lunes, 20 de julio de 2020

PANDEMOCRACIA (2020), DE DANIEL INNERARITY. UNA FILOSOFÍA DE LA CRISIS DEL CORONAVIRUS.

Las imágenes del funeral de Estado del otro día me hicieron reflexionar acerca de las reacciones imprevisibles que suscitan los acontecimientos inesperados. El hecho de organizar un homenaje a las víctimas de una pandemia que está lejos de haber llegado a su final contiene una especie de revelación acerca de la necesidad prematura de dejar atrás un episodio que ha traumatizado al ciudadano a varios niveles y le ha creado nuevas categorías de miedos y ansiedades: a la pérdida de la salud suya o de sus seres queridos, al desmoronamiento económico, a los cambios radicales en las costumbres, al distanciamiento social o incluso a que la situación acabe volviéndose caótica. Aunque todos esperamos que dentro de un año, ya con la vacuna, podamos estar haciendo un balance sereno desde la tristeza por la pérdida de tantas vidas, nada garantiza que esto vaya a ser así. Y eso es lo que nos inquieta. El futuro incierto en el que nos sume esta especie de distopía que parece no acabarse nunca y que tantas realidades cotidianas altera. 

Pandemocracia es un libro escrito desde la urgencia de una situación no prevista. Redactado en los días más terribles de la pandemia, entre marzo y abril, el filósofo y politólogo Daniel Innerarity. Nuestra democracia - y buena parte de las de occidente - ha sido puesta a prueba frente a un enemigo invisible y demoledor, que ha hecho obligatorio recortarnos algunas libertades fundamentales al menos durante unos meses, mientras la capacidad de nuestro sistema sanitario era puesta a prueba de manera cruel. Y la gestión de toda esta situación inédita ha debido organizarse en cuestión de días, quizá también por una enorme imprevisión por parte de un gobierno que no consideró prudente tomar medidas, a pesar de los desesperados llamamientos lanzados desde una Italia que fue cabeza de puente en el ataque del virus al Viejo Continente.

Pero ahora no es tiempo de reproches ni lamentaciones, sino de gestionar una situación muy peligrosa de la mejor manera posible, impidiendo que se hunda más la economía sin poner en grave riesgo la salud pública. Se trata de gestionar una nueva normalidad concienciando a la gente de que sigue siendo necesario el distanciamiento social, mientras se trata de salvar la temporada turística. Lo lógico es que la gente acabe relajándose frente a la tensión y el miedo de hace solo tres meses, a pesar del peligro:

"Los seres humanos nos vemos obligados a pensar de otra manera el mundo cuando estábamos acostumbrados a concebirlo de un modo que ya no nos lo hace inteligible. Tenemos dificultades a la hora de enfrentarnos a este tipo de riesgos y ajustar nuestro comportamiento. Pensamos en términos de riesgo individual y se trata de riesgo colectivo; tendemos a pensar causalmente y no probabilísticamente; de un modo lineal cuando los acontecimientos de este estilo discurren de una manera no lineal."

No sabemos cómo va a acabar este episodio, que quedará como uno de los más tristes de la historia reciente de este país. El panorama de rebrotes en pleno verano ha constituido la más desagradable de las sorpresas de un virus imprevisible y cuyos efectos a nivel mundial causan estragos en estos mismos momentos, sobre todo en Sudamérica, Estados Unidos e India. Esperemos que el otoño traiga nuevas esperanzas, aunque sea en forma de mutación del virus en una cepa menos letal, con la que podamos convivir tomando todas las precauciones hasta que se pueda llegar a una solución definitiva. 

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