domingo, 9 de septiembre de 2012
EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE (2003), DE MARK HADDON. SOBRE EL SÍNDROME DE ASPERGER.
He aquí una de las ventajas de asistir a clubes de lectura: a veces tengo que leer novelas que nunca me hubieran llamado la atención por sí mismas. A veces se confirma mi intuición, pero otras muchas agradezco haber tenido la oportunidad de acercarme a esa obra. Este es el caso de "El curioso incidente del perro a medianoche", que tenía íntimamente clasificada como el típico best seller intrascendente que no deja recuerdo alguno una vez terminado. Al menos, en esta ocasión, pensé, se trata de un libro ligero, por lo que el sufrimiento será mínimo.
Al comenzar a leerlo, creí que mis sospechas se confirmaban, pues me pareció una especie de parodia del género policíaco, narrada por un detective muy particular. Pero pronto esa impresión se alejó de mí y descubrí una trama muy original y seductora, narrada en primera persona por Christopher, un muchacho que padece el síndrome de Asperger.
Vaya por delante que apenas conozco los síntomas y las variedades de este tipo de enfermedades, por lo que no puedo juzgar lo acertado del retrato del personaje, aunque las críticas de los expertos parecen positivas en este aspecto. Christopher es un ser incapaz de sentir empatía, cuyos principales sentimientos tienen mucho que ver con el instinto de supervivencia. Parece incapaz de hilvanar un discurso basado en el pensamiento abstracto, pero a la vez es un genio en cálculo y matemáticas, tanto que para él el cálculo mental supone una especie de terapia capaz de liberarlo de tensiones en los momentos más angustiosos. Su instinto de conservación es tan poderoso, que cuando descubre que ha sido su padre el que ha matado al famoso perro del título (no descubro nada trascendental de la trama, no van por ahí los tiros de la novela), huye de casa aterrorizado, pues ya no se siente seguro al lado de su progenitor.
Las mejores páginas del libro son aquellas en las que el protagonista deambula por un Londres que para él es un inmenso laberinto repleto de terroríficas pruebas que debe ir superando si quiere llegar a casa de su madre. Lo que para cualquiera de nosotros sería un viaje convencional, para Christopher es un auténtico reto: el mero hecho de atravesar un túnel del metro se convierte en una auténtica odisea porque su mente es incapaz de asumir tantos elementos nuevos. Su enfermedad requiere una existencia marcada por la rutina, por los horarios fijos: cualquier alteración de los mismos supone una seria perturbación al orden establecido, por lo que el viaje emprendido supone una auténtica heroicidad para alguien en su estado.
No quiero terminar este escrito sin rendir un pequeño homenaje a los padres de Christopher, los grandes olvidados en los comentarios que pueden encontrarse en internet acerca de esta novela. Tener un hijo así, siendo como son humildes trabajadores de clase media, supone un auténtico desafío y ellos no han sido capaces de superarlo. Es muy probable que la principal causa de su separación haya sido el imprevisible Christopher, cuyas exigencias vitales no se encuentran preparados para satisfacer por completo. El diario que escribe el protagonista da cuenta de sus terribles peleas desde su punto de vista objetivo y frío. Y el lector no puede evitar pensar en como sería su vida si algún día se viera en una situación parecida.
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Una historia tremenda, Miguel. No recuerdo quién me habló de este libro hace tiempo, pero debe ser una lectura de esas que no te dejan nada indiferente.
ResponderEliminarMe lo apunto en pendientes.
Abrazos
Nada, no hay que preocuparse por este libro, porque se lee en un suspiro.
ResponderEliminarAbrazos.