Hasta ahora no he tenido suerte cuando me he acercado a la obra del japonés Haruki Murakami. Ni con After Dark ni con Tokio Blues he sentido el entusiasmo de sus millones de lectores, ni mucho menos he comprendido la necesidad de otorgarle el Premio Nobel. Quizá todavía no he encontrado la obra clave de su producción, la que justifique su fama, aunque bien es cierto que Tokio Blues es una de las que suscita mayores entusiasmos y la que le supuso empezar a ser conocido masivamente en su país y a nivel internacional, hasta el punto de que fue objeto de una adaptación cinematográfica.
Watanabe, el protagonista de Tokio Blues es un adolescente universitario que no tiene muy claros sus horizontes vitales. El joven tiene un carácter tímido, poca iniciativa y suele dejarse ir a remolque de los acontecimientos. Su vida se ha visto recientemente marcada por el suicidio de su mejor amigo. La novia de éste, Naoko, una muchacha muy sensible, comienza una relación con Watanabe, marcada por una inestabilidad emocional debida a los recientes acontecimientos, que acabará llevándola a un sanatorio. Durante toda la narración la atención del protagonista va a oscilar entre Naoko, que representa el amor puro, aunque imposible y Midori, una chica que conoce en la Universidad, mucho más terrenal, de carácter un poco caprichoso, pero muy vital, que también acaba de pasar por dramas familiares, aunque ella es capaz de superarlos con aparente poco esfuerzo.
Junto a estos tres protagonistas se mueven otros personajes: Reiko, la compañera de habitación de Naoko en el sanatorio o Nagasawa, el inteligente compañero de residencia de Watanabe y poseedor de una moral muy laxa: aunque tiene novia, no tiene inconveniente en salir a conocer conquistas de una sola noche (en compañía del protagonista, en muchas ocasiones) y quiere realizar la carrera diplomática, no por vocación, sino por diversión. Quizá Nagasawa sea el contrapunto de Watanabe, por cuanto si éste se preocupa constatemente de las personas que le rodean, él se preocupa casi exclusivamente de sí mismo.
La novela de Murakami funciona como crónica de las vicisitudes amorosas y existenciales de un adolescente un poco confundido y pasivo, pero que no deja de tener suerte con las mujeres a pesar de su total falta de iniciativa. Watanabe trata a todos los personajes de la misma manera, sean cuales sean sus circunstancias, quizá porque no es capaz de actuar de otra manera: sabe escuchar, sabe darse a los demás, pero todo esto parece hacerlo con bastante apatía o al menos con una falta de pasión impropia de su edad, salvo alguna que otra excepción.
No se puede decir ni mucho menos que Tokio Blues esté mal escrita. El estilo narrativo de Murakami es ágil, aunque demasiado propenso al detalle, sobre todo a la hora de describir pormenorizadamente las comidas que toman los personajes e incluso las cantidades que se dejan en el plato. La novela es interesante en cuanto a las pinceladas acerca de la vida cotidiana en el Japón de los años sesenta (cuyos estudiantes universitarios se habían contagiado del espíritu revolucionario que emanaba de París y otras grandes ciudades), convirtiéndose en ocasiones en un libro muy costumbrista, aunque esto esté siempre subordinado a su vocación sentimental. En cualquier caso, las influencias-homenajes del autor japonés provienen de occidente: La montaña mágica, de Thomas Mann y El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, entre otras. Tampoco hay que olvidar la importancia que tiene en la trama el fenómeno del suicidio, algo muy presente en una sociedad tan exigente y con alto sentido del honor como la japonesa.
La película de Tran Anh Hung es una adaptación cinematográfica muy convencional, muy fiel al original literario en la monotonía de su propuesta, aunque cuenta con la ventaja de poder reproducir su banda sonora, algo muy importante para la narración-pop de Murakami. Norwegian Wood se recrea ante todo en el romance de Watanabe y Naoko, intentando retratarlo como algo lírico a través de unas imágenes preciosistas y que pueden resultar un poco cargantes. Ni el libro ni la película consiguen su objetivo de emocionarme. Aunque sí que es verdad que lo han conseguido con otros muchos lectores-espectadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario