jueves, 17 de enero de 2019

RELATOS DE KOLIMÁ. VOLUMEN I (1978), DE VARLAM SHALÁMOV. DÍAS MÁS LARGOS QUE SIGLOS.

Shalámov es uno de esos autores que escriben con conocimiento de causa, narrando en una serie de cuentos magistrales sus terribles experiencias en el Gulag soviético, al que fue condenado en varias ocasiones, acusado de trotskista. Kolimá aparece aquí como un auténtico infierno congelado: quien era destinado allí como preso tenía muy pocas posibilidades de volver con vida a su hogar y, si lo hacía, el que regresaba era un hombre lastrado y herido, que difícilmente podría volver a incorporarse con normalidad a la vida social. En Kolimá no existía siquiera la amistad o la solidaridad entre prisioneros: el sistema penitenciario inhumano instituido por los soviéticos, basado en una cruel combinación de trabajo, frío y hambre hacía que los hombres perdieran pronto el gusto por la existencia y solo les quedara un instinto de supervivencia que muchos llegaban a odiar: 

"No echaba en cara a los demás su indiferencia. Hacía tiempo que había comprendido de dónde venía aquel abotargamiento del espíritu, aquel frío del alma. El frío helado, el mismo frío que convertía en hielo la saliva en vuelo, había alcanzado también el alma humana. Si se podían helar los huesos, si se podía congelar o embotarse el cerebro, también el alma podía quedarse helada. En medio del frío era imposible pensar en nada. Todo era sencillo. Con frío y hambre el cerebro se alimentaba mal, se secaban las células cerebrales; se trataba sin duda de un fenómeno material, y Dios sabe si, como dicen en medicina, el proceso era reversible, semejante a la descongelación, o si las lesiones lo eran para siempre jamás. Así pues, el alma también se había helado, se había encogido y quién sabe si se quedaría así, fría, para siempre. Todas estas ideas se le habían ocurrido antes; ahora a Potáshnikov no le quedaba otro deseo que el de resistir, sobrellevar el frío con vida."

Así pues, el prisionero de Kolimá es un ser deshumanizado, un trozo de carne, declarado enemigo del pueblo por el Estado y que es utilizado despiadamente para explotar las riquezas siberianas hasta que, como un animal llevado hasta el límite de sus fuerzas, se deslome hasta morir. Bien es cierto que el proyecto soviético no era de exterminio del enemigo interior - aunque a veces pudiera parecerlo - sino de reeducación, por lo que a veces se daban liberaciones casi milagrosas, aunque el destino más normal fuera el de la destrucción física y moral a manos de los guardianes con ayuda de las mafias que se organizaban entre los más fuertes de entre los prisioneros. Los relatos abarcan los más diversos aspectos de este infierno penitenciario y a veces el lector se encuentra con sorpresas como descubrir a Andréi Platónov descrito como un alma limpia que se enfrenta con desconcierto a un mundo absolutamente corrupto y malvado. Relatos de Kolimá es una de las obras cumbre del siglo XX, un testimonio absolutamente indispensable de la barbarie humana desatada en nombre de una incierta utopía.