viernes, 19 de octubre de 2012
ROBINSON CRUSOE (1954), DE LUIS BUÑUEL. EL HOMBRE SOLO.
Robinson Crusoe es uno de esos libros clásicos que se leen en la adolescencia y cuando se retoman en la madurez, es como reencontrar a un viejo amigo que ha madurado con nosotros, porque, aunque sigue diciéndonos las mismas palabras, su contenido es tan rico que nos aprovecha a cualquier edad. Lo que al principio era el relato de las aventuras de un naúfrago que debe sobrevivir en una isla desierta, en sucesivas lecturas se convierte en la confesión de un hombre que bordea la locura por falta de contacto humano.
En la versión cinematográfica de Luis Buñuel, prima esa visión de estudio psicológico de un hombre blanco al que toda la vida han servido otros hombres (y no hay que olvidar que el propósito de su viaje era el comercio de esclavos) que debe empezar desde cero una nueva existencia y aprender toda clase de oficios si quiere sobrevivir. Además, es un ser al que acecha continuamente un sentimiento de culpa, ya que se lanzó a conocer mundo sin el consentimiento paterno e interpreta su desgracia como una especie de castigo divino. Sólo podrá redimirse casi al final, cuando después de más de veinte años de soledad aparecerá un amigo, Viernes, al que al principio trata como a un inferior, pero con el que acabará aprendiendo que todos los hombres de todas las razas pueden ser igualmente virtuosos. Hay un momento, muy de Luis Buñuel, cuando Viernes se vista con ropas de mujer y Robinson le mira casi con deseo, aunque inmediatamente le ordena que se quite esa vestimenta. Es una lástima que con una historia con tantas posibilidades (me recuerda, en el tema de la soledad a Simón del desierto), el director no tuviera más espacio para explorar los deseos más ocultos del protagonista.
Para un actor, estar en solitario ante la cámara durante casi todo el metraje debe ser todo un desafío. El semidesconocido Dan O´Herlihy vivió su momento de gloria con esta interpretación, pues fue nominado a un Oscar al mejor actor que acabaría ganando Marlon Brando con La ley del silencio.
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