"Yo fui niño en una época de esperanza. Quise ser científico desde mis primeros días de escuela. El momento en que cristalizó mi deseo llegó cuando capté por primera vez que las estrellas eran soles poderosos, cuando constaté lo increíblemente lejos que debían de estar para aparecer como simples puntos de luz en el cielo. No estoy seguro de que entonces supiera siquiera el significado de la palabra "ciencia", pero de alguna manera quería sumergirme en toda su grandeza. Me llamaba la atención el esplendor del universo, me fascinaba la perspectiva de comprender cómo funcionan realmente las cosas, de ayudar a descubrir misterios profundos, de explorar nuevos mundos..."

La denuncia principal de Sagan, centrándose en su país, Estados Unidos, es la gran ignorancia que existe entre la ciudadanía en estas materias. La tecnología, con sus avances continuos y vertiginosos, influye cada día más en la vida cotidiana de la gente, pero nadie parece interesarse en comprender las leyes que la hacen funcionar. Más bien, sigue argumentando el autor, la superstición y la ignorancia han adquirido un insólito prestigio, lo cual deja indefensos a los ciudadanos frente a los poderes públicos y económicos, sumidos en una oscuridad que solo la luz del conocimiento puede mitigar.

La ciencia como explicación racional del mundo

Los mayores ataques a la ciencia suelen provenir de aquellos que critican sus lagunas, sus teorías siempre sujetas a cambios, su compleja explicación del mundo, en suma, que suele refutar las concepciones tradicionales, sostenidas normalmente por las religiones y por las creencias en lo paranormal. El método científico no es perfecto: sus resultados siempre están sujetos a revisiones y modificaciones, debido a su complejidad, pero, como bien dice Carl Sagan, es lo mejor que tenemos.

Las religiones ofrecen certezas absolutas, sistemas presuntamente sólidos y sin grietas, donde todas las preguntas tienen respuestas. Claro que, exigen a sus seguidores una fe absoluta sin ofrecer prueba alguna. La ciencia no ofrece respuesta a todas las preguntas y cuando ofrece alguna, siempre puede ser objeto de revisión, pero cuando las leyes científicas quedan establecidas no lo hacen a través de meras suposiciones o especulaciones, sino gracias a pruebas rigurosas, a las que puede tener acceso cualquiera. No es tan fácil como aceptar unos dogmas de fe irracionales, pero mucho más revelador, más hermoso y más auténtico. Cuando alguien enferma gravemente tiene muchas más probabilidades de recuperarse a través de la ciencia médica que por el poder de la oración:

"La razón por la que la ciencia funciona tan bien es en parte este mecanismo incorporado de corrección de errores. En la ciencia no hay preguntas prohibidas, no hay temas demasiado sensibles o delicados para ser explorados, no hay verdades sagradas. Esta apertura a nuevas ideas, combinada con el escrutinio más riguroso y escéptico de todas las ideas, selecciona el trigo de la cizaña. No importa lo inteligente, venerable o querido que sea uno. Debe demostrar sus ideas ante la crítica decidida y experta. Se valoran la diversidad y el debate. Se alienta la formulación de opiniones en disputa, sustantivamente y en profundidad."

Los ovnis y la creencia en las abducciones

El siglo XX, el siglo de la tecnología y de la aviación, ha creado un mito propio: los ovnis y los visitantes extraterrestres, cuyos avistamientos se agudizaron con la llegada de la Guerra Fría, en la segunda mitad de los años cuarenta. Sagan hace especial referencia a la multiplicación de testimonios de personas que aseguran haber sufrido una abducción por parte de entidades alienígenas, al igual que en la Edad Media muchos decían recibir visitas nocturnas de demonios, algo ya superado hoy día, una época en la que la tecnología hace sombra a la religión:

"Así, en una época en que las religiones tradicionales se han visto sometidas al fuego abrasador de la ciencia, ¿no es natural envolver a los antiguos dioses y demonios en un atuendo científico y llamarlos extraterrestres?"

Curiosamente, el término "platillo volante" surgió de un equívoco. Fue un piloto civil, que observó algo inusual en el cielo en una de sus rutas, el que describió el movimiento de unos objetos que volaban con el mismo movimiento que un platillo cuando se lanza contra el agua. Los periódicos interpretaron mal sus palabras y publicaron que el testigo había visto unas naves con forma de platillos volantes, cuando lo que él vio fueron unos artefactos alados. La descripción hizo fortuna y a partir de entonces pareció calar en la conciencia colectiva, pues se multiplicaron los avistamientos de naves con esas características.

El mismo Carl Sagan siempre ha especulado acerca de la posibilidad del encuentro con civilizaciones extraterrestres, impulsando, entre otras cosas, el proyecto SETI, de búsqueda de señales electromagnéticas en el espacio, pero siempre lo ha hecho con una perspectiva tan apasionada como racional. Casi todos los avistamientos de ovnis, cuando no son engaños o patrañas, tienen una explicación científica (prototipos de nuevos aviones, meteoritos, globos sonda...). Si los extraterrestres nos visitaran tan habitualmente como se pretende, hace tiempo que tendríamos alguna evidencia irrefutable. Existen otras variantes, como los dibujos geométricos realizados en campos de maíz, una elaborada broma que se extendió por varios países, hasta que sus inventores originales se descubrieron.

Las curaciones milagrosas

Algunas de las más populares creencias irracionales tienen origen religioso. La gente se acerca a la talla de un Cristo o una Virgen o peregrina a algún lugar santo famoso por sus apariciones marianas, como Lourdes, esperando que se produzca el milagro de que sus peticiones sean atendidas, pero las posibilidades de curación espontánea de enfermedades en estos casos es más o menos la misma que la que se produce en condiciones normales: una entre un millón. Es normal que cuando se produce una, se atribuya a la intervención divina y no a una fortuna estadística.

La enseñanza de la ciencia

Los últimos capítulos de este libro excepcional son un llamamiento a la enseñanza de la ciencia en Estados Unidos, a combatir la ignorancia fomentada por grupos como los creacionistas, que quieren borrar de un plumazo las sólidas teorías darwinistas para imponer su doctrina religiosa y a que el ciudadano medio sea consciente que el poder que proporciona el conocimiento científico ha de estar en manos adecuadas y utilizarse de manera correcta, sobre todo en el ámbito militar.
Quien no se interesa por el conocimiento es fácilmente manipulable. La necesidad de creer en algo, de encontrar un sentido a la existencia es la madre de las explicaciones fáciles. Esto es lo que ofrecen las pseudociencias: la astrología, la parapsicología o la ufología. El escepticismo es la mejor arma contra las creencias irracionales:

"El pensamiento escéptico es simplemente el medio de construir, y de comprender, un argumento razonado y - especialmente importante - reconocer un argumento falaz o fraudulento. La cuestión no es si nos gusta la conclusión que surge de una vía de razonamiento, sino si la conclusión se deriva de la premisa o punto de partida y si esa premisa es cierta."

"El mundo y sus demonios" debería ser una lectura obligatoria en todas las escuelas, pues se trata de un catecismo laico que enseña a ejercitar el pensamiento crítico, que nos previene contra las pseudociencias y nos enseña a valorar el método científico como la mejor manera de acercarnos a la verdad, en unos tiempos especialmente necesitados de la iluminación de la diosa razón.