Caminar no solo sirve para desplazarnos de un lado a otro. También sirve para hacer ejercicio y, sobre todo, para observar a nuestros semejantes, las arquitecturas que nos rodean y reflexionar acerca de la forma de vida capitalista que hemos adoptado como propia. Con este propósito parte el libro más experimental de Antonio Muñoz Molina, uno de los escritores españoles que más prestigio internacional ha adquirido en las últimas décadas. Un andar solitario entre la gente se compone de literatura de fragmentos. De reflexiones del caminante que se van plasmando en un cuaderno. Pero el escritor lleva su propuesta un poco más allá. Quiere ser un observador total, registrar cada fragmento de realidad (en muchas ocasiones va grabando todos los sonidos de los lugares por los que pasa con su móvil), como si se tratara de una especie de cronista del presente inmediato. Por eso no es raro que lo que más llame su atención sean los anuncios que se encuentran a cada paso, esas frases dirigidas en primera persona al lector, que lo tutean e intentan seducirlo para que adquiera un producto. Cada uno de los párrafos del libro van precedidos de una de estas frases que pretenden ser impactantes y que, hoy por hoy, también son una forma de literatura.
Uno de los aspectos que más llaman la atención de la nueva propuesta de Muñoz Molina es que su elaboración se ha tornado una especie de obsesión por parte del autor, recopilando horas de grabación y cientos de páginas de escritura, para poder seguir con el vicio de caminar cada día al encuentro del azar:
"No elijo los itinerarios más rápidos, sino los que me parece que serán más provechosos. Casi no voy en bicicleta y nunca en taxi. Voy caminando o en metro. Las preocupaciones y las obsesiones se disuelven en la observación incesante. Soy no lo que pienso o recuerdo o imagino, sino lo que van viendo mis ojos y lo que escuchan mis oídos, el espía en la misión secreta de percibirlo todo, de coleccionarlo todo."
Pero el escritor no está solo en sus caminatas, se hace acompañar por ilustres predecesores, como Thomas de Quincey, Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire y, sobre todo, por ese mártir de la literatura y el conocimiento que fue Walter Benjamin. Muñoz Molina intenta a veces seguir sus pasos - cuando está en París o en Nueva York - como si sus pisadas fantasma de sus antiguos itinerarios siguieran impresas en las aceras. Mientras tanto, hay tiempo para hablar de todo, para describirlo todo. El torrente verbal del autor de Sefarad encuentra una nueva versión en esta historia sin principio ni final, caótica como la vida misma, tomando unos riesgos muy propios de un escritor que ya ha demostrado su capacidad en el pasado:
"Me gusta la literatura que me trastorna y me embriaga como vino o música, que me saca de mí, que me fuerza a leerla en voz alta y a favorecer su contagio, que me explica el mundo y me pone en pie de guerra con el mundo y me refugia de él y me revela con la misma vehemencia todo su horror y toda su belleza."
Un andar solitario entre la gente no es un libro propio para todos los paladares. Para abordarlo es necesario contar con un estado de ánimo sereno y disfrutar con las observaciones, a veces puntillosas hasta lo obsesivo, de un escritor que quiere explicar el mundo o al menos una parte del mismo. Y después de la lectura, lanzarse a recorrer caminatas propias que nos permitan observarlo todo y analizarlo todo, aunque nunca lleguemos a entender nada del todo.
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