Martín Circo es un hombre afortunado. O al menos eso cree él al principio. Ha ganado un premio en un concurso televisivo valorado en tres millones de euros. El premio incluye objetos tan útiles como un yate, una avioneta, coches de alta gama y una enorme mansión. Cualquiera envidiaría a Martín: de la noche a la mañana es poseedor de los bienes con los que muchos sueñan, bienes ostentosos que pueden ser exhibidos ante los demás como símbolo de estatus social privilegiado. Pero el protagonista, a pesar de ser profesor (con un contrato precario) de historia de la economía, no contaba con que ser rico cuesta dinero. Mucho dinero. En primer lugar, hay que pagar a Hacienda el IRPF por la mitad del valor de los bienes, además del Impuesto de Patrimonio. Además, hay que pagar cantidades insospechadas por el mantenimiento de los bienes. A Martín no se le ocurre nada mejor que seguir los consejos de su novia y solicitar un cuantioso préstamo al banco...
A partir de esta premisa y narrada por la voz en off del protagonista, Concursante, con una narrativa dinámica y acelerada, construye un interesante discurso acerca de las trampas del capitalismo. Martín es un pobre diablo al que ser rico le viene demasiado grande. En sus clases de economía repetía como un loro un discurso ultraliberal que tildaba de fraudulenta la doctrina de Keynes. Ahora que el triunfo capitalista ha llamado a su puerta, es paradójico que Martín pueda ver por fin su rostro monstruoso, ese que exprime a los incautos que viven por encima de sus posibilidades (definición, por cierto, que engloba a todos los españoles, según ha dicho más de una vez el gobierno).
Porque después de todo nuestro sistema funciona con el viejo método del palo y la zanahoria. Impulsa la competividad, la adquisición de bienes inútiles y, en última instancia, cuando llegan las crisis económicas exprime a los ciudadanos para pagar los excesos de unos pocos, que son los auténticos ganadores en este juego amañado. Hay dos personajes muy llamativos en Concursante: uno es el asesor fiscal, un tipo que da la impresión de saber moverse en la selva del dinero, dotado de un discurso seguro y agresivo que en realidad no transmite gran cosa. Otro es el del profesor-profeta anticapitalista, con un discurso mucho más lúcido acerca de las trampas de un sistema que se nutre en realidad de un dinero sin respaldo físico alguno, de deudas y promesas de pago futuro. Como corresponde a un hombre así, vive una existencia marginal, pero en menos tiempo del que supone (la película se rodó en 2006), sus predicciones serán cumplidas. Así pues, estos son los grandes méritos de Concursante: crear una historia adictiva, criticar al capitalismo de un modo muy original y, además, hacerlo en un año en el que la euforia económica había alcanzado en España sus más altas cotas.
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