Realizada con uno de los repartos más soberbios que podían conseguirse en aquella época, casi puede decirse que La torre de los ambiciosos inaugura un género muy concreto: el de las intrigas empresariales entre altos ejecutivos, una tradición que ha pasado por películas como Wall Street y desemboca en maravillas como la serie Sucesión. Bien es cierto que la película de Wise es todavía hija de su tiempo y la compañía que presenta basa su riqueza en bienes tangibles - la producción de muebles - y no en extraños productos financieros, derivados, futuros, subprimes y similares. La trama que presenta la película es sólida, al igual que todas las interpretaciones, destacando March, Stanwyck y Holden, pero quizá hubiera sido necesario un poco más de metraje para que nos mostraran con un poco más de detalle las características y de cada uno de los numerosos personajes. Su moraleja final puede seguir prestado un gran servicio en nuestros días.
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