El autor lisboeta adoptó, aparte de su propio nombre, otras personalidades para firmar sus escritos. Las más conocidas son Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Bernardo Soares, cada una de ellas con su propia idiosincrasia literaria. Todas se adaptan al espíritu de Lisboa, una ciudad melancólica y misteriosa, como el propio poeta, que recibe al visitante eternamente sentado a la puerta del café que frecuentaba, el Brasileira, tocado con su eterno sombrero y con su característico rostro entre afable e inexpresivo.

Aunque sus principales intereses literarios se encontraban en la poesía y el aforismo de corte filosófico (veáse su "Libro del desasosiego"), Pessoa también dejó obra en prosa. Quizá la más conocida se "El banquero anarquista", un libro de título provocador, que es el relato de una discusión ideológica entre un joven y un banquero que asegura ser anarquista.

El joven al principio se toma a broma las afirmaciones del banquero, pero deja explicarse a este, que le asegura que comenzó como obrero pobre de solemnidad y anarquista convencido, pero errado en sus acciones. Su anarquismo juvenil es presentado casi como una religión, pero una religión que aspira a la auténtica libertad, al pleno desarrollo de los instintos humanos, que en teoría nace bondadoso, pero que es corrompido por la vida en sociedad:

"Por anarquismo entiendo aquella doctrina social extrema que proclama que no ha de haber entre los hombres más diferencias o desigualdades que las puramente naturales, y que no han de pesar sobre los hombres penas o males distintos a aquellos que la Naturaleza reparte... La abolición, pues, de todas las castas, de la aristocracia, del dinero, de todas las convenciones sociales que promueven la desigualdad. La abolición, también, de todas las desigualdades sociales que se oponen a la naturaleza: las patrias, las religiones, el matrimonio..."

¿Es posible compatibilizar el ejercicio de la profesión bancaria, e incluso el estraperlismo con la creencia en la ideología anarquista? Según el protagonista del relato, es perfectamente posible. Su punto de vista surge de un análisis pormenorizado de la doctrina anarquista y sus posibilidades de imposición social. Comienza por criticar al propio grupo en el que militaba en su juventud, que si bien propugnaba la igualdad entre todos los hombres, ni siquiera era capaz de establecerla en su propio seno, debido a la existencia de líderes y cabecillas.

La clave de su razonamiento puede encontrarse en su idea de lo que es natural en el ser humano, que es a lo que aspira su ideología. Y él estima que no es natural su propio sacrificio en favor de otros que nacerán en el futuro:

"Quien solo tiene esta vida, quien no cree en la vida eterna, (...) ¿por qué diablos habría de entregarse al altruismo y al sacrificio por los demás o por la humanidad si a la postre el altruismo y el sacrificio tampoco son naturales? (...) Si la idea de deber me obliga a sacrificar mi bienestar, mi comodidad, mi instinto de conservación y otros instintos míos naturales, ¿en qué difiere la acción de esa idea de la de cualquier ficción social que produce en nosotros exactamente el mismo efecto?"

Así pues, este "banquero anarquista" ha encontrado su auténtica libertad en la acumulación de dinero, convencido, de que cada persona debe actuar como él lo ha hecho y liberarse a sí misma. En realidad estamos aquí casi ante una identificación entre anarquismo y liberalismo económico: ambas doctrinas propugnan la reducción del Estado a su mínima expresión y hablan acerca de las bondades de una mano invisible, en un caso respecto a la redistribución de las riquezas a través del mecanismo del mercado, en el otro a través de la implantación de una sociedad nueva basada en la auténtica naturaleza humana.

En realidad, el discurso del banquero es una auténtica falacia, que cada lector interpretará como mejor guste, pero no puede negarse el hecho de que se trata de una obra maestra de la retórica. En la mejor tradición de la mayeútica socrática, el banquero-filósofo va desgranando sus verdades al atónico joven, que no sabe como tomarse el discurso de su maestro. En todo caso, es probable que al final no quede convencido y que sospeche que ha sido víctima de una gran broma plena de ironía, que en todo caso contiene una gran verdad: no hay ideología que resista un análisis serio y en profundidad.