Señas de identidad no es una lectura fácil, pero sumirse en sus páginas es entrar en el mundo de un escritor extraordinario, una de las mejores voces narrativas de la España del siglo XX que es capaz de analizar nuestra historia más reciente con la lucidez que otorga una mirada intelectual y con cierto distanciamiento (la de un exilio autoimpuesto). Es lógico (en la lógica de un régimen dictatorial) que estuviera prohibida y sólo con la muerte de Franco se pudiera publicar en nuestro país. El país de los veinticinco años de paz no toleraba disidencias. Este era un oasis de paz y prosperidad al que llegaban turistas de todo el mundo y quien ejerciera la más mínima crítica era considerado poco menos que un traidor a la patria. Aquí el artículo:
En un artículo del diario El País fechado
el 13 de junio de 1976 se informa de la publicación en nuestro país, diez años
después, de Señas
de identidad, novela de
Juan Goytisolo que había sufrido hasta entonces un llamado castigo
administrativo, es decir, que había sido censurada. La prohibición de
circulación de un mero libro resulta, a la postre, mucho más elocuente que el
contenido del libro mismo: un completo informe narrativo de la vida española
bajo el régimen franquista desde el punto de vista de alguien que se exilió
voluntariamente y vuelve de visita semiclandestina a su país diez años después,
cuando ha arrancado plenamente la etapa del desarrollismo.
La España de los años sesenta: aperturismo y opresión
Los años
sesenta son muy valorados por los nostálgicos como años de aperturismo, de
bienestar material. Pero por debajo de todo eso seguía fluyendo la materia gris
de una dictadura: la omnipresencia policial, la falta de libertades y la
censura. Uno de los fragmentos más insólitos de este libro de estructura y estilo innovadores es el informe
policial, escrito en lenguaje administrativo, en el que se efectúa el
seguimiento de varios sospechosos de ser enemigos del régimen. Esa es la España
de aquel tiempo, una España que no tenía los medios para ser orwelliana, pero
que gobernaba a través de un miedo a la autoridad siempre presente. Lo expresa
muy bien Juan Bonilla en el prólogo:
"La
España dibujada en los libros de Goytisolo es así un territorio donde la
mentira es la única moneda que da valor a las cosas, donde la mezquindad es la
que rige las relaciones humanas, donde llegar a ser uno mismo es una empresa
que puede conducir a la destrucción y no hay guarida mejor en la que sobrevivir
que aceptar la hipocresía que rige el propio destino del territorio novelado."
(Prólogo de
Juan Bonilla a Juan Goytisolo, Señas de identidad. Biblioteca El Mundo. Pag. 8)
Un país condenado al conflicto y a la represión
Para Álvaro
Mendiola, trasunto del propio autor, España no ha dejado nunca de ser un
territorio bárbaro en el que a veces se han dado oasis de esperanza y de
cultura. Pero el estado natural de nuestro país ha estado siempre marcado por
el enfrentamiento y la represión. La Guerra Civil es la culminación de un
conflicto soterrado que había durado siglos:
"Por
espacio de tres años un vendaval de locura había soplado sobre la piel de toro
- así llaman algunos al solar yermo y baldío, ámbito de nuestro conglomerado
actual de Reinos Taifa - completando la obra destructora siglo a siglo, con
tesón y paciencia, por tus antepasados ilustres. Poseídos de oscuros e
inconfesables instintos, íncubos y súcubos a la vez de sus aborrecidos apetitos
y sueños, habían procedidos con orden y minuciosidad a la poda cruel e
inexorable de sí mismos, a la expulsión y exterminio de los demonios
interiores, sin detenerse ante motivo o consideración de índole alguna,
arruinando, por turno, en aras del imposible exorcismo, el comercio, la
industria, la ciencia, las artes. Aplastado, barrido, conjurado mil veces, el
fantasma renacía siempre con etiquetas aleatorias y, con él, el empeño tenaz de
suprimirlo, de bajar un peldaño más en la escala de la barbarie, felices, los
tuyos, de afirmar frente al mundo su torva concepción de la patria como duro y
resistente cantil contra el que infructuosamente se estrella y muere el agitado
mar de todas las historias." (Juan Goytisolo, Señas de identidad. Biblioteca El
Mundo. Pag. 132)
Los sueños delirantes de los intelectuales exiliados
en París
Los
veinticinco años de paz cacareados por el régimen de Franco sólo pueden
sostenerse a través del dominio absoluto de los mecanismos del Estado. La
mayoría de la gente, simplemente vive y se adapta. Unos pocos se oponen y son
duramente castigados. Estos son los llamados héroes, los que emprenden acciones
sin esperanza contra un régimen omnipotente. Álvaro Mendiola, desde su cómodo
exilio en París siente remordimientos, sabe que ha huido, por eso busca la
compañía de otros exiliados, intelectuales como él que dedican las horas
muertas a emprender delirantes planes y campañas políticas para derrotar al
franquismo que nunca terminan de cuajar. En realidad, como sabemos, el
franquismo sólo terminará en nuestro país con la muerte del dictador y no con
el levantamiento de las masas que soñaban los partidos de izquierda.
Pese a los veiticinco años de paz, la barbarie
permanece
La España
que encuentra Mendiola a su regreso contiene tímidos brotes de aperturismo
pero, en el fondo, es el mismo país de siempre, como se describe en las páginas
dedicadas a su viaje a Yeste, una localidad que conoció un siniestro prólogo de
nuestra Guerra Civil. En las fiestas del pueblo, asiste al maltrato de un
animal, un novillo, sometido a la saña de unos mozos que parecen dar rienda
suelta con su muerte a la sed de sangre reprimida durante veintincinco años.
Así, pues,
lo narrado da coherencia a la decisión del protagonista de no pertenecer a
ninguna patria. En Francia encontró al principio cierta comprensión entre la
intelectualidad de izquierdas, pero la causa española es abandonada cuando
Argelia se pone de actualidad. Los exiliados se van integrando poco a poco en
la vida francesa y van dando la espalda a una España que, después de todo,
empieza a abrir sus fronteras al turismo de masas y a convertirse en el
económico paraíso de Sol, playa y alcohol que dura hasta hoy día.
La dignidad
de los desheredados y la
herencia del franquismo
Mendiola
sólo encuentra autenticidad en la pobreza del Sur, en esos campesinos que viven
en pueblos míseros, bajo un Sol inmisericorde, soñando con emigrar. Goytisolo
los había retratado con más detalle anteriormente en su magistral Campos
de Níjar. El franquismo arraigó tan fuertemente en España
que aún no ha sido posible llegar a un consenso político para condenarlo. Hasta
el legítimo interés de los familiares de los represaliados republicanos por
buscar los cuerpos de sus familiares es visto con malos ojos y calificado por
algunas voces como una intolerable acción de remover heridas
del pasado. Voces como
la de Goytisolo, cargadas de autenticidad, son necesarias para conocer nuestra
verdadera historia y, a través de ella, nuestra verdadera identidad como
pueblo.
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