En los tiempos en los que yo empecé a comprar comics, allá por los ochenta y los primeros noventa, ser fan de DC era una tarea complicada. En España se conocían desde hacía mucho las colecciones de Marvel (X-Men, Vengadores, Spiderman), pero la distribución de DC - a pesar de los loables esfuerzos de editoriales como la añorada Zinco - era muy irregular y no llegaba a todos los kioskos de la época. Así que, independientemente de la popularidad a toda prueba de personajes como Superman y Batman, el resto del Universo DC era un gran desconocido para mí. Bastante más tarde descubrí muchas de sus joyas destinadas a un público más adulto, como el Batman de Frank Miller, el Watchmen de Alan Moore o el Sandman de Neil Gaiman, pero de grupos como este Escuadrón Suicida apenas tenía noticia y nunca leí nada de ellos, así que me enfrenté el sábado a su versión cinematográfica sin referencia previa alguna.
Después de la gran decepción que supuso la reciente Batman v Superman, una película cargada de dramatismo y grandilocuencia mal entendida, lo lógico es que los responsables de la franqucia cinematográfica de DC virasen un poco hacia una manera más lúdica y divertida de entender el género, quizá influenciados por el éxito de Deadpool, una película que triunfó precisamente por saber cómo no tomarse en serio a sí misma. El encargado de revitalizar - a medias - el decaido Universo DC ha sido David Ayer, director que el año pasado nos regaló una lúcida visión de los últimos combates de la Segunda Guerra Mundial en Europa con Corazones de acero.
Escuadrón Suicida empieza muy bien, con una impecable presentación de cada uno de los personajes, con una efímera presencia de Batman como invitado especial. La clara inspiración de Ayer ha sido el clásico de Robert Aldrich Doce del patíbulo, cambiando soldados condenados a muerte por supervillanos: también en esta ocasión el gobierno tiene que reclutar a lo peor de lo peor para salvar una situación complicada. El punto más fuerte de Escuadrón Suicida es la evidente química que trasluce entre todos sus personajes, aunque hay dos en los que se profundiza bastante más que el resto: Deadshot (con una solvente interpretación de Will Smith, que se ve que se ha tomado el proyecto en serio) y Harley Quinn (a la que da vida una Margot Robbie que sabe convertirse por momentos en la estrella de la función). Se ve que los responsables de la película, como ya ocurriera con la celebrada Guardianes de la Galaxia, de James Gunn, han trabajado en la compenetración del grupo, para disfrute del espectador.
Pero, a diferencia de la última película nombrada, en la que prácticamente todos sus aspectos estaban equilibrados, Escuadrón Suicida cuenta con un gran problema en la segunda mitad: el villano, puesto que en este aspecto se ha optado por transitar por caminos demasiado conocidos. Se trata de una entidad ultrapoderosa, que lanza rayos y relámpagos y que tiene una debilidad demasiado obvia: no hay personalidad ni motivaciones claras, por lo que la película cojea demasiado en este aspecto. Otro punto polémico es la presencia del Joker de Jared Leto. Se trata de una versión tan radicalmente alejada del espectáculo que nos ofreció Heath Ledger en El caballero oscuro, de Christopher Nolan, que ha causado mucha división entre los fans. A falta de poder escucharla en versión original, a mí me ha parecido una interpretación muy interesante, pero que ofrece muchísimas más posibilidades que, supongo, se desarrollarán en el futuro, sobre todo respecto a sus pasados enfrentamientos con Batman. Frente al psicópata retorcido de Ledger, este Joker es más una especie de estrella criminal a la que le gusta la popularidad. La historia de amor con Harley Quinn está apenas entrevista. Todavía no sabemos si esta relación será un punto a favor o en contra en el progreso del personaje.
Mientras tanto nos quedamos con la diversión que genera Escuadrón Suicida, una película dotada de un buen ritmo cinematográfico, que nos hace recuperar las esperanzas en el futuro de un Universo que todavía transita varios pasos por detrás del de Marvel.
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