Retrato de una de tantas escaramuzas protagonizadas por los soldados estadounidenses durante la ocupación de Irak, Warfare nos sumerge de forma contundentemente realista en la realidad del conflicto moderno, una guerra sin frentes definidos en la que el enemigo es prácticamente invisible. Narrada en tiempo real, la película es casi un documental acerca de los sentimientos de unos soldados que en unos pocos minutos pasan del tedio de vigilar unos edificios a la máxima tensión de un combate sangriento. Casi toda la acción transcurre dentro del edificio que los soldados han ocupado al principio de la película y el adversario constituye un ente abstracto y casi invisible que puede estar en todas partes y en ninguna. Asistimos entonces como espectadores a la misma confusión que sufren los protagonistas acerca de lo que está pasando y a la misma sensación de sentirse atrapados sin escapatoria posible en una ratonera. Porque toda la potencia de fuego disponible (impresionantes las escenas en las que un avión realiza bombardeos a ras de suelo) no es suficiente para disuadir a un grupo de hombres decididos que se confunden con la población y consiguen aterrorizar al mejor ejército del mundo. La película de Garlard y Mendoza (protagonista de los hechos que se describen en la cinta), no esconde, en su hiperrealismo, imágenes terribles de heridos y muertos. Toda una muestra contundente de lo que significa estar implicado en un combate, aunque éste fuera uno más de los cientos que se produjeron en aquellos años terribles para Irak.
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