Con un año de retraso se estrena en España esta película rumana, concebida por el mismo responsable de la maravillosa "Cuatro meses, tres semanas y dos días". Demuestra que el mejor antídoto contra el totalirismo es la risa. Personalmente me encantó, y lo mismo opinó la mayoría de la gente con la que fui a verla. Todavía están a tiempo, al menos en Málaga. Aquí el enlace:
El director rumano Cristian Mungiu saltó a la fama internacionalmente gracias a su película "Cuatro meses, tres semanas y dos días", en la que, a través de la historia de una adolescente que pretende abortar en la Rumanía de Ceaucescu, se ofrecía un excelente retrato de la opresión de aquel régimen comunista.
La Rumanía de Ceaucescu fue uno de los regímenes más duros de la órbita comunista. Instauró un culto a la personalidad inspirado en el de Stalin
en la Unión Soviética de los años treinta y cuarenta. Se hizo llamar a
sí mismo "Conducator" y mantuvo un estricto control sobre la población a
través de la espesa red conformada por su policía secreta (Securitate).
Su política urbanística condenó el casco antiguo de Bucarest y otras
ciudades para construir enormes edificios (como el Palacio del Pueblo,
en la capital) a mayor gloria del régimen. Su ejecución,
fusilado después de un juicio sumarísimo, fue retransmitida
prácticamente en directo al mundo entero y se convirtió en uno de los
símbolos de la caída del comunismo en el este de Europa.
"Historias de la edad de oro" es una película de episodios, el último de ellos dirigido por el propio Mungiu, que también se dedica a escarbar en la vida de la gente corriente durante aquel oscuro periodo de la historia rumana, pero lo hace desde una perspectiva más amable, mucho más irónica, provocando con regularidad la carcajada del espectador. Como dice el propio director, en una entrevista publicada por "El Periódico", el 19 de diciembre de 2010:
"Los rumanos tenemos mucho sentido del humor, creo que eso fue lo que nos mantuvo vivos y nos permitió soportar tanta presión. La gente contaba chistes mientras hacía cola para conseguir comida. Era una forma de hacer que la situación pareciera más ridícula que trágica y así, en definitiva, poder soportarla.
Las críticas al régimen se hacían en casa y con la radio encendida a todo volumen para que quedaran entre esas cuatro paredes. Uno no podía plantarse en medio de una plaza y gritar que Ceaucescu estaba loco. Había mucho miedo a los micrófonos ocultos. Todos pensábamos que nuestras casas estaban pinchadas. Y no sin motivo: todos teniamos vecinos que eran informadores de la policía secreta."
Los relatos se centran en la vida cotidiana de ciudadanos comunes, que sobreviven como pueden al día a día de un país empobrecido, dando la razón a Winston Churchill cuando aseguraba que el socialismo consistía en el reparto equitativo de la miseria. Lo cierto es que el Partido es omnipresente e impregna todos los aspectos de la existencia, por lo que la principal preocupación es no ofenderlo en ningún momento y tratar de mejorar en lo material a sus espaldas. Así sucede en el divertido episodio del cerdo, donde una familia consigue un cerdo, pero han de sacrificarlo de manera clandestina, sin hacer ruidos que pongan en alerta al resto del vecindario.
Llaman la atención los paralelismos entre el primer episodio, en el que un pueblo se prepara para recibir al máximo mandatario y la película de Berlanga "Bienvenido Mister Marshall". En ambos casos las gentes más humildes han de rendir pleitesia al poder (que acabará pasando de largo), iniciando los preparativos con la suficiente antelación como para tener cubierta cualquier eventualidad y evitar cualquier represalia. En el episodio rumano, el tiovivo del final es la metáfora de un país que da vueltas sobre sí mismo para no llegar a ninguna parte.
Otro episodio destacable es el de los fotógrafos, cuyo trabajo depende de la aprobación del Comité Central del Partido, por lo que viven en perpetua zozobra, intentando plasmar al líder en posturas que reflejen su talla de estadista. Las conformidades siempre llegan con el tiempo justo de colocar la foto en la edición del día siguiente, por lo que no están excluidos los errores vergonzantes (como sucede también en uno de los episodios de los cuentos recogidos en "La maleta", de Sergei Dovlatov).
A pesar de su larga duración, la película colectiva auspiciada por Cristian Mungiu no se hace larga en ningún momento, por la variedad de situaciones y personajes que presenta y, sobre todo, por la posibilidad que ofrece al espectador de asomarse al periodo más duro de la dictadura de Ceaucescu desde una perspectiva humorística, que resalta lo ridículo de un régimen que hacía pasar hambre y toda clase de necesidades a sus ciudadanos mientras se ufanaba de tener el sistema social más avanzado del mundo. Un ridículo que oculta millones de tragedias cotidianas.
"Historias de la edad de oro" es una película de episodios, el último de ellos dirigido por el propio Mungiu, que también se dedica a escarbar en la vida de la gente corriente durante aquel oscuro periodo de la historia rumana, pero lo hace desde una perspectiva más amable, mucho más irónica, provocando con regularidad la carcajada del espectador. Como dice el propio director, en una entrevista publicada por "El Periódico", el 19 de diciembre de 2010:
"Los rumanos tenemos mucho sentido del humor, creo que eso fue lo que nos mantuvo vivos y nos permitió soportar tanta presión. La gente contaba chistes mientras hacía cola para conseguir comida. Era una forma de hacer que la situación pareciera más ridícula que trágica y así, en definitiva, poder soportarla.
Las críticas al régimen se hacían en casa y con la radio encendida a todo volumen para que quedaran entre esas cuatro paredes. Uno no podía plantarse en medio de una plaza y gritar que Ceaucescu estaba loco. Había mucho miedo a los micrófonos ocultos. Todos pensábamos que nuestras casas estaban pinchadas. Y no sin motivo: todos teniamos vecinos que eran informadores de la policía secreta."
Los relatos se centran en la vida cotidiana de ciudadanos comunes, que sobreviven como pueden al día a día de un país empobrecido, dando la razón a Winston Churchill cuando aseguraba que el socialismo consistía en el reparto equitativo de la miseria. Lo cierto es que el Partido es omnipresente e impregna todos los aspectos de la existencia, por lo que la principal preocupación es no ofenderlo en ningún momento y tratar de mejorar en lo material a sus espaldas. Así sucede en el divertido episodio del cerdo, donde una familia consigue un cerdo, pero han de sacrificarlo de manera clandestina, sin hacer ruidos que pongan en alerta al resto del vecindario.
Llaman la atención los paralelismos entre el primer episodio, en el que un pueblo se prepara para recibir al máximo mandatario y la película de Berlanga "Bienvenido Mister Marshall". En ambos casos las gentes más humildes han de rendir pleitesia al poder (que acabará pasando de largo), iniciando los preparativos con la suficiente antelación como para tener cubierta cualquier eventualidad y evitar cualquier represalia. En el episodio rumano, el tiovivo del final es la metáfora de un país que da vueltas sobre sí mismo para no llegar a ninguna parte.
Otro episodio destacable es el de los fotógrafos, cuyo trabajo depende de la aprobación del Comité Central del Partido, por lo que viven en perpetua zozobra, intentando plasmar al líder en posturas que reflejen su talla de estadista. Las conformidades siempre llegan con el tiempo justo de colocar la foto en la edición del día siguiente, por lo que no están excluidos los errores vergonzantes (como sucede también en uno de los episodios de los cuentos recogidos en "La maleta", de Sergei Dovlatov).
A pesar de su larga duración, la película colectiva auspiciada por Cristian Mungiu no se hace larga en ningún momento, por la variedad de situaciones y personajes que presenta y, sobre todo, por la posibilidad que ofrece al espectador de asomarse al periodo más duro de la dictadura de Ceaucescu desde una perspectiva humorística, que resalta lo ridículo de un régimen que hacía pasar hambre y toda clase de necesidades a sus ciudadanos mientras se ufanaba de tener el sistema social más avanzado del mundo. Un ridículo que oculta millones de tragedias cotidianas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario