El estreno de una nueva película de la saga Star Wars, todos estamos de acuerdo en esto, constituye un acontecimiento que va mucho más allá de lo meramente cinematográfico. Porque la rentabilidad de esta película no depende solo de los resultados en taquilla (excelentes desde el primer instante), sino también de la cantidad de juguetes y productos relacionados que se vendan. En su momento George Lucas consiguió crear un mundo enteramente original, mezclando conceptos como los samurais, el western y el ejército nazi, entre otras muchas cosas. Pero lo más importante es que la saga en sí seguía el camino de un joven héroe según los esquemas de las historias tradicionales que había recogido Joseph Campbell en su famoso estudio El héroe de las mil caras. Todo esto se aderezó con unos efectos especiales espectaculares, al servicio de una historia contada a muy buen ritmo, que llegaría a cotas magistrales con la segunda entrega (quinto capítulo, según se mire), El imperio contraataca, que todavía hoy sigue siendo una de las grandes cimas del cine de fantasía y ciencia ficción. Respecto a la trilogía más moderna, que cuenta la caída de Anakin Skywalker en el lado oscuro, buena parte de los fans reniegan de ella, pero a mí me parece que, obviando algunos fallos evidentes, se trata de una obra muy valiente, que intenta transitar por nuevos caminos y se atreve a mostrarnos intrigas políticas y sentimentales en las que las que la Orden de los Jedi no sale tan bien parada desde un punto de vista ético como uno podía imaginarse.
Con estos precedentes y unos trailers muy prometedores, uno esperaba con ilusión moderada la nueva entrega de Star Wars, aunque con un poco de inquietud a la hora de descubrir si el sello Disney, que ahora goza de los derechos de la franquicia, iba a infantilizar en exceso el producto. Los primeros minutos de metraje parecían presagiar lo contrario, sobre todo porque la película parecía centrarse en un aspecto inédito de la saga: la vida cotidiana de esos soldados imperiales que hasta entonces eran seres sin personalidad dispuestos a recibir en el pecho el correspondiente disparo láser de las tropas rebeldes. También se nos presenta a Kylo Ren, una especie de fanático de Darth Vader que parece haberse unido al lado oscuro de la fuerza para parecerse a él. Si bien al principio su presencia y sus poderes parecen imponentes, su actuación posterior en el devenir de la trama es más bien patética, aunque esto parece explicarse por el conflicto interno en el que vive el personaje. Respecto al resto del elenco, Abrams ha intentado realizar una especie de transición entre lo nuevo y lo viejo, colocando a Han Solo como uno de los protagonistas y alimentando el misterio durante toda la película en torno al destino de Luke Skywalker. Los nuevos personajes, al menos en principio, parecen ser sucesores de cada uno de los roles de los antiguos, aunque habrá que ver si en futuras entregas desarrollan personalidades diferenciadas.
¿Y cómo es Star Wars: el despertar de la fuerza, como película? Pues su principal lastre es un guión absolutamente falto de originalidad, que desarrolla prácticamente el mismo esquema que el episodio IV, incluyendo una Estrella de la Muerte mucho más grande y poderosa, pero igualmente vulnerable. Además, la trama está llena de casualidades y acciones explicadas a medias o no explicadas en absoluto. Hay veces en que las cosas parecen pasar porque sí, sin demasiada coherencia interna. A pesar de las explicaciones del principio, si como espectadores dejamos hace treinta años a una Alianza Rebelde triunfante, no sabemos muy bien de dónde ha salido esa Primera Orden y si la República se ha mantenido durante este tiempo. Y el tratamiento del concepto de la Fuerza... Mejor no hablar de eso, porque ya lo han hecho miles de espectadores en diferentes blogs y comentarios. Solo decir que ha sido un error de tal entidad, que difícilmente van a poder solventarlo con explicaciones razonables en la próxima entrega.
Si bien los efectos especiales son tremendamente efectivos, gracias al ritmo que le impone Abrams a la acción, pero todo esto está lastrado por el escaso interés que suscita lo que sucede en la pantalla, ya que uno sabe más o menos lo que va a pasar en cada momento. Todo demasiado previsible en esta nueva entrega, que da la impresión de haber reducido el universo original en la misma proporción en la que ha crecido la Estrella de la Muerte. No se puede decir que se trate de una película aburrida, ni mucho menos, pero una vez que uno sale de la sala y del influjo de los efectos especiales, lo que queda en buena medida es una decepción demasiado evidente. Esperemos que todos estos graves problemas se eliminen la próxima vez a través de un guión que exprima todo el potencial de este universo.
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