domingo, 3 de junio de 2012

CITA CON RAMA (1973), DE ARTHUR C. CLARKE. EL ALBA DE UN NUEVO MUNDO.


Arthur C. Clarke es un escritor que no necesita presentación. Venerado por todos los aficionados a la literatura de Ciencia Ficción, su momento de mayor fama llegó con el estreno de "2001, una odisea del espacio" (1968), de Stanley Kubrick, que se basó en un relato suyo titulado "El centinela". Posteriormente, lo transformaría en novela, con el mismo título que el film, el cenit del cine de especulación científica. 


De Clarke, además de algunos relatos y la novela mencionada, yo había leído hace unos años "El fin de la infancia", una obra que disfruté muchísimo y que pienso releer lo antes posible, para compartir mis reflexiones con todos ustedes. "Cita con Rama" es una de las novelas más galardonadas de la historia de la ciencia ficción y el comienzo de una saga que abarca otras tres obras.


La premisa de la historia es muy sencilla: dentro de algunas décadas (Clarke es un especulador social y científico bastante optimista) las fronteras entre países en la Tierra habrán desaparecido y las verdaderas diferencias entre los seres humanos serán debidas al planeta (o satélite) de nacimiento. A mediados de nuestro siglo se ha producido una gravísima colisión de un asteroide contra nuestro planeta, que ha arrasado varias ciudades italianas y los seres humanos deciden establecer una vigilancia permanente del cosmos para prevenir incidentes similares en el futuro. En un determinado momento se detecta uno de estos cuerpos acercándose al Sistema Solar. Sus movimientos parecen guiados por una inteligencia extraterrestre y se decide enviar una nave espacial a investigar.


A partir de aquí la narración de Clarke es meramente descriptiva y especulativa: los astronautas se adentran en el satélite artificial que han dado en llamar Rama e inician una exploración por un mundo muy extraño, que parece contradecir muchas de las leyes establecidas de la física. El escritor británico es un maestro en la creación de ambientes, a los que trata de dotar de todo el rigor científico que posee. Da la impresión durante todo el relato que la vida humana es tan insignificante para los cuasi-divinos constructores de Rama que los expedicionarios les pasan desapercibidos. El sentido de la maravilla propio de la mejor ciencia-ficción se mantiene, porque la   narración es tan fantástica como dotada de verosimilitud. El tono anticlimático que le otorga Clarke puede molestar a algunos lectores, pero a mí me parece el más apropiado, el más creíble cuando nos enfrentamos a un mundo incomprensible. ¿Aprenderán algo los humanos de su visita a Rama? Seguramente la humanidad de Clarke, cuyos responsables científicos mantienen pequeñas rencillas y choques de ego pero saben que viajan en el mismo barco, seguramente sí. Si la responsabilidad estuviera en manos de nuestros políticos actuales, la respuesta sería más complicada.

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