Si comparamos la vida sentimental del ciudadano medio con la de nuestros equivalentes de hace solo unas décadas, podemos deducir que la diferencia de valores es abismal. La opción casi exclusiva por el matrimonio religioso, por amor y para toda la vida se ha transformado para muchos en un auge de libertad sexual en un sentido absoluto, de una búsqueda permanente de nuevas experiencias sexuales y amorosas que es fomentada por el nuevo capitalismo tecnológico. Se trata de una revolución equivalente a la que se produjo en las naciones ilustradas a finales del siglo XVIII, cuando empezó a ponerse en cuestión el concepto tradicional de matrimonio - una institución regulada por la conveniencia de las familias de ambos cónyuges - para dar paso a las relaciones basadas exclusivamente en la libre elección amorosa de los individuos, influida por novelas como Julia, o la nueva Eloísa, de Jean-Jacques Rousseau.
Así pues, en el siglo XXI las relaciones de pareja han pasado a ser un ámbito muy provechoso de la economía de consumo. Si hasta hace un cuarto de siglo las posibilidades de elección se circunscribían prácticamente al ámbito del propio barrio, la propia localidad o los lugares de trabajo, las nuevas aplicaciones informáticas han abierto el campo de elección hasta casi el infinito. El mercado de encuentros sexuales esporádicos entre desconocidos (algo que siempre ha sucedido, pero de manera marginal), se ha convertido en uno de los estímulos más poderosos para la vida emocional de muchas personas. Los tradicionales ritos de cortejo se dejan atrás en favor de la atracción física inmediata que es prácticamente lo único valorable en estos encuentros. Para muchos, esta forma de vida, siempre anhelando nuevas emociones, se acaba transformando en una fastidiosa rutina y se anhelan relaciones más estables.
Pero establecer un enlace más duradero en el ámbito amoroso no resulta tarea fácil en estas circunstancias. La fácil e inmediata posibilidad de acceder a otras experiencias es una permanente espada de Damocles en muchas relaciones y el divorcio, en la mayoría de los países de occidente es un derecho que apenas establece condiciones para su utilización. Los traumas del pasado, que eran los derivados de tener que soportar relaciones para toda la vida con gente que podía descubrirse como totalmente incompatible con el propio carácter o con auténticos maltratadores físicos y psicológicos, se transforma ahora en el trauma de la ruptura fácil de los vínculos, algo que desgraciadamente también afecta a los hijos. Para muchos es una incertidumbre permanente y angustiante. Para otros, se trata de una garantía de ejercicio de una libertad incontestable, sobre todo en una sociedad que se ha vuelto mucho más exigente y cuyos miembros toleran cada vez menos la más mínima frustración en lo que ellos creen que se merecen.
El capitalismo se ha hecho rápidamente eco de esta nueva situación y ha abierto nuevos mercados que tratan de empoderar a los consumidores a través de la mejora de sus habilidades y atractivo sexual a través de gimnasios, moda, cosméticos y cirugía estética. El valor absoluto en el nuevo mercado de las relaciones es la belleza física, la capacidad de seducir al otro de la manera más inmediata posible. También todo esto da lugar a relaciones interesadas, en las que el atractivo físico se intercambia por bienes materiales, aunque la diferencia de edad y belleza e incluso inteligencia entre estas parejas sea ostensible. Este testimonio (si se le puede llamar así) de una bloguera se repite como un patrón de deseo, quizá demasiado superficial, en ciertas jóvenes:
"¿Realmente podría ser feliz junto a un hombre con edad como para ser mi padre? ¡Sí, sí y sí! Es que, ¿saben?, para mí eso de estar meticulosamente arreglada y fabulosa a toda hora dista de ser un sacrificio. Amo combinar la ropa que me pongo, hacerme manicuras/pedicuras y, por encima de todo, ir de compras. Amo todas estas cosas con o sin el beneficio de conocer a hombres ricos (preferiblemente con). Verme espléndida me da un subidón porque soy perfeccionista hasta la médula y no me conformo con menos. Además, si estuviera casada con un hombre rico me cuidaría igual que ahora (...). La mujer que ves caminando por la calle es una obra de arte. Hay mucho trabajo de mantenimiento - manicuras, pedicuras, cortes de pelo, depilación con cera o con pinza, platinado y COMPRAS - en esa obra de arte. El arte refleja tu estilo de vida y tu estatus. Si lo que quieres es un trofeo, tienes que estar dispuesto a pagar el precio."
Por supuesto, esta actitud no es representativa de la mayoría de las jóvenes, que anhelan más bien ser personas independientes y capaces de ganarse la vida por sí misma, pero si refleja parte de la superficialidad en la que han derivado las relaciones amorosas y el desarrollo de egos desmesurados que proporcionan los likes en las redes sociales. La posibilidad de ir saltando de un romance a otro, de seducir a muchos y despertar el deseo en muchos otros, es una especie de fin en sí mismo, una especie de validación frente a uno mismo y frente a los semejantes de la propia habilidad amorosa: una persona que se mantenga virgen, sobre todo si es de manera involuntaria, tiene escasas posibilidades en este mercado despiadado:
"(...) la reducción de opciones conduce a un proceso de valoración, o bien, por expresarlo de otra manera, que la abundancia promueve la devaluación, porque, en una situación de abundancia, es más factible que los objetos y las personas se vuelvan intercambiables y, por ende, reducibles a su valor monetario abstracto."
A todos estos ingredientes, hay que añadir un factor muy poderoso a la hora de alimentar esta realidad social: la inestabilidad laboral, una realidad que hace que las relaciones se resientan, pues no solo se trata ya de la falta de trabajo, sino que en muchos de los existen los horarios irregulares y los sueldos escasos socavan las relaciones al traer continuos problemas de orden material a las mismas. Todo este análisis lo realiza Eva Illouz, una de las sociólogas más destacadas de nuestro tiempo, de manera magistralmente objetiva, acordándose también en las últimas páginas de las novelas de Michel Houellebecq y de los que se consideran a sí mismos los grandes perdedores de estas nuevas reglas de juego, los autodenominados incels, célibes involuntarios que no son capaces de competir en este mercado debido a su físico poco atractivo o a su timidez. Desde luego, El fin del amor, acierta plenamente al plantear de una manera científica uno de los grandes debates sociológicos del siglo XXI.
Una reflexión más que oportuna y a la que me uno. Han cambiado la relaciones y de qué manera.
ResponderEliminarLa tecnología y la economía me temo que están detrás. Un abrazo
Es interesante considerar el juicio de los progresistas de finales del siglo XIX que consideraban que el "amor libre" no solo garantizaría la felicidad de los participantes, si no también una unión amorosa profunda, fiel y duradera, ya que, en teoría, al utilizar los jóvenes criterios racionales para estimar sus sentimientos -en lugar de los intereses de las familias en los matrimonios concertados- el resultado forzosamente habría de ser un amor mucho más perfecto.
ResponderEliminarHoy en día, si los jóvenes evalúan las ofertas "amorosas" por internet tienen a mano mucha más información que los liberales del siglo XIX y, con más información y con más base educativa, sus elecciones tendrían que ser acertadísimas.
¿Dónde está el error?
¿Dónde está el error? En que los seres "se atraen" pero no sienten, no llegan a sentir un verdadero y auténtico Amor. Para muchos de nosotros respetuosos de las relaciones que las personas viven, lo único realmente válido es Amar. Aceptar al Otro tal como es .Siendo conscientes que las relaciones entre los Seres son al máximo nivel de nuestra capacidad de Amor o no existen .Desde luego que en ello están implicadas nuestras sutilezas humanas y espirituales. Y el ser fieles a nuestros sentimientos.Son sin dudas, nuestras percepciones las que nos inclinan a ESA persona, porque hay algo que sin duda sentimos fluctuando en nuestras mismas ondas. No se trata aquí de "almas gemelas" sino de empatías que nacen de formas espontáneas. Aclaro que soy de las personas que cree en el Destino, en que somos Seres Pre-destinados. Luego para nosotros el sexo NO existe. Los humanos somos una totalidad. Cuando amamos amamos con todo nuestro SER. Un Ser fiel a sus convicciones no puede mariposear en sus relaciones íntimas. Marañón decía que el hombre era varón de una única mujer. Nuestros antepasados de hace 2 millones de años vivían en pareja y así se caminaron los Continentes.
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