viernes, 29 de marzo de 2019

MULA (2018), DE CLINT EASTWOOD. BREAKING GOOD.

Earl Stone debería estar jubilado. Un veterano de la Guerra de Corea, que ha trabajado duro toda su vida, tendría derecho al descanso cuando está por cumplir los noventa años. Pero la penosa realidad de la crisis económica que nos acechó hace pocos años acaba con los negocios de este emprendor, que siempre ha antepuesto su trabajo a la familia y le deja en la estacada. La mejor solución que encuentra es la de hacer de mula (transportar droga en su coche en una ruta que atraviesa medio Estados Unidos) para un cartel mexicano. Su edad y su presencia tranquila y amable es la mejor garantía de que nadie va a sospechar de él y que sus entregas van a llegar a su destino sin novedad. Aunque contentos con su trabajo, los narcotraficantes se molestan por la filosofía de trabajo de Stone: a pesar de su edad, es un hombre al que todavía le gusta disfrutar de la vida y no duda en saltarse su plan de ruta para disfrutar, por ejemplo, de un buen almuerzo.

Desde luego, desde que trabaja para el cartel, la vida le va mejor a Stone: el dinero hace milagros y es el ingrediente perfecto para lograr la reconciliación con su familia, sobre todo con su hija, con quien hace años que no se habla. La ponderación entre el mal que ayuda a expandir transportando droga y el bien que consigue ayudando a su familia y a las personas que cree que se lo merecen, parece positiva (un poderoso debate moral al que ya se enfrentó Walter White en Breaking bad). Tampoco es el que el protagonista sufra mucho por haberse transformado en un delincuente. Es posible que lo sienta como su pequeña venganza contra una sociedad que le ha dado la espalda a un anciano en dificultades, la venganza de su generación, la de los hombres hechos a sí mismos contra los jóvenes blandengues de hoy día.

En este sentido, la escena en la que Stone ayuda a cambiar una rueda pinchada a un muchacho que intenta solucionar su problema a través de un tutorial de internet (descubriendo aterrado que en el lugar no hay cobertura), es toda una declaración de principios por parte de un Eastwood crepuscular, pero que todavía es capaz de hacer un cine, si no magistral, sí mucho más interesante que muchas de las películas que reciben premios en la actualidad. Eastwood toma la palabra por la gente mayor que todavía tiene mucho que enseñarnos acerca de la manera correcta de hacer las cosas.

lunes, 25 de marzo de 2019

MUJERES Y PODER (2017), DE MARY BEARD. REIVINDICACIÓN DE UNA ODISEA.

Las recientes imágenes de las manifestaciones del pasado 8 de marzo no han hecho sino confirmar que el feminismo es una de las grandes fuerzas sociales de nuestro tiempo. Parece que la tradicional lucha de clases ha dado paso, en este mundo cambiante y líquido a una especie de enfrentamiento entre sexos, siendo una de las reivindicaciones más recurrentes la del escaso número de mujeres que se encuentran en posiciones de poder y las especiales dificultades que tienen para acceder al mismo.

Por supuesto, Mary Beard se coloca a ella misma como ejemplo. Según cuenta, cuando los haters de internet la han insultado, lo han hecho con especial crudeza, refiriéndose sobre todo a su físico presuntamente poco agraciado, algo que, según ella, no suele sucederle a los hombres públicos. Remontándose a Homero, Beard expone una larga tradición de sumisión forzada femenina que llega hasta nuestros días. Por supuesto, la autora de Spqr no carece de argumentos en su denuncia pero, honestamente, creo que su ensayo adolece de un excesivo victimismo. No creo que sea cierto que las mujeres estén especialmente expuestas a las críticas más crueles. Es más, a veces a los hombres se les puede caricaturizar de maneras que sería impensable aplicar a una mujer. Un ejemplo claro lo tenemos en una de las últimas portadas de la revista satírica El Jueves, en la que aparece en portada un dibujo de los tres líderes de la derecha española atrapados por los testículos por un símbolo feminista. La misma portada con protagonistas femeninas provocaría, sin duda, una oleada de indignación que haría que se tuviera que rectificar la edición de la revista.

Muchos dirán que es lógico que esto es así puesto que, si las mujeres han sido el sexo discriminado a lo largo de la historia, es justo que los niveles de respeto hacia las mismas sean más exigentes. Yo creo más bien que la igualdad, sobre todo si conlleva acceso a posiciones de poder, lleva aparejada inevitablemente ciertas servidumbres, entre las que se encuentra el foco público de las críticas. Y es bueno que así sea, porque la gente tiende a criticar con la misma severidad las meteduras de pata de hombres y mujeres (con excepción de una minoría de redomados machistas), teniendo tendencia a ser más benévolos con los que se acercan más a las ideas propias. Mujeres y poder es un libro militante (derivado de una conferencia impartida por la autora) y ahí están sus limitaciones: parte de una idea y la defiende a toda costa con unas dosis de victimismo un tanto exageradas.

sábado, 9 de marzo de 2019

TESS, LA DE LOS D´URBERVILLE (1891), DE THOMAS HARDY Y DE ROMAN POLANSKI (1979). LA CHICA DEL CAMPO.

A finales del siglo XIX la vida rural en Inglaterra seguía siendo muy dura para el campesinado, sobre todo para los habitantes de la empobrecida Wessex (región inventada por Thomas Hardy), así que cuando John Durbeyfield, el padre de la protagonista, se entera por casualidad de que es descendiente de una familia noble empobrecida, los D´Urberville, se ilusiona imaginando que su situación va a cambiar. Ilusión efímera, pero que al menos sirve al borrachuzo John para colocar a su hija mayor al servicio de la familia que compró hace tiempo el apellido para darse ínfulas de nobleza. Allí es donde Tess sufrirá su violación por parte del libertino Alec, un ser despreciable pero a la vez tentador (en este sentido el momento de la fresa ofrecida de mano del diablo es metáfora de la perdición de la protagonista): da a Tess la posibilidad nada menos que sacarla para siempre de la pobreza.

La auténtica tragedia de la protagonista comenzará cuando se case con Angel, el hijo de un predicador, que bajo la fachada de hombre liberal y sencillo esconde a un ser brutalmente tradicional y conservador. Cuando conozca el pasado de Tess de labios de su esposa, se mostrará incapaz de consumar el matrimonio e iniciará una separación que va a desembocar en una auténtica tragedia. Así la vida de Tess va a estar marcada por dos hombres de talante opuesto, pero con la misma actitud de desprecio al sexo femenino, el uno por verlo como un cuerpo disfrutable y poco más y el otro por esperar de su mujer una pureza irreal, aunque la presunta falta que ella le confiesa no haya sido culpa suya.

La novela de Hardy es magnífica y, además de su bien dibujados personajes, ofrece una completa panorámica de la vida en la Inglaterra rural del siglo XIX, un mundo en el que el trabajo con las manos y el deslomarse a diario para ganar el pan siguen siendo la pauta, pero en el que empiezan a ser comunes las máquinas a vapor - feas y ruidosas - que acompañan frecuentemente las labores de recogida, haciéndolas más duras si cabe.

La adaptación cinematográfica de Polanski recoge por completo el espíritu de la novela, siendo muy fiel al argumento de la misma. Destacan la fotografía y la labor de sus intérpretes, sobre todo de una Nastassja Kinski, una Tess inolvidable y en la que podemos reconocer plenamente a la imaginada por Hardy.