mucho más de lo que se muestra en esta urbe-prisión. Además, asistimos a varias escenas memorables: la actuación en uno de los abandonados teatros de Broadway de un grupo de convictos disfrazados de mujer, el ataque de la banda subterránea, la persecución final contra reloj... 1997, rescate en Nueva York no es una película complaciente con sus personajes. Todos son negativos, en correspondencia con el mensaje pesimista de Carpenter. Qué diferencia con los héroes reganianos que llegarían poco más tarde capitaneados por John Rambo.

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