Cualquier lector de la obra de Federico García Lorca sabe de la fascinación que sentía el poeta granadino por las costumbres del pueblo llano. Aunque él había nacido en una familia relativamente rica, jamás se apartó de su inmenso interés por la cultura popular: los cantos, la música, las costumbres familiares, la presencia de una religión casi pagana y los tabúes establecidos. Andalucía aparece en Bodas de sangre como una tierra de alegría y tragedía, de vida y de muerte. El campo andaluz es el escenario perfecto para mostrar las pasiones desnudas de sus habitantes, que tienen mucho de atávicas. Cuando se produce un enfrentamiento entre dos familias, la racionalidad deja paso a la ira ciega, a cuchillos rojos de sangre. Todo esto está presente en la adaptación cinematográfica realizada con gran riesgo estético por la directora Paula Ortiz.
Porque lo que va a encontrar el espectador en La novia es una interpretación contemporánea de Bodas de sangre, pero muy muy fiel a la esencia de la obra. La trama es sencilla, pero los sentimientos mostrados, muy complejos. Se trata de un triángulo amoroso, en el que una mujer debe decidir con qué hombre se queda. Uno proviene de familia rica (el novio con el que va a casarse) y ofrece una vida larga, estable y tranquila. El otro, de extracción más humilde, provoca en ella sentimientos indomables de deseo. Pero elegirlo a él, abandonar la boda, significa vivir una efímera pero intensa pasión torrencial, que desembocará en una tragedia inimaginable. Los tres fueron compañeros inseparables en la infancia, pero enfrentamientos familiares los separaron. Ahora la boda, celebrada en una noche de luna llena, simbolo lorquiano de la muerte, es el punto límite para tomar las últimas decisiones. ¿Vencerá en la novia la razón o, por contra, se dejará arrastrar por la pasión?
Como ya he apuntado, la gran apuesta de Ortiz para esta producción es integrar la tragedia lorquiana en una estética singular, a lo que ayuda enormemente la magnífica fotografía de los paisajes almerienses en los que La novia se ha rodado. Si por algo se distingue esta elección es por lograr presentar los inmensos horizontes desérticos propios de aquellas tierras como un espacio opresivo. Como si quien allí hubiera nacido no pudiera alejarse mucho, ni de su vida ni de sus tierras, lo cual significa que el destino es el que domina la existencia de sus habitantes. Esto no significa que la culpa, una culpa inmensa y devoradora sea la auténtica triunfadora respecto a los hechos acaecidos en una noche de boda y de luna llena: una traición imperdonable que no puede ser explicada con palabras. Si les gusta Lorca, no duden en acercarse a contemplar la espléndida adaptación y el trabajo exquisito de esta directora y sus intérpretes, a la vez respetuosos con la obra de Lorca y capaz de explorar sus límites.
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