El segundo artículo que he publicado en Suite 101 se dedica a analizar el último libro que hemos leído en club de lectura de la Biblioteca Provincial, enmarcándolo en el contexto de la época. Voltaire es uno de mis autores favoritos, nunca me he cansado de leer sus cuentos, unos escritos divertidísmos, obras maestras de la ironía y la reflexión filosófica. "Cándido" es una de sus obras cumbre, dedicada a combatir el optimismo antropológico de quienes creen que todo lo que sucede es lo mejor que podría suceder y la idea de Dios como Ser infinitamente bueno y poderoso. Aquí el artículo:
El pensamiento ilustrado se caracteriza por la curiosidad, por querer abarcar todos los conocimientos de la época y fomentar la investigación científica sin interferencias políticas o religiosas (buena muestra de ello la constituye laEnciclopedia deDiderot y d´Alembert y ante todo por la idea de tolerancia: la idea revolucionaria de que todos los hombres nacen iguales en derechos y deberes. Durante todo el siglo XVIII fue germinando la semilla que daría lugar a la Revolución Francesa.
Voltaire es el representante perfecto del pensamiento ilustrado
del Siglo de las Luces. A comienzos de su carrera el teatro y la poesía
fueron sus intereses primordiales. Sus intentos de medrar entre la
nobleza fueron infructuosos, hasta que fue tomando conciencia de lo
injusto de la organización social de su tiempo y de la intolerancia que
la sustentaba. A partir de ese momento, entre exilios y regresos a
Francia, se dedicó a combatir en pos de la racionalidad contra elfanatismo imperante.
Los derechos dinásticos de la nobleza, lo absurdo de las guerras y la
irracionalidad de las religiones fueron algunos de los principales
blancos de sus afilados dardos. Una de sus ambiciones principales fue
conseguir respeto y protección a las figuras del intelectual y del
científico por parte del Estado.
Los cuentos de Voltaire pueden calificarse como "literatura de combate", ya que su fín primordial es la lucha contra el Antiguo Régimen. Una de las armas principales en este combate es la ironía: los escritos de Voltaire suelen ser burlescos e irrespetuosos con el orden establecido. En contra de lo esperado por el propio autor, sus farragosos ensayos históricos o sus poemas apenas tienen vigencia en la actualidad. Son sus narraciones lo más leido y celebrado de Voltaire, donde mejor se manifiesta su espíritu libre. Realmente es el género literario en el que las ideas pueden llegar a mayor número de personas, una inteligente manera de "instruir deleitando". Por desgracia, aún se necesita de las ideas de Voltaire en el mundo actual, todavía salpicado de intolerancia y fanatismo.
El principal resorte que llevó a Voltaire a escribir "Cándido" fueron las noticias que le llegaron acerca del terromoto de Lisboa, en 1755. Una de sus Cartas es el mejor testimonio de su perturbación ante la gravedad de los hechos:
"Ahí tenéis, señor, una física muy cruel. Ha de costar mucho trabajo adivinar cómo las leyes del movimiento provocan desastres tan espantosos en el mejor de los mundos posibles. Cien mil hormigas, nuestro prójimo, aplastadas de golpe en nuestro hormiguero, y la mitad pereciendo sin duda en angustias inexpresables en medio de cascotes de los que no se le puede sacar. (...) ¡Qué triste juego de azar! (...) ¿Qué dirán los predicadores?" (Recogida en el prólogo de Mauro Armiño a "Cuentos completos en prosa y verso", de Voltaire. Círculo de Lectores, 2006).
El "Poema sobre el desastre de Lisboa o examen de este axioma: "Todo está bien" ", publicado el año siguiente va a constituir su primer testimonio en contra de la idea del orden divino. El poema constituye un auténtico grito contra el absurdo de la existencia, del azar que mata a inocentes y hace tambalear la idea de un Dios justiciero. Aunque Voltaire no llegó a declararse ateo, algo impensable en su época, sin duda tuvo dudas acerca de la existencia de Dios. Lo que sí tuvo claro es que no podía aceptar las ideas filosóficas de Leibniz que presentaban a un Dios perfecto, todopoderoso e infinitamente sabio, bondadoso y justo.
En "Cándido", el autor va a hilar mucho más fino y va a presentar a un protagonista que hace honor a su nombre. Educado por su maestro Pangloss en la idea de que se vive en el mejor de los mundos posibles y que todo lo que sucede es lo mejor que puede ocurrir, el protagonista va a afrontar una auténtica espiral de desgracias con el firme optimismo heredado de su preceptor sirviéndole como escudo que poco a poco se va resquebrajando, hasta oírle decir en un determinado momento:
"- ¿Qué es el optimismo?, decía Cacambo. - ¡Ay!, dijo Cándido, "es el empeñarse rabiosamente en sostener que todo está bien cuando todo está mal" (Cándido o el optimismo, traducción de Elena Diego, pag. 120. Ediciones Cátedra).
No hay mejor definición del orden social imperante hasta aquel momento: los poderosos invocan la idea del mundo perfecto sostenido por la voluntad de Dios para estimular el conformismo y la ausencia de críticas de los oprimidos. Para los voces disidentes ya existen la represión y la intolerancia. A Cándido lo vemos convertido en un ser patético sosteniendo sus ideas optimistas contra viento y marea, engañandose a sí mismo. Aunque con un estilo exagerado y narrando hechos inverosímiles, el autor transmite a la perfección la idea de un mundo imperfecto, fuente de continuas desgracias, provocadas por el ser humano o por la naturaleza. Se presenta a los hombres como seres rapaces, siempre a la búsqueda de bienes materiales, continuamente aprovechándose de las ingenuidades de Cándido.
Al final, el protagonista a duras penas consigue lo que quiere, una vida tranquila junto a su amada, aunque tal condición no llega a satisfacerle del todo (ni a sus compañeros de penalidades), comprende que el mejor destino del hombre es ambicionar una vida sencilla, resumida en la expresión "cultivar el propio huerto". Una conclusión un poco triste: el hombre, que es incapaz de cambiar el mundo, dedicado exclusivamente al trabajo, sin razonamiento alguno, aislado de esta manera de la sociedad, de la que únicamente cabe esperar vicio, maldad y fanatismo. El optimismo transformado en un pesimismo resignado y sereno.
Los cuentos de Voltaire pueden calificarse como "literatura de combate", ya que su fín primordial es la lucha contra el Antiguo Régimen. Una de las armas principales en este combate es la ironía: los escritos de Voltaire suelen ser burlescos e irrespetuosos con el orden establecido. En contra de lo esperado por el propio autor, sus farragosos ensayos históricos o sus poemas apenas tienen vigencia en la actualidad. Son sus narraciones lo más leido y celebrado de Voltaire, donde mejor se manifiesta su espíritu libre. Realmente es el género literario en el que las ideas pueden llegar a mayor número de personas, una inteligente manera de "instruir deleitando". Por desgracia, aún se necesita de las ideas de Voltaire en el mundo actual, todavía salpicado de intolerancia y fanatismo.
El principal resorte que llevó a Voltaire a escribir "Cándido" fueron las noticias que le llegaron acerca del terromoto de Lisboa, en 1755. Una de sus Cartas es el mejor testimonio de su perturbación ante la gravedad de los hechos:
"Ahí tenéis, señor, una física muy cruel. Ha de costar mucho trabajo adivinar cómo las leyes del movimiento provocan desastres tan espantosos en el mejor de los mundos posibles. Cien mil hormigas, nuestro prójimo, aplastadas de golpe en nuestro hormiguero, y la mitad pereciendo sin duda en angustias inexpresables en medio de cascotes de los que no se le puede sacar. (...) ¡Qué triste juego de azar! (...) ¿Qué dirán los predicadores?" (Recogida en el prólogo de Mauro Armiño a "Cuentos completos en prosa y verso", de Voltaire. Círculo de Lectores, 2006).
El "Poema sobre el desastre de Lisboa o examen de este axioma: "Todo está bien" ", publicado el año siguiente va a constituir su primer testimonio en contra de la idea del orden divino. El poema constituye un auténtico grito contra el absurdo de la existencia, del azar que mata a inocentes y hace tambalear la idea de un Dios justiciero. Aunque Voltaire no llegó a declararse ateo, algo impensable en su época, sin duda tuvo dudas acerca de la existencia de Dios. Lo que sí tuvo claro es que no podía aceptar las ideas filosóficas de Leibniz que presentaban a un Dios perfecto, todopoderoso e infinitamente sabio, bondadoso y justo.
En "Cándido", el autor va a hilar mucho más fino y va a presentar a un protagonista que hace honor a su nombre. Educado por su maestro Pangloss en la idea de que se vive en el mejor de los mundos posibles y que todo lo que sucede es lo mejor que puede ocurrir, el protagonista va a afrontar una auténtica espiral de desgracias con el firme optimismo heredado de su preceptor sirviéndole como escudo que poco a poco se va resquebrajando, hasta oírle decir en un determinado momento:
"- ¿Qué es el optimismo?, decía Cacambo. - ¡Ay!, dijo Cándido, "es el empeñarse rabiosamente en sostener que todo está bien cuando todo está mal" (Cándido o el optimismo, traducción de Elena Diego, pag. 120. Ediciones Cátedra).
No hay mejor definición del orden social imperante hasta aquel momento: los poderosos invocan la idea del mundo perfecto sostenido por la voluntad de Dios para estimular el conformismo y la ausencia de críticas de los oprimidos. Para los voces disidentes ya existen la represión y la intolerancia. A Cándido lo vemos convertido en un ser patético sosteniendo sus ideas optimistas contra viento y marea, engañandose a sí mismo. Aunque con un estilo exagerado y narrando hechos inverosímiles, el autor transmite a la perfección la idea de un mundo imperfecto, fuente de continuas desgracias, provocadas por el ser humano o por la naturaleza. Se presenta a los hombres como seres rapaces, siempre a la búsqueda de bienes materiales, continuamente aprovechándose de las ingenuidades de Cándido.
Al final, el protagonista a duras penas consigue lo que quiere, una vida tranquila junto a su amada, aunque tal condición no llega a satisfacerle del todo (ni a sus compañeros de penalidades), comprende que el mejor destino del hombre es ambicionar una vida sencilla, resumida en la expresión "cultivar el propio huerto". Una conclusión un poco triste: el hombre, que es incapaz de cambiar el mundo, dedicado exclusivamente al trabajo, sin razonamiento alguno, aislado de esta manera de la sociedad, de la que únicamente cabe esperar vicio, maldad y fanatismo. El optimismo transformado en un pesimismo resignado y sereno.
Hola Miguel, ya leí tu artículo en Suit 101, estupendo, ¡si señor!
ResponderEliminarSaludos cordiales
Este tipo de literatura del siglo XVIII, tan sinóptica en comparación con la que conocemos hoy, tiene mucho encanto didáctico.
ResponderEliminar"Las cartas persas" de Montesquieu son estupendas también, y, curiosamente, en ellas hay bastante contenido feminista.
Poco feminismo hay en "Las Confesiones" de Rousseau, pero se trata de un documento único de altísimo contenido literario, de una profundidad psicológica inaudita en aquella época. Por cierto, algunos consideran que el profesor Panglos es Rousseau y no Leibniz, así, por lo menos, lo interpreta el mismo Rousseau en sus "Confesiones", aunque reconoce que ha oído hablar del "Cándido" pero por entonces no había podido leerlo.
Los filósofos franceses de la época de la Ilustración son autores de escritos siempre interesantes y amenos, que denotan un gran entusiasmo por descubrir el mundo y su propio interior. Sí que es posible que el objeto de los ataques de Voltaire fuera Rosseau, con quien andaba enemistado, aunque él siempre declaró que atacaba a Leibniz.
ResponderEliminarLas "Cartas persas" de Montesquieu, por cierto una lectura muy amena, tienen su equivalente en España en las "Cartas marruecas", de Cadalso.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus felicitaciones Loli. Aunque los redactores de Suite 101 piensan lo mismo que tú, yo creo que todavía me queda mucho camino por recorrer.
ResponderEliminarUn cordial saludo a los dos.
Me ha sorprendido la lectura de Cándido. Me acerqué a él con un poco de recelo, por lo del trasfondo filosófico, temiendo que resultara pesada su lectura. Por el contrario encontré un cuento caústico y divertido que ironiza con la idea del mundo perfecto tal y como es. A este optimismo resignado de Cándido ha contribuido mucho el poder amparado por la Iglesia, quién no ha oido aquello de "Tenía que suceder así" o "Ha sido lo mejor que le ha podido ocurrir". La aceptación tolerada de los males con alegría ha sido una enseñanza que muchos hemos vivido.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que te haya gustado, y que lo expreses con palabras tan certeras. Voltaire tiene algo que me gusta mucho: no deja títere con cabeza, de todo se rie y todo lo critica, siempre en un estilo deliciosamente irónico.
ResponderEliminarSaludos.
No me ha gustado nada tu reflexion a partir del cuento de Cándido, basicamente es una autentica mierda. Si eso es lo que verdaderamente has entendido de un libro tan buen y con tanto trasfondo, vuelvetelo a leer y dedicate a otra cosa, que lo que demuestras es que solo eres un filosofo aficionado de pacotilla.
ResponderEliminarEstá muy bien el blog, pero el enlace no me deja abrirlo... Pero bueno, muy interesante eh.
ResponderEliminarTenia mucho tiempo libre él, como otros filósofos. Está muy bien la reflexión del libro, por lo menos lo has entendido, no hagas caso a quien te dice que está mal o no lo has entendido. Saludos!
ResponderEliminarYa está arreglado el problema, Analia, había que cambiar el enlace. Muchas gracias por tu comentario. Besos.
ResponderEliminar¿Es este el mejor de los mundos posibles?. Pienso que no. Es fácil imaginar mundos mejores pero ¿son posibles?. En algunos aspectos pienso que si, en otros pienso que no. Lo difícil es llevarlo a la práctica y, además, solemos discrepar de como sería ese mundo mejor.
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