Los que crecimos en los años ochenta sentimos nostalgia de aquellas visitas al videoclub del barrio en las que era frecuente terminar con algún título de la saga Rocky bajo el brazo. Y es que seguir la trayectoria del ficticio boxeador creado por Stallone a través de sus cuatro películas nos producía una especial fascinación. No solo nos fijábamos en las peleas, sino que nos gustaba comentar la evolución de la suerte de Rocky, como un tipo de barrio como nosotros iba ascendiendo a base de golpes, hasta conseguir su propia mansión. En una de las partes, creo recordar, contaba hasta con un robot, una anécdota muy celebrada por nosotros. Aunque en algunos aspectos hayan quedado como demasiado efectistas, las películas siguen siendo iconos venerados por mucha gente, hasta el punto de que se siguieron filmando continuaciones con desigual fortuna, hasta llegar a la que hoy nos ocupa, que quizá quiere ser una especie de reinicio de la serie con un nuevo personaje, el hijo del primero de los rivales serios de Rocky, el recordado Apollo Creed.
Lo primero que llama la atención de Creed es lo bien dirigida que está. Contra todo pronóstico, se trata de una historia contenida, casi intimista, absolutamente respetuosa con el legado de la saga, pero que retrata muy bien nuestra época. La Filadelfia que se muestra al espectador es una ciudad decadente, bastante vapuleada por la crisis económica. Las imágenes son tristes y apagadas, como de un invierno eterno. Además Adonis Creed no busca tanto la fama o el triunfo como conocer al padre que murió (en circunstancias muy dramáticas) antes de que él naciera y quiere hacerlo probándose a sí mismo. Adonis es un hijo bastardo que ha crecido en hogares y reformatorios por lo que, a pesar de su ilustre apellido pugilístico, puede decirse que, como el propio Rocky, es un boxeador que surge de la nada. Porque una de las señas de identidad de la serie fue su componente social: el protagonista era un hijo del pueblo que, pese a que hacía realidad el sueño del american way of life, jamás renunciaba a sus orígenes. En su senectud, Rocky sigue habitando su barrio de siempre y moviéndose por los mismos ambientes.
Como en las anteriores películas, las peleas son tan importantes como el camino que se recorre hasta llegar a ellas. A pesar de que el mensaje sea cristalino como metáfora de la vida: la cultura del esfuerzo, la autosuperación para conseguir las metas, no se ahorran escenas de sufrimiento, dolor y sorpresas desagradables. Las propias peleas (también aquí, aunque con un estilo más contenido) son exageradas. Los contendientes se golpean repetidamente en la cabeza, sangran profusamente, se trituran entre ellos, algo que difícilmente vamos a ver con esta intensidad en un ring de verdad. Pero lo más insólito de Creed no es la nominación al Oscar de Sylvester Stallone como mejor actor de reparto, lo más sorprendente es que merece ganarlo.
No me quiero perder esa película y con tu comentario mucho menos. No obstante, aunque no he visto toda la saga te invito a ver lago que está detrás de la película y que me sorprendió ¿Puedes darle una revisión? Te garantizo que es muy corta. Te dejo el enlace http://tigrero-literario.blogspot.com/2015/07/la-historia-detras-de-rocky.html
ResponderEliminarNo me quiero perder esa película y con tu comentario mucho menos. No obstante, aunque no he visto toda la saga te invito a ver lago que está detrás de la película y que me sorprendió ¿Puedes darle una revisión? Te garantizo que es muy corta. Te dejo el enlace http://tigrero-literario.blogspot.com/2015/07/la-historia-detras-de-rocky.html
ResponderEliminarPara mí es de lo mejorcito de la saga Rocky.
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