Es sabido que una de las caracteristicas más comunes de los dictadores es la fascinación que producen en muchas mujeres. Para éstas el jefe supremo del Estado representa al macho alfa, al padre de la nación que a la vez es el hombre más deseado, que tiene poder de vida y muerte sobre el resto de la población. Aunque no todos los dictadores fueron depredadores sexuales al estilo de Benito Mussolini, el gran modelo en este sentido, siempre tuvieron facilidad para acceder a todo tipo de mujeres, que se les ofrecían con mayor o menor descaro. Aunque hoy cueste creerlo, el mismo Hitler, de imagen tan ridícula desde el punto de vista actual, era un ídolo de masas y un símbolo sexual para millones de jovencitas.
Quizá este fenómeno se deba a una primitiva atracción por el varón más fuerte, aquel que ha conquistado las posiciones predominantes en la tribu y capaz de ofrecer un mayor grado de protección. Además, existe otro factor que queda perfectamente explicado en esta frase del capítulo dedicado a Stalin:
"(...) hay mujeres que sufren el espejismo de creer que, debajo de toda esa ferocidad, se halla escondido un ser tierno y, lo que es peor, incluso que ellas podrán rescatarlo."
A analizar esa atracción hacia el abismo y la influencia que estas mujeres ejercieron en Stalin, Hitler, Mussolini y Franco se dedica este libro coordinado por la novelista Rosa Montero, que surge de una serie de documentales realizados en formato televisivo. Quizá este sea el gran problema de este libro: no se trata de una obra original, sino de la adaptación de los guiones de la serie a un volumen meramente divulgativo, que en realidad no aporta gran cosa al debate historiográfico, porque la mayor parte de sus breves capítulos tratan temas que ya han sido ampliamente tratados en toda clase de reportajes, libros e incluso películas. Cierto es que siempre es interesante leer alguna anécdota nueva y en ensayos tan ligeros como éste, abundan las mismas.
Quizá la parte más conseguida del volumen sea la dedicada al general Franco, seguramente porque fue un dictador en cuanto a sus relaciones con las mujeres. Franco fue fiel durante toda su vida a su esposa y no manifestó, que sepa, interés alguno en ninguna otra mujer (tampoco parece que despertara grandes pasiones entre las jóvenes españolas). En este sentido, el caudillo se comportó con la estricta fidelidad que cabe esperar de un practicante del cristianismo, aunque no fuera tan fiel a los preceptos evangélicos en otros asuntos, como a la hora de firmar condenas a muerte. Pero el verdadero interés de estos capítulos lo suscita una Carmen Polo a la que se retrata como una dama ambiciosa, sedienta de poder y de riquezas, hasta el punto de practicar el vicio de la acumulación de objetos y de propiedades:
"Con el tiempo el aspecto físico de Doña Carmen fue reflejando su personalidad. Así aquella adolescente esbelta, atractiva, de ojos oscuros y soñadores, empezó a parecerse a lo que los críticos del régimen decían que era: una urraca. Acaparaba absolutamente todo: joyas, antigüedades, cuadros, dulces, flores, bombones… Los numerosos regalos que recibía eran clasificados. Atesoraba lo que le interesaba, incluso productos perecederos, que luego regalaba sin advertir que estaban deteriorados, como sus famosos bombones rancios. Otra muestra de su avidez fue que fundió las medallas, bandejas y placas que había ido recibiendo Franco como obsequio y homenaje y los convirtió en lingotes de plata u oro"
Mientras vivió su esposo fue alguien intocable. Después de la muerte de Franco, jamás se recuperó del todo de la pérdida radical de influencia política y social que sufrió. En cualquier caso, tanto ella como su familia, siguieron siendo intocables hasta hoy en día. Jamás se produjo una investigación seria acerca del origen de su fortuna (así como tampoco del origen de la fortuna de las familias cercanas al franquismo) y, siendo las cosas como son en este país, sería extraño que alguna vez se produjera.
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