sábado, 5 de julio de 2025

ELOGIO DEL FRACASO (2025), DE COSTICA BRADATAN. CUATRO LECCIONES DE HUMILDAD.

Hemos nacido para el fracaso, ya que el anhelo de bienes materiales y espirituales por parte del ser humano es prácticamente infinito. Además, el éxito nunca es defitivo y poca gente se conforma con un nivel razonable del mismo. La gente quiere más y jamás se siente plenamente satisfecha, con notables excepciones. La clave está en la comparación con los demás, esa ansiedad por el estatus de la que hablaba Alain de Botton en su fascinante ensayo. No todo el mundo parte de la misma posición ventajosa para llegar a las metas que la sociedad establece como tolerables. El capitalismo diseña un terreno de juego en el que las reglas son aparentemente iguales para todos, pero si nos acercamos un poco, podremos observar que unas personas son más iguales que otras. Lo que sí es cierto es que, a pesar de las diferencias materiales, la gente suele estar moldeada por los mismos patrones:

"Los humanos son básicamente iguales, pero harían cualquier cosa por distinguirse unos de otros, aunque solo fuese por fuera. Los obliga el instinto de diferenciación. Orwell, mientras vagabundeaba por Londres, hizo un descubrimiento sorprendente: «La masa de los ricos y la de los pobres se diferenciaban por sus ingresos y nada más, y el millonario medio es solo el lavaplatos medio vestido de otro modo». La intuición de Orwell es importante para entender cómo funciona la diferenciación en un contexto capitalista moderno. Solo nos distinguimos de otros ganando más dinero y enseñándolo. Puesto que los demás harán lo mismo, tendremos que ganar más que ellos. Cuanto más ganemos, más podremos gastar y, por lo tanto, mejores oportunidades tendremos de asegurarnos un grado mayor de diferenciación. Pero dado que aquellos de quienes queremos diferenciarnos hacen eso mismo, no podemos permitirnos echar el freno."

A quienes no quieren penetrar en esta vorágine de sacrificios personales para obtener pequeños placeres efímeros se les llama fracasados. Así pues, el triunfo se equipara a consumo de bienes cada vez más lujosos, que nos diferencien de los que compra la masa. Esta necesidad de estar siempre por delante esclaviza a numerosos seres humanos que se sienten ricos por fuera pero vacíos por dentro. Pero es muy difícil no sacrificar parte de la libertad para al menos obtener un cierto grado de confort. Lo contrario nos convertiría prácticamente en parias. Lo mejor es el punto intermedio. Ser humildes en el sentido en el que Iris Murdoch definió la humildad, como un generoso respeto por la realidad. Vivir con los pies plantados en el suelo, conociendo las propias virtudes y los propios límites suele ser lo más acertado.

En su libro Bradatan define cuatro tipos de fracaso: el físico, el político, el social y el biológico. El último es el más contundente de todos, al que todos estamos destinados sin poder evitarlo: la propia muerte, esa realidad que no siempre queremos aceptar. El fracaso, si se sabe gestionar correctamente, es un instrumento extraordinario para conocernos a nosotros mismos, lo precarios que somos y lo relativo de nuestros éxitos. Además, el mundo en el que habitamos puede ser plenamente absurdo y cualquier circunstancia azarosa puede dar al traste con todos los resultados de un trabajo intenso. Eso no quiere decir que no tengamos que esforzarnos, sino que hay que estar preparados para aceptar que el fracaso está a la vuelta de la esquina, que somos seres imperfectos habitando un mundo imperfecto que a veces puede volverse terrorífico. Por las páginas de Elogio del fracaso desfilan personajes de los que podemos estudiar sus llamativos fracasos vitales que han perdurado en el tiempo e incluso los han engrandecido: Simone Weil, Gandhi, Emil Cioran, Yukio Mishima, George Orwell o Séneca, cuyas experiencias son insertadas a la perfección en un ensayo tan entretenido como intelectualmente aprovechable.

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