jueves, 19 de marzo de 2009
WATCHMEN, DE ALAN MOORE Y DAVE GIBBONS. LA TAREA DEL SUPERHÉROE.
¿Quién vigila a los vigilantes? Bajo esta premisa, el guionista Alan Moore, autor de otras maravillas como "V de Vendetta" o "From Hell", revolucionó para siempre el comic de superhéroes y realizó una reflexión demoledora de todos los tópicos que le rodean, convirtiéndose instantaneámente en un clásico junto a "El retorno del Caballero Oscuro", de Frank Miller.
La acción transcurre en un año 1985 alternativo. El presidente Nixon ha alcanzado su tercer mandato. Los superhéroes han existido realmente (aunque sin superpoderes), pero fueron prohibidos por una ley de 1977. La excepción a la regla es el Dr. Manhattan, al que un accidente confirió unos poderes casi divinos. Gracias a su actuación, Estados Unidos ganó la Guerra de Vietnam y mantiene en jaque a la Unión Soviética, que a su vez lo califica como "instrumento del imperialismo". La tensión entre las dos superpotencias no para de crecer y se espera una guerra nuclear inminente. La historia arranca con el asesinato del Comediante, un "héroe" que trabajó toda su vida para el gobierno. La investigación de este crimen va a desencadenar la compleja trama, nos va a dar a conocer a magníficos y complejos personajes y Moore va a llevarnos de la mano por una historia que abarca más de cuarenta años. La descripción de una sociedad con sutiles variaciones respecto a la que conocemos es uno de los puntos fuertes de la historia: el ambiente de una Nueva York decadente, los artículos explicativos (recortes de prensa, capítulos de libros...) que aparecen al final de cada episodio y sobre todo la sensación de hiperrealismo, algo muy difícil de conseguir en un cómic.
Los personajes son uno de los puntos fuertes de la función: el Dr. Manhattan, el superhombre cada vez más deshumanizado, cada vez más desligado de su condición humana originaria, Rorschach, neurótico y obsesionado con su idea de justicia, implacable y cruel con los criminales, el Comediante, un asesino a sueldo del gobierno, violador y cínico, Búho Nocturno, quizá el más humano de los personajes, que llega a plantearse su pasada condición de superhéroe, preguntándose si no estuvo haciendo el ridículo, si no fue un acceso de inmadurez lo que le llevó a salir por la noche con un traje vistoso y ajustado, pero anhelando secretamente aquellos tiempos, Espectro de Seda, destinada a ser superheroína desde su nacimiento y desorientada sobre su papel en el mundo y por fín Ozymandias, el hombre más inteligente del mundo, destinado a un importante y sorprendente papel en la trama.
Originariamente, los superhéroes nacieron como respuesta a los anhelos más secretos del hombre común: volar, tener superfuerza, poseer una identidad secreta... Los personajes eran totalmente planos en su perfección: resolvían sus problemas en treinta y dos páginas y su mundo no cambiaba nunca. Los comics de Marvel de los años sesenta intentaron dar una vuelta de tuerca a este panorama humanizando a los superhéroes y dando más importancia en ocasiones a los problemas de la identidad civil del protagonista que a los superheroicos. Todo muy original, si no fuera por un problema: resulta poco creíble. Los personajes apenas evolucionan década tras década y cuando algo cambia, es para que todo permanezca igual. Resulta difícil de tragar que Spiderman, por poner un ejemplo, tras cuarenta años ininterrumpidos de aventuras y cientos y cientos de apariciones en toda clase de títulos, siga siendo un treintañero, después de tantos problemas y tantas tragedias. La historia de los personajes es una losa sobre su continuidad y sobre su credibilidad. En "Watchmen" no ocurre nada de eso, sino que se nos informa de la biografía de los personajes a través de los años y sus edades se corresponden con la historia. Los superhéroes resultan ser humanos, demasiado humanos, se plantean su lugar en el mundo, cometen errores, practican el sexo (algo tabú en los comics Marvel y DC), pierden los papeles y el comic deleita al lector por su imprevisibilidad y unos giros en la trama perfectamente justicados que funcionan como un mecanismo de relojería.
Los dibujos de Dave Gibbons complementan a la perfección el guión de Moore. Pocas veces se ha visto un diseño de página tan perfectamente planificado, que en ocasiones funciona como un espejo, consiguiendo sorprendentes simetrías en algunas imágenes. El guión se acerca más al de una obra literaria que a un mero comic de superhéroes poseyendo infinitos grados de lectura. Se puede leer y releer "Watchmen" cuantas veces se quiera. Siempre se le encontrarán nuevos sentidos a los textos. Hay un simbolismo muy latente en todo el guión.
La obra nos presenta a los vigilantes no como héroes, sino como fascistas que se toman la justicia por su mano en mayor o menor medida. Roschach representa esta imagen llevada a sus últimas consecuencias. Si existieran superhéroes de verdad es muy probable que acabara aprobándose una ley para prohibirlos y controlarlos. El Estado no puede tolerar tener a gente incontrolada aplicando su propia ley, por muy buenas que sean sus intenciones. El Dr. Manhattan es un caso aparte. Más que un superhéroe, los políticos lo utilizan como una superarma. Su desaparición, hastiado de los asuntos de la Tierra, deja la defensa estadounidense en pañales. La frase con la que he abierto el artículo "¿Quién vigila a los vigilantes?" cobra aquí todo su sentido. No es solo aplicable a los vigilantes nocturnos, a los presuntos superhéroes, sino que sería más adecuada para los gobiernos que juegan a la guerra teniendo a sus ciudadanos como rehenes, ciudadanos a los que solo les llega una pizca de información, insuficiente para conocer lo que realmente se cuece...
La obra es como un prisma que admite mil miradas distintas y que responde a nuestras preguntas con otras cuestiones aún más complejas. Un hito en la historia del comic, que puede acallar a aquellos que siguen diciendo que la historieta es cosa de críos. El noveno arte tiene mucho que expresar y "Watchmen", una de sus cumbres, tiene mucho que decir sobre esto. El tiempo no hace más que mejorarla, como los buenos vinos.
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