martes, 22 de julio de 2014

ÉLISA (2003), DE JACQUES CHAUVIRÉ. EL VERDE PARAÍSO DE LOS AMORES INFANTILES.

"Entre la más tierna infancia y la muerte de quienes hemos amado transcurre la vida. Poca cosa, en resumidas cuentas", asegura el protagonista de esta novela corta, cuando ya hemos conocido el episodio que marcó su niñez. La infancia es un periodo extraño. El niño (hablo de familias normales y estructuradas) se siente protegido, va descubriendo poco a poco sus dominios en el mundo y cada vez se encuentra en una posición más segura en el mismo. Pero a la vez va notando que hay muchos asuntos que escapan a su innata curiosidad. El mundo adulto es mucho más complejo que el suyo y las acciones de sus mayores a veces son tan incomprensibles que hay que dedicar horas a intentar resolver el rompecabezas que otorgue sentido a las mismas, aunque a veces no se obtenga un éxito completo en esta tarea. 

Ante todo Élisa es una narración autobiográfica que parte de un recuerdo imborrable: la joven criada que acompañó a Chauviré cuando éste tenía apenas cinco años. Puede definirse su relación como una peculiar historia de amor, aunque entendido éste de forma diferente por cada una de las partes. La fascinación que él siente por la muchacha puede ser definida como amor puro, aunque con una pizca de insólita atracción sexual. En ella el amor se manifiesta simplemente en forma de cariño hacia un niño al que considera especial por su dulzura y por estar marcado por la prematura muerte del padre en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

Es curioso el contraste entre unas páginas que desprenden sensibilidad y el telón de fondo, siempre presente, de la reciente tragedia de la Gran Guerra. La madre del protagonista no ha superado la muerte de su marido. Sigue vistiendo de luto en un hogar en el que no hay lugar para muchas alegrías. Obsesionada por este hecho, decide visitar el frente donde cayó su esposo. Necesita vivir su experiencia, impregnarse del paisaje lunar que dejó el conflicto, quizá para sentirse más cerca de él. Lo curioso es que a la vez, en su recorrido, llega a banalizar lo que intuimos, debe ser un lugar sagrado para ella, recogiendo algunos souvenirs: 

"(...) A continuación se dirigió a Suippes y empezó a descubrir el paisaje lunar y caótico de árboles caídos o despedazados sobre una tierra blanquecina y perforada de trincheras y hoyos dejados por proyectiles. 

(...)Llegada la noche mamá estaba ocupadísima. Había traído el casquillo de un obús "que podría servir de jarrón para las flores", cargadores con sus balas y dardos de acero de los que lanzaban los aviones. Etiquetaba cada objeto que había traído del campo de batalla y anotaba el lugar donde había encontrado cada cosa."

Élisa es la crónica del amor puro, de la vida, que transcurre en un suspiro en el que la infancia y la vejez apenas se diferencian en el espíritu del autor. Una lectura de un instante, que deja un excelente regusto a agradable confitura. Como siempre, una hermosa edición por parte de Errata Naturae y muy acertada traducción de Regina López, especialista en darnos a conocer clásicos modernos inéditos en España.

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