Les dejo el enlace del artículo que he publicado en Suite 101 acerca del libro de Primo Levi, un testimonio imprescindible no solo para entender el holocausto, sino al ser humano. Antes, las impresionantes palabras con las que comienza la narración:
Vosotros que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas
Vosotros que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordar
Vacía la mirada y frío el regazo
Como una rana en invierno.
Meditad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.
No existe un testimonio más lúcido, sereno y a la vez terrible acerca del Holocausto que el de Primo Levi. A veces se habla con suma ligereza de lecturas imprescindibles. Esta lo es a todas luces. Es un resumen de la condición humana, de lo que puede llegar a ser un hombre para otro y para sí mismo. Nuestra especie no queda en muy buen lugar en esta narración.
A finales de
1943, la situación de Italia era prácticamente de guerra civil. El sur,
liberado por los aliados, luchaba contra el norte, ocupado por los
alemanes con el apoyo del gobierno mussoliniano de la República del
Saló. Primo Levi, formando parte de un grupo de inexpertos partisanos,
fue capturado por soldados fascistas durante una redada en las montañas.
Era el comienzo de su infierno personal.
Después de un breve paso por un campo de prisioneros, Levi fue trasladado al campo de trabajo y exterminio de Auschwitz, que se convertirá en tristemente famoso por alcanzar las más altas cotas de producción en la industria de la muerte. El traslado se hacía comúnmente por ferrocarril, en vagones destinados al ganado, en cuyo interior los judíos se amontonaban en un pequeño espacio. La mayoría pasaba el largo viaje de pie durante varios días, sin poder apenas moverse, sin agua ni comida y debiendo hacer sus necesidades en el sitio. Muchos sucumbían antes de alcanzar el destino.
Los momentos más terribles del relato se dan con la llegada de los prisioneros al campo de exterminio. La incertidumbre y el miedo se apoderan de ellos, aunque no saben que lo que les espera es mucho más siniestro que sus peores pesadillas. La espera en una sala vacía para conocer el propio destino se hace eterna:
"Esto es el infierno. Hoy, en nuestro tiempo, el infierno debe de ser así, una sala grande y vacía y nosotros cansados teniendo que estar de pie, y hay un grifo que gotea y el agua no se puede beber, y esperamos algo realmente terrible y no sucede nada y sigue sin suceder nada. ¿Cómo vamos a pensar? No se puede pensar ya, es como estar ya muertos. Algunos se sientan en el suelo. El tiempo transcurre gota a gota".
Primo Levi y sus compañeros no son más que insignificantes granos de arena en el inmenso sistema de trabajo y exterminio fabricado por la bestia nazi. Es bien conocido el vegetarianismo de Hitler, quizá no tanto las leyes pioneras que lanzó para proteger a los animales. Para la ideología nacionalsocialista los judíos no llegaban siquiera a la categoría de animales. Eran una especie de virus que debía ser exterminado, bien directamente en el caso de ancianos, enfermos y niños, bien por agotamiento a través del trabajo esclavo.
No todos son capaces de adaptarse a la vida en el campo de exterminio. Quien seguía las estrictas reglas y comía solo el insulso potaje insustancial servido en el campo no duraba más de tres meses. Impera el más estricto darwinismo. Las gentes nobles y altruistas son las primeras en sucumbir. Para sobrevivir se necesita una mezcla de suerte, inteligencia y pocos escrúpulos. Aunque los primeros meses a punto están de acabar con él, Primo Levi conseguirá hacerlo gracias a sus estudios de química.
Los nazis organizaban el campo de tal manera que era una casta de prisioneros, los kapos, elegidos comúnmente entre antiguos delincuentes, los que mantenían la disciplina a base de terror y maltrato. Ni siquiera querían mancharse las manos cometiendo asesinatos masivos.
La tarea de llevar a los condenados a las cámaras de gas y llevar sus cadáveres a los hornos crematorios correspondía a grupos de judíos con ciertos privilegios, que eran reemplazados cada pocos meses. Se trataba de personas cuya conciencia se encontraba en la llamada zona gris, donde la supervivencia personal dependía de aniquilar a cientos de personas diariamente.
El autor clasifica a los prisioneros en dos grupos, los hundidos, aquellos que han perdido todo rasgo de humanidad y se pasean como muertos en vida y los salvados, aquellos que sacan fuerzas para sobrevivir a este despiadado experimento de selección natural. Aún así, la experiencia del campo les va a perseguir toda la vida. Muchos no podrán soportarlo en los años posteriores a su liberación y se suicidarán.
"Imagínaos ahora a un hombre a quien, además de a sus personas amadas, se le quiten la casa, las costumbres, las ropas, todo, literalmente todo lo que posee: será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y de juicio, porque a quien lo ha perdido todo fácilmente le sucede perderse a sí mismo; hasta tal punto que se podría decidir sin remordimiento su vida o su muerte prescindiendo de cualquier sentimiento de afinidad humana (...)".
Primo Levi, como el resto de prisioneros, solía tener los mismos sueños en las atormentadoras noches del campo. Además de soñar con comida, el prisionero lo hacía con la necesidad de contar, de narrar la experiencia vivida a familiares y amigos buscando compresión a su sufrimiento. El resultado era siempre el mismo, los oyentes se hacían los sordos y se levantaban.
La realidad del superviviente fue parecida. Finalizada la inmensa tragedia mundial nadie estaba dispuesto a escuchar los relatos de Auschwitz. Todo el mundo había sufrido de un modo u otro durante los años de la guerra y la tendencia fue la de olvidar y reconstruir.
La primera edición de este libro, que Levi entregó en 1947, no gozó de éxito alguno. Tuvieron que pasar varios años antes de que su voz fuera escuchada y reconocida y sus escritos, nacidos de la necesidad compulsiva de dar a conocer su infierno y el de muchos otros, convertidos en clásicos. Si esto es un hombre sigue siendo la narración más exacta, y por ello la más espeluznante, del genocidio judío en Europa.
Después de un breve paso por un campo de prisioneros, Levi fue trasladado al campo de trabajo y exterminio de Auschwitz, que se convertirá en tristemente famoso por alcanzar las más altas cotas de producción en la industria de la muerte. El traslado se hacía comúnmente por ferrocarril, en vagones destinados al ganado, en cuyo interior los judíos se amontonaban en un pequeño espacio. La mayoría pasaba el largo viaje de pie durante varios días, sin poder apenas moverse, sin agua ni comida y debiendo hacer sus necesidades en el sitio. Muchos sucumbían antes de alcanzar el destino.
Los momentos más terribles del relato se dan con la llegada de los prisioneros al campo de exterminio. La incertidumbre y el miedo se apoderan de ellos, aunque no saben que lo que les espera es mucho más siniestro que sus peores pesadillas. La espera en una sala vacía para conocer el propio destino se hace eterna:
"Esto es el infierno. Hoy, en nuestro tiempo, el infierno debe de ser así, una sala grande y vacía y nosotros cansados teniendo que estar de pie, y hay un grifo que gotea y el agua no se puede beber, y esperamos algo realmente terrible y no sucede nada y sigue sin suceder nada. ¿Cómo vamos a pensar? No se puede pensar ya, es como estar ya muertos. Algunos se sientan en el suelo. El tiempo transcurre gota a gota".
Primo Levi y sus compañeros no son más que insignificantes granos de arena en el inmenso sistema de trabajo y exterminio fabricado por la bestia nazi. Es bien conocido el vegetarianismo de Hitler, quizá no tanto las leyes pioneras que lanzó para proteger a los animales. Para la ideología nacionalsocialista los judíos no llegaban siquiera a la categoría de animales. Eran una especie de virus que debía ser exterminado, bien directamente en el caso de ancianos, enfermos y niños, bien por agotamiento a través del trabajo esclavo.
No todos son capaces de adaptarse a la vida en el campo de exterminio. Quien seguía las estrictas reglas y comía solo el insulso potaje insustancial servido en el campo no duraba más de tres meses. Impera el más estricto darwinismo. Las gentes nobles y altruistas son las primeras en sucumbir. Para sobrevivir se necesita una mezcla de suerte, inteligencia y pocos escrúpulos. Aunque los primeros meses a punto están de acabar con él, Primo Levi conseguirá hacerlo gracias a sus estudios de química.
Los nazis organizaban el campo de tal manera que era una casta de prisioneros, los kapos, elegidos comúnmente entre antiguos delincuentes, los que mantenían la disciplina a base de terror y maltrato. Ni siquiera querían mancharse las manos cometiendo asesinatos masivos.
La tarea de llevar a los condenados a las cámaras de gas y llevar sus cadáveres a los hornos crematorios correspondía a grupos de judíos con ciertos privilegios, que eran reemplazados cada pocos meses. Se trataba de personas cuya conciencia se encontraba en la llamada zona gris, donde la supervivencia personal dependía de aniquilar a cientos de personas diariamente.
El autor clasifica a los prisioneros en dos grupos, los hundidos, aquellos que han perdido todo rasgo de humanidad y se pasean como muertos en vida y los salvados, aquellos que sacan fuerzas para sobrevivir a este despiadado experimento de selección natural. Aún así, la experiencia del campo les va a perseguir toda la vida. Muchos no podrán soportarlo en los años posteriores a su liberación y se suicidarán.
"Imagínaos ahora a un hombre a quien, además de a sus personas amadas, se le quiten la casa, las costumbres, las ropas, todo, literalmente todo lo que posee: será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y de juicio, porque a quien lo ha perdido todo fácilmente le sucede perderse a sí mismo; hasta tal punto que se podría decidir sin remordimiento su vida o su muerte prescindiendo de cualquier sentimiento de afinidad humana (...)".
Primo Levi, como el resto de prisioneros, solía tener los mismos sueños en las atormentadoras noches del campo. Además de soñar con comida, el prisionero lo hacía con la necesidad de contar, de narrar la experiencia vivida a familiares y amigos buscando compresión a su sufrimiento. El resultado era siempre el mismo, los oyentes se hacían los sordos y se levantaban.
La realidad del superviviente fue parecida. Finalizada la inmensa tragedia mundial nadie estaba dispuesto a escuchar los relatos de Auschwitz. Todo el mundo había sufrido de un modo u otro durante los años de la guerra y la tendencia fue la de olvidar y reconstruir.
La primera edición de este libro, que Levi entregó en 1947, no gozó de éxito alguno. Tuvieron que pasar varios años antes de que su voz fuera escuchada y reconocida y sus escritos, nacidos de la necesidad compulsiva de dar a conocer su infierno y el de muchos otros, convertidos en clásicos. Si esto es un hombre sigue siendo la narración más exacta, y por ello la más espeluznante, del genocidio judío en Europa.
Miguel, muy interesante el artículo en Suit 101.
ResponderEliminarA veces evito leer libros que de argumento tan real y duro. Pero después de leer tu artículo creo que voy a empezar aunque sea la versión en pdf.
Un abrazo
L;)
Muchas gracias Loli. Este tienes que leerlo. Puede que resulte duro, pero hay mucha verdad en las palabras de esta narración.
ResponderEliminarSaludos.
En una ocasión me atreví a reprender a una lectora que tenía una morbosa tendencia a leer "libros de nazis". Quizá se han publicado demasiados libros, se han hecho demasiadas películas, hasta el punto de que se corre el peligro de banalizar los campos de exterminio como espectáculo.
ResponderEliminarYo siempre recomiendo dos libros. Uno es éste, el otro es el ensayo "Eichmann en Jerusalen" de Hanna Arendt, aún no superado, pese a las revelaciones históricas posteriores.
De ahí en adelante se corre el peligro de volverse un friki.
Bueno, Fran, ya te dije el otro día que en cuanto pueda leeré el de "Eichmann en Jerusalén". Lo tengo por aquí, así que me lo apunto como lectura preferente para las próximas semanas. Tanto tú como yo sabemos que hace tiempo que atravesamos la línea del frikismo. Pero hay cosas peores.
ResponderEliminarUn abrazo.
hola Miguel:
ResponderEliminarPerdona mi afirmación, pero creo que estas perdiendo un poco esa "devoción" que se veia en tu bloq hacia la lectura.Antes,por ejmplo,a estas fechas ya tendrias más que puesta la agenda de Abril.Sin embargo,afecha de hoy,3 Abril,sigue en marzo.Apesar de esto tu pagina me parece una de las mejores paginas privadas.SALUDOS
Me alegro de que te guste el blog, y me halaga que se haya convertido en un servicio público para algunos lectores. Lo que sucede es que últimamente ando tan ocupado que me entero un poco tarde de lo que se va a leer en los distintos clubes. Procuraré ser más puntual a partir de ahora y publicar la entrada de la agenda en los primeros días del mes.
ResponderEliminarUn cordial saludo.