Una de las historias de amor más grandes de la historia del cine fue protagonizada por dos personajes absolutamente ordinarios, de vidas anodinas que se enamoran en una situación cotidiana. Esto era toda una novedad. Aquí no nos encontramos ante una narración romántica y épica, sino ante la relación de dos personas normales que viven un amor prohibido, ya que ambos tienen sus propias parejas. Al espectador se le muestra la perspectiva de ella, como poco a poco se siente atraída por un desconocido, algo que no debería ser posible, ya que se trata de una mujer felizmente casada y ella misma condenaría a otra persona que se comportara así. Pero no puede evitarlo, por lo que vivirá durante toda la película una experiencia agridulce, ya que experimenta una pasión culpable, unos sentimientos que no tienen cabida en una sociedad todavía en gran medida puritana. Uno de los elementos más destacados de Breve encuentro es el uso de lo cotidiano para enmarcar la pasión amorosa, destacando ante todo el uso del tiempo como un elemento ineludible y escaso, que limita su tiempo juntos, no en vano el lugar más retratado en la película es la estación de tren, con su visible reloj, donde tienen lugar sus despedidas. Precisamente lo que hace grande a la escena de la despedida definitiva es la imposibilidad de hacerlo como ellos quisieran porque se encuentran en la estación a una conocida de ella. La de David Lean es una de las películas que mejor reflejan el alma humana y eleva a su director como uno de los más sensibles y polifacéticos de la historia del cine.
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