Un retrato de la Turquía de principios del siglo XXI a través de los ojos del adolescente Ahmet, un chico que, como el país, se debate entre la estricta educación religiosa que recibe en la residencia donde se hospeda y la educación laica del instituto donde estudia. Como es lógico, Ahmet es alguien todavía en formación en todos los aspectos, por lo que deberá emprender la difícil tarea de equilibrar los mensajes contradictorios que le llegan desde el bloque familia-residencia y desde el instituto, mientras su cuerpo empieza a manifestar sus necesidades naturales. Ahmet es un héroe del estilo de los de François Truffaut, alguien que no encuentra su lugar en el mundo, pero que cuenta con el suficiente encanto exterior como para manifestar una suficiente seguridad ante los demás. Lo único malo de Dormitory es que su guion no acaba de encontrar nunca su rumbo, ya que la historia es algo dispersa y va dando saltos a distintos acontecimientos - grandes y pequeños - en la existencia del protagonista que van marcando su formación, pero de los que solo obtenemos retazos. En cualquier caso, la advertencia de las corrientes subterráneas tan conflictivas que anidan en la sociedad turca es un mensaje lo suficientemente poderoso como para mantener el interés en la película en todo momento.
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