Los cuentos del autor argentino se caracterizan por su brevedad, lo cual no quiere decir que su lectura sea fácil. En cada frase de Borges puede estar condensado todo el universo. Su enorme erudición le permite adornar los relatos con datos, siempre verosímiles, de autores y libros tanto reales como ficticios. Él mismo dejó desvelado su secreto:

"Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído."
Lo importante en la narrativa borgiana es el logro de la perfección, tanto en escritura como en contenido, conseguir obras de arquitectura literaria primorosamente minimalistas. Cada cuento constituye un asombro diferente, un completo replanteamiento de nuestra realidad. Borges mezcla filosofía y fantasía con una rara competencia. Los estudios sobre su obra, escritos desde las más variadas ópticas, son innumerables.

Uno de los aspectos más polémicos de Jorge Luis Borges como escritor fue la injusticia que supuso la no concesión del Premio Nobel a un hombre cuya existencia era pura literatura, el hombre cuyo paraíso ideal lo constituía una biblioteca infinita. La motivación fue política: Borges había sido condescendiente con las dictaduras de Chile y Argentina, aunque al final de su vida de desdijo de estos errores. Aún sigue escociendo entre sus compatriotas su falta de compromiso en esos años terribles de represión y torturas. En todo caso, el argentino era merecedor del premio, que celebra estrictamente una obra literaria y no debería tener en cuenta ningún otro aspecto del galardonado.

"El Aleph" quizá sea junto a "Ficciones" la colección de cuentos más famosa de Borges. Ambas fueron escritas ya en los años de plena madurez literaria del autor. La constante de estos relatos es el asombro. Asombro ante el mundo, ante un universo que en la mirada del autor argentino se convierte en una inagotable fuente de sabiduría que la pequeñez de un hombre solo puede atisbar.

Los conocimientos secretos, los tesoros infinitos, el deseo de inmortalidad (y de totalidad), la idea del tiempo como circularidad, la fascinación por los laberintos, la importancia de los símbolos, el sentido de la historia humana... Todos son temas tratados por Borges, que los encaja a la perfección en el inmenso puzzle que constituye su escritura. Al lector solo le cabe maravillarse, releer, interpretar y especular acerca de unas revelaciones que parecen estar en todo momento al alcance de la mano, pero que al final se tornan demasiado resbaladizas. En todo caso, el lector nunca quedará colmado y necesitará saciar su sed de conocimientos o, lo que es lo mismo, de literatura. Podemos ver ejemplos seleccionando algunos de los mejores relatos.

En este cuento, el más largo de la colección, se narra la búsqueda del tribuno romano Marco Flaminio Rufo de un río que transforma en un ser inmortal al que bebe de él. Al conseguir su propósito, después de innumerables trabajos, descubre con horror que la inmortalidad es una maldición. Los inmortales, que él toma en principio por salvajes, son seres ruinosos que viven sin atender al mundo, en la pura especulación. Él vivirá todas las vidas posibles en un afán nuevo: encontrar el río que le libre de su condición de inmortal:

"Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible es saberse inmortal."

En este relato, la condición del personaje que escribe en primera persona no se desvela hasta el final. Borges toma partido por el monstruo, por el diferente y hace que el lector descubra su punto de vista o, más bien, que sea Asterión mientras dura la narración. El laberinto en el que habita constituye su única realidad, el mundo en el que, paradójicamente, sabe guiar sus pasos. Salir del laberinto significa encontrar las terroríficas caras de los hombres. Su relación con éstos solo se da cuando se le ofrecen como objeto de sacrificio, a los que despacha alegremente mientras espera la llegada de su redentor.

Este es uno de los cuentos más polémicos de Borges, porque penetra con tanta verosimilitud en el alma de un nazi derrotado, pero no arrepentido, que parece que el escritor estuviera hablando a través de las palabras de su personaje. Para muchos simpatizantes de Hitler, los años de dominación sobre Europa, en la primera fase de la Segunda Guerra Mundial, constituyeron una época dorada, una época en la que pudieron llevar a cabo su voluntad de poder en la particular interpretación de Nietzsche por parte de los nazis
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"El nazismo, intrínsecamente, es un hecho moral, un despojarse del viejo hombre, que está viciado, para vestir el nuevo
(:..) Mientras tanto, giraban sobre nosotros los grandes días y las grandes noches de una guerra feliz. Había en el aire que respirábamos, un sentimiento parecido al amor.
(...) Hitler creyó luchar por un país, pero luchó por todos, aun por aquellos que agredió y detestó. No importa que su yo lo ignorara; lo sabían su sangre, su voluntad. El mundo se moría de judaísmo y de esa enfermedad del judaísmo que es la fe de Jesús; nosotros le enseñamos la violencia y la fe de la espada."

Palabras ciertamente arriesgadas, aún en boca de un personaje literario. Al final, el mismo personaje comprende que la derrota es la redentora de sus pecados y acepta su condena a muerte.

"El Aleph" es un intento de describir la totalidad, el infinito, todos los sucesos de todos los tiempos en un mismo instante. Tarea imposible para lo que, en nuestra limitada humanidad, podemos considerar un cuento perfecto. El mismo Borges anuncia la imposibilidad de su tarea:

"Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato, empieza, aquí, mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten: ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph?"

El escritor supera el trance describiendo sus recuerdos (los recuerdos de su abrumado personaje), por fuerza limitados. Quizá su propia mente le esté engañando, pues al final confiesa dudar de la existencia del Aleph. Un gran engaño, un sublime engaño que nos hace comprender las verdades del mundo. Eso es la literatura.