lunes, 26 de octubre de 2009

SIEMPRE ES 11 DE MARZO EN BAGDAD.


Aunque últimamente la tenemos en el cajón de los conflictos olvidados, la guerra de Irak todavía existe. Normalmente aparece en alguna noticia fantasmal de la sección internacional del periódico, cuando los muertos del atentado del día no pasan de veinte o así. Cuando la franja de muertos está entre los 20 y los 50, la tipografía se amplía un poco y el lector tiene más posibilidades de fijarse en ella, aunque le parezca algo irreal, de otro mundo. Cuando los muertos sobrepasan los cien, el atentado del día tiene el honor de ser puesto en portada, con foto en color y todo. El lector habitual no tendrá más remedio que reflexionar, aunque sea brevemente: "¡vaya!, todavía siguen las cosas mal por allí" y pasar seguidamente a las últimas y jugosas declaraciones en torno a una guerra más soterrada, pero no por ello menos sanguinaria: la declarada entre Alberto Ruíz Gallardón y Esperanza Aguirre. El periódico huele muy mal algunas mañanas.

Realmente, también en eso de ser víctima del terrorismo hay jerarquías. Un pequeño atentado de ETA en España provocará debates y sesudos análisis que engrandecerá sus efectos. Los atentados de Bagdad necesitan un determinado número de muertos para ser noticia y, aún así, solo son flor de un día. La prensa no nos va a bombardear con la lista de los muertos, con pequeñas biografías y declaraciones de sus familiares. Los muertos son iraquíes y eso basta. Muertos que pasan a formar parte de una enorme montaña que cualquier día se desmoronará sobre nuestras cabezas. Porque resulta que eran personas iguales a nosotros, por mucho que no lo queramos creer, con carne, sangre, nervios y capacidad de sentir dolor y sufrimiento infinitos. Decenas de personas que murieron definitivamente ayer después de haberse pasado muchísimos meses experimentando una muerte lenta: la del miedo, el caos y la falta de esperanzas que atenazan a un país conquistado triunfalmente por un personaje al que últimamente le hemos perdido la pista. Seguramente estará gozando de su jubilación dorada, sin leer periódicos.

2 comentarios:

  1. Hace poco leí "Rendición o hambre" de Robert Kaplan, un libro escrito hace 20 años sobre la hambruna en Etiopía, que en su momento dio lugar a un cierto movimiento mediático para salvar a millones de víctimas de la sequía (parece ser que era más bien como consecuencia de una guerra civil).

    El libro es interesante porque comenta cómo las catástrofes que suceden en el mundo sólo las conocemos a través del complejo mediático. Una bomba en Irak "de 150 muertos" puede pasar desapercibida si se produce una "de 5 heridos" en París. Igualmente, un terremoto de Indonesia puede ser ocultado por un huracán en Hawai.

    Según Kaplan, el accidente del transbordador Challenger, en 1986, ocultó la tragedia que soportaban por entonces millones de etiopes y paralizó movimientos de ayuda en su favor. Otras veces es peor: la situación de los refugiados era reflejada dependiendo de las instalaciones de acogida para los periodistas. Muchos periodistas no informaban más que desde algunos puntos porque podían visitar a los refugiados desde hoteles con agua corriente, en otros casos en que no había hotel (ni menos, agua corriente) preferían no informar. Para la típica foto del niño hambriento ya les bastaba el campamento de refugiados mejor comunicado. Mala suerte.

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  2. Muy interesante todo lo que cuentas, Francisco. Bien es cierto que en el mundo actual solo existe lo que sale en los telediarios y en cuestión de atentados terroristas, solo van a ser noticia los más espectaculares, por lo que la competencia es grande. Por cierto, mira por donde, hoy ha vuelto a salir Bush. Nada menos que para dar una conferencia sobre Dios y la oración, temas en los que seguro es un erudito, pues según contó en cierta ocasión, fue el mismísimo Dios quien le recomendó la invasión de Irak. Ahora solo falta que le indique como salir de allí.

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