Resulta sorprendente que el prolífico director de una de las filmografías más zafias del cine español fuera capaz, al principio de su carrera, de rodar una obra de esta calidad. La hora incógnita parte del terror nuclear de la época (en aquellos años se produjo la crisis de los misiles de Cuba, que estuvo a punto de desencadenar la Tercera Guerra Mundial), para narrar la historia de unos personajes que se quedan varados en una ciudad provinciana que acaba de ser evacuada precipitadamente. La razón de la evacuación es que, por accidente, va a caer en la urbe una bomba nuclear. Los motivos de los que se han quedado oscilan entre el despiste, la falta de horizontes o el amor al prójimo, pero la película ofrece un magnífico retrato de personajes que transitan por una ciudad vacía que está a punto de ser destruída y lo hace con un equilibrio admirable en el retrato de los mismos y las relaciones que se establecen entre todos ellos, sobre todo al final, cuando se reúnen en la iglesia con el fin de cooperar en pos de una salvación casi imposible. La película sabe mantener la tensión en todo momento y es capaz de mostrar elementos que no serían muy bien vistos por la censura de la época: una prostituta o una pareja de adúlteros absolutamente humanizados. Si Mariano Ozores hubiera seguido por este camino, realizando este tipo de producciones que en nada tienen que envidiar al cine europeo de la época, se hubiera convertido en uno de nuestros grandes directores, pero su destino fue transformarse en uno de los cómicos más taquilleros aprovechándose plenamente de la época del destape que llegaría una década después.
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¡Una de Mariano Ozores!
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