viernes, 13 de febrero de 2009
LA TREGUA, DE MARIO BENEDETTI. LAS ILUSIONES PERDIDAS.
(Libro comentado en el club de lectura de la Sociedad de Amigos de la Cultura de Vélez-Málaga).
Existe un consenso generalizado de todo tipo de lectores con Mario Benedetti: ofrece una literatura de sentimientos, comprometida y, lo que es más importante, de gran calidad. Además, miren que cara de buena persona tiene. Este hombre no tiene más remedio que escribir bien.
Leí "La tregua" por primera vez hace varios años y el libro me sedujo y me dejó un recuerdo perdurable. Ahora, al leerlo otra vez, he vuelto a recuperar muchas de las sensaciones que me produjo, aunque de manera distinta, pues sabiendo su final se encuentran nuevos matices e interpretaciones en las entradas del diario que pueden verse desde una nueva luz. Como ese momento en el que el protagonista mira por la ventana mientras está con su amada y piensa que la felicidad es efímera, que no puede retenerse y que quizá está viviendo el punto más alto en ese momento. Cuando hacemos una reflexión de este tipo ¿somos realmente felices? ¿o en realidad no podemos serlo, pues el temor a perder la felicidad es más fuerte que la felicidad misma? Así somos los seres humanos y así se refleja en esta narración profundamente humana, de título adecuadísimo, pues lo que se cuenta es verdaderamente una tregua en la existencia gris y sin perspectivas de un aburrido burócrata.
En el club debatimos acerca de lo efímero de la felicidad, de los amores en la edad madura (y una peculiaridad, el protagonista va a jubilarse a los 50 años, hecho habitual en Uruguay, por eso lo llamaban "el país de los jubilados"), sobre los dos tipos de mujer que presenta la novela:el de la primera mujer de Santomé, la que le hizo viudo, cuyo principal atractivo era meramente sexual y el de Laura Avellaneda, una mujer tímida e inteligente, cuyo principal atractivo es más bien espiritual, porque para el protagonista es como su otra mitad, su amiga, confidente y amante. Todo esto hace que su muerte sea aún más cruel para él (tremenda la escena del teléfono, cuando le comunican su muerte), que apenas tiene a nadie con quién consolarse, pues la relación era prácticamente clandestina. Precisamente sucede esto cuando se había decidido a hacerla pública.
Pero dejemos que sea el mismo Benedetti el que se explique:
"Avellaneda debía morir para que ese amor no fracasara. Cuando salió la novela, unas cincuenta mujeres hicieron una reunión en un apartamento de Pocitos , a la que me invitaron. Allí me reprocharon que hubiera matado a Avellaneda. Yo les decía que la había matado en beneficio de la historia de amor. En quince años Santomé iba a ser un viejo. Tal vez moriría, qué triste. Más o menos las convecí."
Hacer morir a un personaje para que triunfe el amor. El amor queda puro e inmaculado y sigue viviendo en el recuerdo de Avellaneda. Quizá sea un consuelo del autor a la amargura del personaje...
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Me ha encantado tus comentarios de La Tregua. Es un libro imborrable ya para mí. Lo compré en Madrid, a principios de 2003. Me lo llevé a Palma, donde vívía. Cada año le he dedicado diez páginas al libro, hasta que hace seis meses decidí que era el momento de rematarlo. Me gustaba tanto la historia que no quería que terminara el amor por Avellaneda. Me llevé un gran chasco cuando leí el desenlace. Si hubiera leído tu comentario sin haber leído antes la novela, no te lo hubiera perdona nunca, forastero!! Gracias por seguir leyendo. Hasta pronto.
ResponderEliminarAgustín (Blog: www.agustinrivera.com)
Bueno, ciertamente desvelo el final. Pensé en no hacerlo, pero al final fue necesario en cuanto al sentido que he querido darle a mis comentarios: lo efímero de la felicidad, en suma.
ResponderEliminarUn abrazo, Agustín.