lunes, 23 de marzo de 2009
THE READER (2008), DE STEPHEN DALDRY. LA HUMANIZACIÓN DE UNOS PERSONAJES.
De vez en cuando, en contra del tópico, una película mejora el original literario en el que se basa. Este es el caso. Sin desmerecer en absoluto la interesantísima novela de Bernhard Schlink en que se basa, comentada varios post más abajo, la realización de Stephen Daldry realmente da vida a unos personajes que encontré en la narración un tanto anquilosados, quizá por haber sido descritos un poco friamente, desde el exterior. En "The reader" Kate Winslet, David Kross y Ralph Fiennes, con sus magníficas interpretaciones logran que el espectador se interese por las emociones y sentimientos de unos personajes que en la novela solo servían como excusa para que el novelista hablara del tema que le interesaba: el problema de la culpa en la Alemania vencida de la postguerra.
En cualquier caso, el guión cinematográfico sigue casi paso por paso el esquema de la novela, aunque desarrolla un personaje realmente interesante, pese a sus cortas apariciones: el profesor que dirige el seminario dedicado al juicio de Hanna y sus antiguas compañeras, un Bruno Ganz que realiza el gran trabajo al que nos tiene acostumbrado en el difícil papel de representante de la generación que vivió la Guerra Mundial, a la que parte de sus jóvenes alumnos culpabiliza colectivamente de los horrendos crímenes cometidos en aquella época (es difícil olvidar, en este contexto, la increíble interpretación de Hitler por parte de este actor en "El hundimiento"). En la película entendemos mejor las motivaciones de Hanna, la vergüenza de su analfebetismo y su valentía al admitir los hechos (no hubieran estado mal unas escenas de los sucesos que constituyen la piedra angular de la acusación, el bombardeo del pueblo y el incendio de la iglesia repleta de prisioneras), mientras Michael observa "confundido entre la muchedumbre que la abuchea convirtiéndola en el chivo expiatorio de la cobardia de todo un país", como expresa perfectamente Quim Casas en la revista "Dirigido". Hanna carga con su culpa y, por ende, con la de un sistema perverso sostenido por prácticamente todos los alemanes. Su condena descarga conciencias. Ella también intenta ir descargando la suya poco a poco. De ahí vienen algunas de las escenas más emocionantes del film, con un Michael maduro, magníficamente interpretado por el gran Ralph Fiennes, grabando clásicos de la literatura para enviarlos a su antigua amante. El reencuentro entre los dos, ya en los años ochenta, será bastante patético y sus consecuencias finales, trágicas. Michael también se ve salpicado por la culpa, siente que podía haber hecho más por Hanna y por su propia conciencia, marcada por el amor que ha seguido sintiendo por ella. Después de todo es un privilegiado: nació después de la guerra y no tuvo que someterse al régimen imperante, como tantos alemanes hicieron por mera comodidad o por inercia.
Una película que sigue la estela de reflexiones de la novela acerca del problema de la culpa colectiva de todo un pueblo, pero con personajes mucho más cercanos y humanos. Para no perdérsela.
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