Resulta evidente que uno de los grandes temas de nuestro tiempo en nuestro país es el del separatismo. Curiosamente, cuando el País Vasco parece sentirse mejor que nunca en el seno de España, es Cataluña la que está desafiando la legalidad vigente insistiendo en organizar un referéndum que les permita legitimar una declaración unilateral de independencia. Si Ortega viviera en nuestros días, es seguro que participaría apasionadamente en el debate sobre la esencia de la nación. No en vano, su España invertebrada ha sido un libro muy citado en el Parlamento, sobre todo en los tiempos en los que sus Señorías contaban con inquietudes intelectuales.
Sorprende el lenguaje que utiliza el filósofo español a la hora de abordar los problemas de la España de hace un siglo. Utiliza mucho términos como raza, aristocracia o masa, que quedaron bastante desfasados después de la Segunda Guerra Mundial. Lo primero que deja claro Ortega es una verdad de perogrullo: la unión hace la fuerza y solo los países con una población sana y consciente de su pertenencia a una comunidad diversa, pero con propósito semejante, son los más capaces de llevar a cabo grandes empresas:
"No viven juntas las gentes sin más ni más y porque sí, esa cohesión a priori sólo existe en la familia. Los grupos que integran un Estado viven juntos para algo: son una comunidad de propósitos, de anhelos, de grandes utilidades. No conviven por estar juntos, sino para hacer juntos algo."
Lo que sean esas grandes empresas depende de la época y del contexto. Para el autor, la gran hazaña de España fue la civilización - que no conquista - de América. Es obvio que algo pasó cuando un territorio que a mitad del siglo XV no se diferenciaba demasiado de los de su entorno fue capaz cincuenta años más tarde de cimentar el inicio de un poder imperial que duraría muchas décadas, y esto fue que se produjo la unificación pretendida por los Reyes Católicos. Con gran rapidez muchos se sintieron parte de esta nueva unidad política, con la misma religión, la misma lengua (en casi todos los territorios) y un propósito de expansión a nuevos territorios estimulado por el poder:
"Las grandes naciones no se han hecho desde dentro, sino desde fuera;
sólo una acertada política internacional, política de magnas empresas,
hace posible una fecunda política interior, que es siempre, a la postre,
política de poco calado."
Pero el autor de La rebelión de las masas no quiere caer en el error de evocar las grandezas del pasado para lamentarse de las desgracias del presente, porque tiene claro que no se construye la nación mirando al pasado con nostalgia, sino con un sólido programa para el mañana. En este punto, Ortega lanza su receta: estimular el gobierno de los mejores, de una aristocracia (no tengo claro si debe ser hereditaria) que consiga la aprobación y el respeto de la masa. Además, debe existir un ejército fuerte, que sea punta de lanza del prestigio de la nación. Quizá el término organización social en castas chirríe un poco al lector del siglo XXI, pero el filósofo no tiene reparos en utilizarlo para describir lo que debería ser España:
"Por un lado, la idea de organización social en castas significa el convencimiento de que la sociedad tiene una estructura propia, que consiste objetivamente, queramos o no, en una jerarquia de funciones."
Para Ortega toda organización social ha tenido su base en el ejemplo de los más fuertes, de los mejores, a los que los dóciles siguen mansamente buscando, entre otras cosas, seguridad, por lo que nada obsta para que esta sea la mejor fórmula. La tragedia de España, según él, es que se trata de un pueblo de labriegos, de gente inculta que no es capaz de reconocer, y mucho menos de respetar, las opiniones más autorizadas, algo que sí sucede en países como Francia o Gran Bretaña. Al final anuncia en una frase cuál será el tema de su más famoso ensayo:
"La rebelión sentimental de las masas, el odio a los mejores, la escasez de éstos - he aquí la razón verdadera del gran fracaso hispánico."
Siempre me he preguntado si valía la pena hacer el esfuerzo de leer este famoso autor. Pero esta reseña me convence de que no vale la pena el esfuerzo. Son ideas que ya eran anticuadas entonces.
ResponderEliminarEste en concreto ha quedado muy anacrónico. "La rebelión de las masas" es más interesante.
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