La serie del momento destaca ante todo por su impecable factura técnica. Cada episodio es un largo plano secuencia que mete de lleno en la acción al espectador y no le da respiro, ya que cada uno de ellos transcurrre en tiempo real y han de suceder muchas cosas para exponer bien la historia. En el primero de ellos contemplamos el proceso de detención de un presunto asesino adolescente y todo el procedimiento que ello conlleva frente a la perplejidad e impotencia de su familia, que ve como su existencia cambia de un día para otro, empezando un largo calvario para todos ellos. El segundo, que sucede al día siguiente al de la detención, es una descripción muy pesimista del sistema educativo actual. El instituto que visitan los policías para realizar sus interrogatorios es una especie de pequeño infierno caótico en el que los alumnos atienden mucho más a su móvil que al profesor que les explica las lecciones a través de pantallas. Los investigadores tendrán que realizar un curso acelerado de las nuevas formas de expresión a través de emoticonos para empezar a entender las motivaciones del asesino. El tercer episodio transcurre casi enteramente en una habitación en el que una psicóloga evalúa al adolescente en el centro de internamiento en el que está ingresado. Aquí se pueden llegar a ver notables rasgos de psicopatía de un joven asesino que es un muchacho normal a ojos de sus padres. El último, que transcurre bastantes meses después del primero, narra la desolación de una familia que intenta hacer vida normal después de haber sido estigmatizados y no lo consigue. Adolescencia es una serie muy interesante, un tanto sobrevalorada, pero que falla al intentar echar la culpa del terrible asesinato a una serie de gurús de internet de tendencia red pill que intentan explicar a los incomprendidos adolescentes por qué no son capaces de atraer al sexo opuesto. Esto es cómo intentar explicar hechos luctuosos similares sucedidos en el pasado intentando echar la culpa a los juegos de rol, a la música heavy o a los cómics violentos. Lo cierto es que, como deja intuir la serie, los psicópatas están entre nosotros y aunque Jaime no lo sea plenamente, sí que es una persona en formación que se ha dejado llevar por sus impulsos violentos ante un cóctel de acoso escolar sufrido y doctrina incel adquirida sin ningún filtro.
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