sábado, 22 de mayo de 2021

LA NARANJA MECÁNICA (1962), DE ANTHONY BURGESS Y DE STANLEY KUBRICK (1971). ULTRAVIOLENCIA Y LIBRE ALBEDRÍO.

Nada más comenzar a leer La naranja mecánica, nos encontramos ante una sociedad distópica en la que existe una enorme brecha generacional entre jóvenes y mayores. Posiblemente todos los jóvenes no sean así, no lo sabemos, pero lo cierto es que la pandilla de Alex es aficionada a pasar las noches practicando la llamada ultraviolencia: agresiones brutales a personas escogidas al azar - incluso en sus domicilios -  sin más objeto que alimentar una espiral de perversa diversión sin sentido alguno. El mal por el mal, estimulado por las drogas que toman en el bar lácteo Korova. Alex no siente ningún escrúpulo moral por sus acciones y su joven tiranía se traslada a la relación con sus padres, que viven asustados por el monstruo que un día engendraron. Es curioso que, entre tanta depravación, en la vida del protagonista tenga un hueco el amor a la música clásica, sobre todo a Beethoven, pero es este un amor retorcido que le sirve para evocar en la intimidad de su cuarto la violencia recién vivida en la noche. 

El tema principal de la novela es el libre albedrío, la elección fundamental entre el bien y el mal de la que tanto se han ocupado las religiones y la filosofía. Alex ha encontrado un ambiente propicio para llevar a cabo sus nihilistas acciones en la decadente Inglaterra que retrata Burgess, pero también podía haber elegido lo contrario, o al menos un comportamiento más ambiguo. Esto es lo que expone el autor en el prólogo:

"(...) el ser humano está dotado de libre albedrío, y puede elegir entre el bien y el mal. Si sólo puede actuar bien o sólo puede actuar mal, no será más que una naranja mecánica, lo que quiere decir que en apariencia será un hermoso organismo con color y zumo, pero de hecho no será más que un juguete mecánico al que Dios o el Diablo (o el Todopoderoso Estado, ya que está sustituyéndolos a los dos) le darán cuerda. Es tan inhumano ser totalmente bueno como totalmente malvado. Lo importante es la elección moral. La maldad tiene que existir junto a la bondad para que pueda darse esa elección moral. La vida se sostiene gracias a la enconada oposición de entidades morales."

La opinión pública pide soluciones contra la inseguridad ciudadana y el gobierno autoriza experimentar con la técnica de Ludovico, un agresivo proyecto de condicionamiento que le es aplicado a Alex: un arma que usa el Estado en nombre de la sociedad para destruir el libre albedrío de sus peores elementos. Desde ese momento el protagonista no puede siquiera pensar en violencia sin verse afectado por un profundo malestar. Como efecto colateral del tratamiento, la música clásica va a tener el mismo efecto sobre él, puesto que las imágenes de violencia a las que ha sido sometido durante quince días incluían banda sonora de Beethoven. De pronto Alex ya no es un ser libre, es un ser manso porque no puede ser otra cosa, lo que vuelve a convertirlo en un desecho social sin iniciativa y del que tienen oportunidad de vengarse sus antiguas víctimas. Las palabras que le ha dedicado el capellán de la prisión poco antes de someterse al experimento son casi proféticas:

"Algunas veces no es grato ser bueno, pequeño 6655321. Ser bueno puede llegar a ser algo horrible. Y te lo digo sabiendo que quizá te parezca una afirmación muy contradictoria. Sé que esto me costará muchas noches de insomnio. ¿Qué quiere Dios? ¿El bien o que uno elija el camino del bien? Quizás el hombre que elige el mal es en cierto modo mejor que aquel a quien se le impone el bien. Son problemas profundos y difíciles, pequeño 6655321."

¿Es moral la actuación del Estado ejercitando esa brutal privación de libertad en uno de sus súbditos más agresivos? Por mucho que al lector le caiga mal Alex y se alegre íntimamente del karma que recibe, la manipulación mental de la que sido objeto resulta completamente inhumana. Siempre queda espacio para la redención libre, que puede estar estimulada por una determinada filosofía o religión, pero con esta elección no determinista Alex - al que ya se había deshumanizado en prisión al cambiar su nombre por un número - seguiría siendo un ser humano completo. En este sentido la interpretación de Kubrick (que parece ser que leyó la versión de la novela a la que le falta el capítulo final) es mucho más pesimista, porque al final de la película el protagonista sigue siendo el mismo, algo que no sucede en la obra de Burgess, un detalle que amargó al novelista.

En cualquier caso, la película vuelve ser una obra magistral del director de Senderos de gloria. Con un ambiente futurista, pero muy inspirado en el ambiente de unos años setenta que empezaban a ser casi tan violentos como los de La naranja mecánica, el poder de la cámara de Kubrick capta la violencia extrema de una manera poderosa y a la vez un tanto teatral. En realidad los temibles pandilleros que hablan en esa extraña jerga que los separa aún más de sus mayores, actúan de una manera infantil, liberando sus impulsos más básicos sin atender a las consecuencias de sus actos. Uno de los hallazgos más geniales del film es esa música clásica interpretada con sintetizadores que nos acerca de un modo sorprendente al mundo de Alex. No solo es infantil y teatral el comportamiento de Alex y sus drugos, sino que los adultos también parecen condicionados por una especie de limitación en al habla y en sus actos. Nadie parece actuar con entera libertad en La naranja mecánica, a excepción del severo guardián que sabe que aplicar de manera estricta la legislación penitenciaria es su función en la vida. Todo esto nos produce una sensación de extrañeza y fascinación que consigue que siempre sea grato revisar este clásico del cine tan diferente y tan rompedor. 

jueves, 20 de mayo de 2021

EL FIN DEL "HOMO SOVIETICUS" (2013), DE SVELANA ALEKSIEVICH. HUMILLADOS Y OFENDIDOS.

Para Svelana Aleksievich no hay mejores personajes que las personas reales, aquellas que cuentan sus propias historias con un estilo literario a veces sorprendente. La escritora bielorrusa sabe que la historia la hacen - y padecen - los hombres y mujeres corrientes, aquellos que se levantan temprano todos los días para ir al trabajo y que no comprenden muy bien las decisiones de quienes están arriba, pero que sí acaban sufriendo sus consecuencias. Los antiguos ciudadanos soviéticos necesitan narrar sus historias, necesitan que alguien comprenda que fueron víctimas de un sistema inhumano, pero también que lo que vino después fue peor en muchos sentidos. Rusia en el siglo XX fue un país mártir: Revolución, Guerra Civil, hambrunas en Ucrania, represión salvaje de Stalin, invasión nazi, Guerra Fría, desabastecimiento económico, caída de la Unión Soviética, anarquía en las calles... Millones de muertos y muchas más víctimas de la represión, del hambre... El miedo siempre presente. Es difícilmente concebible que tanto sufrimiento sea posible, pero estos testimonios ayudan a acercarnos a lo que en muchas ocasiones era una realidad cotidiana de pesadilla;

"Soy esclava de las palabras… Tengo una fe absoluta en ellas… Siempre escucho las palabras que pronuncian las personas con las que me encuentro y también las de los desconocidos. De hecho, las palabras de los desconocidos me interesan aún más. Una puede esperar cualquier cosa de un desconocido. A veces siento deseos de hablar… Tardo en decidirme a hacerlo. Parece que estoy lista… Pero basta que comience a contar algo para que caiga en la cuenta de que no queda nada de aquel lugar del que quiero hablar. Sólo hay un vacío. Se han desvanecido todos mis recuerdos. De repente, hay un agujero donde antes había un recuerdo memorable. Y tengo que esperar un buen rato hasta que aparezca algo que lo llene. Por eso suelo estar callada. Y cocino mis recuerdos en mi mente. Me muevo a solas por el paisaje de mi memoria: caminos, laberintos, madrigueras..."

La figura de Gorbachov aparece en buena parte de los testimonios como un punto de inflexión en las vidas de los ciudadanos de la URSS. Por primera vez en muchos años la esperanza volvía a estar presente en las conversaciones semiclandestinas que se celebraban en las cocinas de los apartamentos de Moscú. Por fin un socialismo con rostro humano, alguien que se iba a ocupar no solo del poderío militar, sino también del bienestar de los ciudadanos. Al final se convirtió en una figura venerada en el extranjero y odiada en su propio país. El desmantelamiento de la Unión Soviética no trajo más que caos y miseria para la mayoría de la gente. Nadie estaba preparado para cambiar sus vidas de modo tan radical, para adaptarse de un día para otro a un capitalismo salvaje que exigía ganar dinero con los negocios para sobrevivir, mientras los bienes del Estado se repartían entre unos pocos privilegiados. Técnicos, ingenieros y gente con oficios prestigiosos se veían reducidos a vender sus bienes para poder comer. Los supermercados se llenaban de productos exóticos, nuevos comercios repletos de artículos insospechados comenzaban a proliferar en las calles, pero pocos se podían permitir comprarlos:

"De repente, nos veíamos inundados de millones de cajitas y frascos. Se los llevaban a casa como si fueran libros sagrados y cuando habían consumido el contenido de los frascos no los tiraban, sino que los exponían en sitios de honor en los estantes del salón. Las primeras revistas de papel cuché se leían con la devoción que merecen los clásicos. Se tenía fe en que tras esas portadas brillantes, en el interior de aquellas porquerías, una vida maravillosa esperaba agazapada. Hubo colas kilométricas para comer en el primer McDonald’s… Y reportajes en los telediarios. Hubo personas adultas, muy cultivadas, que se llevaron a casa las cajitas de las hamburguesas y las servilletas para mostrarlas después con orgullo a las visitas." 

Esta nueva y desoladora realidad surgida de otra revolución fallida consigue que Moscú, en los años noventa, sea tomada por bandas de mafiosos. Esto provoca que mucha gente mire al pasado con nostalgia, echando de menos incluso los peores años de Stalin. En ocasiones gente que tuvo familiares en el Gulag llega a reivindicar la época en el que el país era un imperio respetado por todo el mundo. Las auténticas víctimas de aquella época son las que nos hacen recordar el horror de ser despertado en plena noche para ser llevado a una tenebrosa sala de interrogatorios, torturado y luego sentenciado a trabajos forzados sin posibilidad de correspondencia con la familia. Estos son los testimonios más duros, los que nos hablan de la absoluta deshumanización que imperó en los años más oscuros del tirano, aquellos en los que nadie podía sentirse seguro, en los que cualquier delación anónima podía traer la desgracia a un hogar. Para muchos otros, vivir en la Unión Soviética significaba una seguridad material que, aunque modesta, se le hacía imposible en la nueva realidad de la Federación Rusa. También valoraban la seguridad emocional ofrecida por el Estado: desde el poder se les decía lo que estaba bien y lo que estaba mal y muchos necesitaban ser dirigidos por un líder fuerte e infalible. Quizá hoy este papel lo ha adoptado Vladimir Putin, el nuevo caudillo que quiere volver a hacer grande a la humillada Rusia por todos los medios posibles. 

Luego están los que padecieron las guerras. No solo la Segunda Guerra Mundial o Gran Guerra Patriótica, sino quienes tuvieron que luchar en Afganistán, Chechenia o el Caúcaso y enfrentarse a la brutalidad cotidiana de conflictos cuyas principales víctimas pertenecían a la población civil. Estas guerras provocaban millones de refugiados que no tenían más remedio que escapar a Moscú y otras capitales, donde eran tratados como escoria. Si algo ha faltado en Rusia a lo largo de su historia es una política humanista que ponga los derechos del hombre por encima de los del Estado. Estos hombres y mujeres aplastados al menos pueden alzar su voz en el libro de Aleksievich y narrar sus calvarios particulares de ciudadanos de un país mártir. Una auténtica obra maestra que retrata a quienes padecen la Historia con mayúsculas. 

viernes, 14 de mayo de 2021

EL SUEÑO ETERNO (1939), DE RAYMOND CHANDLER Y DE HOWARD HAWKS (1946). HISTORIA DE UN DETECTIVE.

No hay detective de novela negra más famoso que Philip Marlowe - con permiso de Sam Spade - y eso da una entidad casi mítica al personaje. Desde el mismo comienzo de El sueño eterno descubrimos a un tipo duro y seco, con una gran habilidad dialéctica y profundo conocedor de los aspectos más sórdidos de la urbe de Los Ángeles, algo muy útil para su trabajo. Pero el aspecto más destacado de Marlowe es que posee un código ético que le hace casi insobornable, algo muy peculiar para un tipo que constantemente ha de ir moviéndose en los márgenes de la ley y los traspasa con frecuencia. También hay que decir que es muy inteligente (sin llegar a los niveles de genialidad de un Sherlock Holmes) y su cabeza es capaz de ordenar con rapidez las tramas más enrevesadas. En un determinado momento, él mismo describe su labor cotidiana:

"Trabajo en un caso. Vendo lo que tengo que vender para ganarme la vida. Las agallas y la inteligencia que Dios me ha dado y la disponibilidad para dejarme maltratar si con ello protejo a mis clientes. Va contra mis principios contar todo lo que he contado esta noche sin consultar antes al general. Por lo que respecta a encubrimientos, también yo he trabajado para la policía, como usted sabe. Se encubre sin descanso en cualquier ciudad importante. Los polizontes se ponen muy solemnes y virtuosos cuando alguien de fuera trata de ocultar cualquier cosa, pero ellos hacen lo mismo un día sí y otro también para contentar a sus amigos o a cualquier persona con un poco de influencia. Y todavía no he terminado. Sigo en el caso. Y volveré a hacer lo mismo si tengo que hacerlo."

La peculiar forma de escribir de Raymond Chandler se adapta como un guante a las características de su personaje. Las descripciones de Chandler son tan metafóricas como irónicas y tienen un punto cinematográfico que ayuda muchísimo al lector a ubicarse en cada uno de los escenarios. Unos escenarios poblados de lo peor de la sociedad: chantajistas, gangsters de poca monta, asesinos de sangre fría y caliente... Una respetable librería puede ser la tapadera de un sórdido negocio de pornografía dedicado a extorsionar a mujeres. Da la impresión de que Marlowe se mueve por una ciudad en blanco y negro con una infinita gama de grises. 

El moverse constantemente por estos ambientes ha hecho de Marlowe un tipo cínico y fatalista: sabe que en cualquier momento puede acabar tirado en un callejón con un tiro en la cabeza, por lo que no le importa beber a cualquier hora del día o de la noche. Él es perfectamente consciente de que se la juega por unas tarifas irrisorias, que le permiten mantener un pequeño despacho-apartamento en el centro de la ciudad, pero sería incapaz de vivir de otro modo, lo que hace de él un tipo absolutamente desesperanzado, alguien que simplemente vive al día. En realidad en El sueño eterno el detective actúa como un nexo entre el mundo de riqueza de los Sternwood y el mundo del hampa con el que flirtean las dos hijas del patriarca, una especie de empleado de la limpieza para dejar a salvo el buen nombre de la familia. 

La adaptación cinematográfica de Howard Hawks es un ejemplo modélico de cine negro y un perfecto vehículo de lucimiento para un Humphrey Bogart con un papel que le viene como anillo al dedo, aunque sea un poco más bajo que el Marlowe literario (se hace una pequeña broma con eso al principio de la película). El Marlowe de Bogart es una especie de precedente de James Bond en el sentido de que es capaz de seducir a toda mujer que se encuentra en su camino sin proponérselo, incluso cuando se muestra grosero y cínico con ellas. A diferencia de lo que sucede en la novela, la presencia de Lauren Bacall interpretando a Vivian Sternwood, hace que el personaje viva una historia de amor con Marlowe, aunque quizá intuyamos que es un romance entre dos personas antagónicas y, por lo tanto, destinado al fracaso. Uno de los pequeños defectos de la película es la trama. Sin haber leído la novela es difícil de seguir, debido a la rapidez en la que se suceden los acontecimientos y la abundancia de personajes, pero en realidad eso es lo que menos importa: la obra de Hawks es disfrutable ante todo por el halo mítico de todas y cada una de sus escenas. Una película ciertamente irrepetible y a la que cualquier cinéfilo ha de volver con frecuencia. 

martes, 11 de mayo de 2021

GUARIDAS DEL LOBO. MEMORIAS DE LA EUROPA AUTORITARIA 1945-2020 (2021), DE XOSÉ NUÑEZ SEIXAS. LOS LUGARES DEL DICTADOR.

Dejo aquí enlace a mi último artículo publicado en El placer de la lectura:

https://elplacerdelalectura.com/2021/05/guaridas-del-lobo-memorias-de-la-europa-autoritaria-1945-2020-de-xose-m-nunez-seixas.html

CÓMO LEER Y POR QUÉ (2000), DE HAROLD BLOOM. APOTEOSIS DE LA LITERATURA.

La lectura es una actividad solitaria. Puede que después podamos comentar el libro que acabamos de leer con alguien o incluso, los más afortunados, en el seno de su club de lectura. Pero mientras pasamos los ojos por las palabras escritas en el interior del volumen que sostenemos con nuestras manos, somos nosotros en solitario los que emprendemos el viaje que nos propone el texto, los que sentimos placer o nos aburrimos soberanamente y los que sacamos provecho de la sabiduría de las páginas a las que acabamos de acercarnos. En este sentido muchos pueden considerar pasar horas leyendo como una manifestación de egoísmo, pues mientras lo hacemos no atendemos a los demás, desaparecemos del mundo físico para entrar en uno espiritual que a veces nos encandila más que el cotidiano. Afortunadamente pocos llegan al extremo de don Quijote, que transformó su existencia para acomodarla a sus fantasías literarias. La mayoría de los grandes lectores que conozco son la gente más lúcida a la que tengo el placer de tratar. Lo más habitual es trasladar las enseñanzas de los libros a la vida. Así se construye el progreso, tanto individual como social:

"Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad porque, al menos según mi experiencia, es el más saludable desde un punto de vista espiritual. Hace que uno se relacione con la alteridad y por eso alivia la soledad. Leemos no sólo porque nos es imposible conocer a toda la gente que quisiéramos, sino porque la amistad es vulnerable y puede menguar o desaparecer, vencida por el espacio, el tiempo, la falta de comprensión y todas las aflicciones de la vida familiar y pasional."

Al igual que ya hizo en El canon occidental, Bloom selecciona en Cómo leer y por qué ejemplo señeros de la historia de la literatura, esos libros que, según decía Italo Calvino, nunca dejan de decir lo que tienen que decir. Harold Bloom fue uno de los grandes sabios de nuestro tiempo y eso lo captamos enseguida a través de la apabullante erudición que despliega en cada uno de sus capítulos, aunque sin resultar jamás pedante. Aunque lo hace desde un punto de vista académico, se nota que la ambición del crítico estadounidense es transmitir su entusiasmo por la literatura, comenzando por su veneración a Shakespeare un autor que condensa toda la sabiduría de lo que significa ser humano. Según Bloom, Cervantes es el único autor que puede estar a su altura. Como lector, recibo nuevas interpretaciones de algunas de mis obras favoritas: Don Quijote, Hamlet, Crimen y castigo y La montaña mágica y estímulos para emprender la tarea de acercarme a otras - la tarea de lector jamás tiene una meta - que me esperan desde hace años, incluyendo la poesía, mi gran asignatura pendiente. 

jueves, 6 de mayo de 2021

UN AMOR (2020), DE SARA MESA. DESOLACIÓN E INCOMUNICACIÓN.

Nat, la protagonista de Un amor, es una de esas mujeres de mediana edad que pertenecen de pleno derecho a eso que se ha dado en llamar precariado. Aunque hasta hace poco tenía un buen empleo, lo perdió por haber cometido un pequeño hurto. Ni ella misma comprende porque llevó a cabo esa acción sin sentido, pero lo cierto es que le ha llevado a buscar el alquiler más barato que pudiera encontrar e instalarse en una remota pedanía rural, un lugar desolado de casas dispersas. Allí va a intentar concentrarse en su nueva ocupación como traductora, mientras intenta   adaptarse a la vida en un lugar que se presenta un tanto hostil para quien está acostumbrada a la gran ciudad. Además, Nat es una mujer sola y eso llama la atención en un sitio como aquel.

Para empezar, su casero es un ser mezquino que se niega a arreglar los abundantes desperfectos de la casa y, cuando se decide a hacerlo, es capaz de entrar en la misma sin permiso de la moradora, como subrayando su superioridad como propietario y como hombre. El resto de los vecinos de La Escapa están más o menos adaptados a esta forma de vida semi solitaria en la que el tiempo pasa lento y aburrido. Nat no tiene mucho interés en relacionarse con nadie, pero al final acabará entablando una relación sentimental que comienza de una manera moralmente ambigua y termina a raíz de un ataque de celos de la protagonista, que acaba comportándose de una manera totalmente tóxica, quizá influida por el ambiente malsano - al menos lo es para ella - en el que se ha obligado a habitar. 

En todo momento Nat se siente como un personaje fuera de lugar, incapaz de adaptarse de manera plena a un medio que le es hostil de muchas maneras distintas. Hasta educar al perro que le lleva el casero y conseguir que el animal le tenga un poco de afecto va a convertirse en una tarea hercúlea. La casa, que es casi otro personaje de la novela, tampoco se va a mostrar compasiva con la protagonista y no le va a permitir vivir con un mínimo de tranquilidad: los insectos, las humedades, las goteras y electrodomésticos que no funcionan bien se conjuran para que su bienestar dependa de la voluntad de su brutal casero, del que acaba temiendo que se atreva a agredirla sexualmente. Al final su impotencia deriva en pasividad. Sabe que en el fondo está sola y que no posee muchos medios económicos, por lo que no cuenta con la fuerza de voluntad necesaria para exigir sus derechos. Esto denota en el fondo una pobre autoestima por parte del personaje.

Un amor puede dar en principio da la impresión de novela costumbrista, pero pronto deriva en una narración de carácter psicológico. Nat, que parece no tener familia ni pasado, más allá del episodio laboral que conocemos, está sola en un lugar cuyas reglas no comprende, cuya realidad se convierte a veces en poco menos que pesadillesca. El título puede llevar a equívoco: la obra de Sara Mesa es todo lo contrario a una novela romántica. Se trata de una narración excelentemente escrita cuya cualidad más destacada es la ambigüedad moral que impregna todo el relato. Se trata de una historia de exilio exterior e interior que es capaz de mantener en todo momento el interés del lector. Yo la he leído de una sola sentada.

martes, 4 de mayo de 2021

HAPPYCRACIA (2018), DE EDGAR CABANAS Y EVA ILLOUZ. CÓMO LA CIENCIA Y LA INDUSTRIA DE LA FELICIDAD CONTROLAN NUESTRAS VIDAS.

Hace quince años se estrenó en los cines En busca de la felicidad, una película protagonizada por Will Smith, que contaba la historia de Christopher Gadner, un hombre que partiendo de una situación de miseria y desesperación absolutas - sin trabajo, sin casa, abandonado por su mujer y al cuidado de su hijo - consiguió hacer realidad su sueño: convertirse en una de las personas más influyentes de Wall Street. ¿Y cómo consiguió tal hazaña? Pues simplemente luchando y haciendo uso de la fuerza de optimismo individualista inusitado. Para los promotores de la industria de la felicidad, Christopher Gadner, que es un personaje real, es el resumen del sueño americano, la constatación de que cualquiera puede realizar sus metas con solo desearlo. La moraleja que se quiere hacer llegar al público en general es que el éxito individual es solo responsabilidad de uno mismo, que solo depende de esforzarse lo suficiente y creer que es posible llegar a dónde nos hayamos propuesto. Como es lógico, ni el Estado, ni la sociedad ni las crisis económicas tienen responsabilidad en tus fracasos. Únicamente tú mismo.

En los últimos años muchos psicólogos norteamericanos se han esforzado en otorgar una cédula de respetabilidad a esta pseudociencia. Esto quiere decir que cualquier persona, aunque esté mentalmente sana, puede hacerse acreedora de sus servicios, puesto que, según ellos, se puede aprender a ser feliz. Un cuando uno es ya feliz, se puede seguir aprendiendo a aumentar la felicidad personal. Esto, que tan bien suena sobre el papel, que tanta motivación parece regalar a cualquier ciudadano, tiene un reverso oscuro que ya hemos sugerido: deja la entera responsabilidad de la construcción de esa vida ideal al ciudadano, convirtiéndose en un poderoso instrumento de la ideología ultraliberal:

"Aparentemente, la desigualdad social ya no va acompañada de resentimiento sino de una especie de «factor de esperanza» en virtud del cual el éxito de los más favorecidos se percibiría como un incentivo de mejora social y económica por parte de los que lo son menos. En este sentido, nuevos estudios apuntan en la dirección de que cuanto mayores son las desigualdades, más felices parecen ser los ciudadanos, ya que más expectativas de mejora social y económica se abren ante ellos."

En esta nueva realidad, el trabajo asalariado pasa a convertirse en una cuestión de proyectos personales, de creatividad y de emprendimiento, es decir, de precariedad para quienes no tienen capacidad de venderse en un mercado cada vez más competitivo y de reciclarse cada vez que es necesario, así como para quienes no cuentan con fondos para invertir en su formación. La fuerza laboral de antaño pasa a convertirse en capital humano. Esta filosofía acaba trasladándose a todos los aspectos de la vida cotidiana: también la búsqueda de pareja se transforma en una cuestión de saber venderse en las redes sociales o la salud en una cuestión de hábitos de vida, en una responsabilidad del propio individuo, en suma. 

La búsqueda de la felicidad a toda costa acaba siendo una carrera de autoculpabilización y continua ansiedad. Todo conspira para enseñarnos que el resto son triunfadores y nosotros nos hemos quedado atrás, porque no hemos sido capaces de hacer uso de nuestra fuerza interior. Hoy ya es casi obligatorio mostrar nuestra felicidad en las redes sociales, para probar ante los demás que no somos unos fracasados. Los problemas de cualquier índole quedan para el ámbito más íntimo y no deben ser mostrados, solo superados a base de voluntad. Libros y más libros de autoayuda, conferencias y vídeos de Youtube nos machacan con el mismo mensaje, que es aceptado sin rechistar por cualquiera que no quiera mostrarse ante los demás como un incapaz. Esto consigue que en las crisis económicas como la del 2008 el número de emprendedores se multiplique, no porque de pronto a la gente le germine mágicamente una vena empresarial, sino porque la situación no les deja otra salida, lo cual contribuye a hundir aún más a la mayoría de ellos, que comienzan un proyecto sin tener mucha idea de las implicaciones de su decisión.

Últimamente, ante esta nueva crisis que llama con insistencia a nuestra puerta, el gobierno ha adoptado en su discurso el término resiliencia, es decir, la capacidad individual de sobreponerse a situaciones difíciles. Aunque en principio parece que estas alocuciones están dirigidas a la sociedad en su conjunto, para salir juntos del momento difícil, no es descartable que se acabe transformando en una apelación a la responsabilidad individual cuando los recursos del Estado no den más de sí y haya que empezar a pagar la factura del enorme déficit que estamos generando. Los próximos meses serán cruciales para observar si los Estados tiran por el camino fácil del discurso positivo y motivador o si verdaderamente desarrollan planes para ayudar a quienes peor lo están pasando, organizando esa poderosa maquinaria que es la administración en favor de los mismos. Como ya sucedió con Sonríe o muere, de Barbara Ehrenreich, Happycracia se erige como un valioso libro-denuncia acerca de unas doctrinas prácticas que, más que buscar la felicidad del ciudadano, estimulan aún más sus niveles de ansiedad ante situaciones difíciles de las que ellos no son responsables.