viernes, 16 de abril de 2021

LA CORTE DE CARLOS IV (1873), DE BENITO PÉREZ GALDÓS. INTRIGAS PALACIEGAS.

En La corte de Carlos IV volvemos a encontrar al joven protagonista de Trafalgar hablándonos en primera persona. Gabriel de Araceli ha viajado a Madrid y se ha colocado como sirviente de una actriz. Esto nos da ocasión de asistir al estreno de El sí de las niñas, la obra de Moratín que renovó la escena española y a la vez acercarnos a la vida cotidiana de unos cómicos que podían ser apreciados por el público si caían en gracia, pero que también podían subsistir al borde de la indigencia. La gracia del asunto es que Galdós nos revela que hay ciertos nobles que, aburridos del protocolo y la etiqueta de la Corte, suelen alternar con la gente del teatro, con quienes pueden comportarse de una manera mucho más natural. Esto es lo que va a dar lugar a lo más interesante de la trama: Gabriel va a ser reclamado para servir a una condesa y va a pasar unos días en El Escorial, precisamente en el momento en el que se descubre la conspiración del futuro Fernando VII contra sus padres.

Hay dos personajes que, aunque no aparecen directamente, están permanentemente en el centro de la narración y en las conversaciones de los personajes: Godoy y Napoleón. España, inmediatamente después de la batalla de Trafalgar, estaba viviendo un momento singular en su historia. Ni siquiera se sabía si el emperador francés era amigo o enemigo y los rumores en la calle, algo que recoge la narración galdosiana en abundancia, se fundaban en todo tipo de teorías disparatadas acerca del futuro inmediato de la nación en un momento en el que el ejército de Napoleón penetraba en el país. Curiosamente muchas de estas teorías apuntaban a una conquista conjunta y reparto del reino vecino de Portugal, lo cual a mucha gente le parecía bien. Curiosamente, el ser más lúcido al que escucha el protagonista no es un noble, ni siquiera un intelectual. Es un trabajador iletrado que cuenta con un particular olfato para intuir dónde van a ir los tiros en los asuntos políticos, ya que la política la hacen los hombres:

"Esa gente de arriba es muy ambiciosa y hablando mucho del bien del reino, lo que quiere es mandar; tenlo presente. Yo, aunque no me han enseñado a leer ni a escribir tengo mi gramática parda, sé conocer a los hombres, y aunque parece que somos bobos  y nos tragamos todo lo que nos dicen, ello es que a veces columbramos la verdad mejor que otros muy sabiondos, y vemos clarito lo que ha de venir. Por eso te digo que veremos cosas gordas, muy gordas; y si no, acuérdate de lo que te digo."

El otro personaje lúcido y positivo es Inés, la joven con la que se va a relacionar la protagonista, que trata de combatir con un poco de realismo los sueños de grandeza de Gabriel, alguien con altas aspiraciones basadas en un caduco sentido del honor. Aunque es inferior a su predecesora, Trafalgar, ya que aquí Galdós se va decantando un poco por el estilo folletinesco, La corte de Carlos IV ofrece un interesantísimo retrato de un momento crucial en nuestra historia, el instante en el que el país se encontraba en una peligrosa encrucijada en la que finalmente se tomó el peor de los caminos posibles. 

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