viernes, 14 de mayo de 2021

EL SUEÑO ETERNO (1939), DE RAYMOND CHANDLER Y DE HOWARD HAWKS (1946). HISTORIA DE UN DETECTIVE.

No hay detective de novela negra más famoso que Philip Marlowe - con permiso de Sam Spade - y eso da una entidad casi mítica al personaje. Desde el mismo comienzo de El sueño eterno descubrimos a un tipo duro y seco, con una gran habilidad dialéctica y profundo conocedor de los aspectos más sórdidos de la urbe de Los Ángeles, algo muy útil para su trabajo. Pero el aspecto más destacado de Marlowe es que posee un código ético que le hace casi insobornable, algo muy peculiar para un tipo que constantemente ha de ir moviéndose en los márgenes de la ley y los traspasa con frecuencia. También hay que decir que es muy inteligente (sin llegar a los niveles de genialidad de un Sherlock Holmes) y su cabeza es capaz de ordenar con rapidez las tramas más enrevesadas. En un determinado momento, él mismo describe su labor cotidiana:

"Trabajo en un caso. Vendo lo que tengo que vender para ganarme la vida. Las agallas y la inteligencia que Dios me ha dado y la disponibilidad para dejarme maltratar si con ello protejo a mis clientes. Va contra mis principios contar todo lo que he contado esta noche sin consultar antes al general. Por lo que respecta a encubrimientos, también yo he trabajado para la policía, como usted sabe. Se encubre sin descanso en cualquier ciudad importante. Los polizontes se ponen muy solemnes y virtuosos cuando alguien de fuera trata de ocultar cualquier cosa, pero ellos hacen lo mismo un día sí y otro también para contentar a sus amigos o a cualquier persona con un poco de influencia. Y todavía no he terminado. Sigo en el caso. Y volveré a hacer lo mismo si tengo que hacerlo."

La peculiar forma de escribir de Raymond Chandler se adapta como un guante a las características de su personaje. Las descripciones de Chandler son tan metafóricas como irónicas y tienen un punto cinematográfico que ayuda muchísimo al lector a ubicarse en cada uno de los escenarios. Unos escenarios poblados de lo peor de la sociedad: chantajistas, gangsters de poca monta, asesinos de sangre fría y caliente... Una respetable librería puede ser la tapadera de un sórdido negocio de pornografía dedicado a extorsionar a mujeres. Da la impresión de que Marlowe se mueve por una ciudad en blanco y negro con una infinita gama de grises. 

El moverse constantemente por estos ambientes ha hecho de Marlowe un tipo cínico y fatalista: sabe que en cualquier momento puede acabar tirado en un callejón con un tiro en la cabeza, por lo que no le importa beber a cualquier hora del día o de la noche. Él es perfectamente consciente de que se la juega por unas tarifas irrisorias, que le permiten mantener un pequeño despacho-apartamento en el centro de la ciudad, pero sería incapaz de vivir de otro modo, lo que hace de él un tipo absolutamente desesperanzado, alguien que simplemente vive al día. En realidad en El sueño eterno el detective actúa como un nexo entre el mundo de riqueza de los Sternwood y el mundo del hampa con el que flirtean las dos hijas del patriarca, una especie de empleado de la limpieza para dejar a salvo el buen nombre de la familia. 

La adaptación cinematográfica de Howard Hawks es un ejemplo modélico de cine negro y un perfecto vehículo de lucimiento para un Humphrey Bogart con un papel que le viene como anillo al dedo, aunque sea un poco más bajo que el Marlowe literario (se hace una pequeña broma con eso al principio de la película). El Marlowe de Bogart es una especie de precedente de James Bond en el sentido de que es capaz de seducir a toda mujer que se encuentra en su camino sin proponérselo, incluso cuando se muestra grosero y cínico con ellas. A diferencia de lo que sucede en la novela, la presencia de Lauren Bacall interpretando a Vivian Sternwood, hace que el personaje viva una historia de amor con Marlowe, aunque quizá intuyamos que es un romance entre dos personas antagónicas y, por lo tanto, destinado al fracaso. Uno de los pequeños defectos de la película es la trama. Sin haber leído la novela es difícil de seguir, debido a la rapidez en la que se suceden los acontecimientos y la abundancia de personajes, pero en realidad eso es lo que menos importa: la obra de Hawks es disfrutable ante todo por el halo mítico de todas y cada una de sus escenas. Una película ciertamente irrepetible y a la que cualquier cinéfilo ha de volver con frecuencia. 

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