domingo, 31 de enero de 2021

EL PROBLEMA DE LOS TRES CUERPOS (2006), DE LIU CIXIN. GUERRA SECRETA.

Una de las especulaciones más clásicas de la literatura de ciencia ficción es la de la posibilidad de la existencia de vida extraterrestre. Desde las soluciones más catastróficas a las más pacifistas, estas historias tienen todos los ingredientes para estimular la fascinación del lector, sobre todo si la novela comienza en la China Comunista de Mao y termina en la actualidad (esta primera parte), frente a la incertidumbre de una invasión de seres de otro planeta que se producirá dentro de cuatro siglos y medio, con la peculiaridad de que es nuestra tecnología la que ha tomado la iniciativa de comunicarse con ellos. Así lo explica el propio autor en el epílogo:

"El milagro de la ciencia ficción es que puede, en un determinado mundo hipotético, convertir lo que es malvado y oscuro en algo virtuoso y brillante, y viceversa.

Este libro y sus secuelas intentan hacer justamente esto. No obstante, por muchas vueltas que la imaginación consiga darle a la realidad, esta siempre permanece.

Creo que la inteligencia extraterrestre será la mayor fuente de incertidumbre para el futuro de la humanidad. Otros grandes sucesos, como el cambio climático y los desastres ecológicos, tienen una progresión conocida y unos periodos de ajuste, pero el contacto entre la humanidad y los alienígenas puede ocurrir en cualquier momento. Es posible que en diez mil años el cielo estrellado que ven los humanos permanezca silencioso y vacío; pero mañana mismo también podríamos encontrarnos con una nave del tamaño de la Luna aparcada en órbita en torno a nosotros. La aparición de inteligencia extraterrestre forzará a la humanidad a confrontarse finalmente con el Otro. Nunca antes ha conocido a un igual externo. La aparición de este Otro, o el mero conocimiento de su existencia, producirá un impacto absolutamente imprevisible en nuestra civilización."

Porque ha sido desde una base secreta china desde donde se ha establecido contacto. Y la responsable de tal logro, sin precedentes en la historia, es una científica, Ye Wenjie, que cuenta con motivos más que sobrados para odiar al Régimen comunista: su padre fue asesinado de la manera más ignominiosa durante la Revolución Cultural cuando ella era una joven estudiante, así que no le importa universalizar sus sentimientos al resto de la Humanidad, invitando a la raza extraterrestre de los habitantes del planeta Trisolaris a que nos colonicen con el fin de ayudarnos a enderezar el rumbo de nuestro planeta, amenazado desde siempre por guerras y destrucción. 

Respecto a esta premisa, debería suponerse que los extraterrestres, al poseer una tecnología muy superior a la nuestra, serán seres moralmente muy por encima de nosotros, aunque eso se demostrará como una gran falacia: el único interés de los trisolarianos es abandonar su mundo, sometido a una gran inestabilidad climática y geológica debido a la influencia de tres cercanos cuerpos solares y establecerse en un planeta estable. En este sentido, la Tierra se dibuja para ellos como un gran paraíso que hay que conquistar, asegurándose primero que la tecnología humana no avance lo suficiente, en los siglos que faltan para su llegada, como para que seamos capaces de defendernos. Para ello contarán con la ayuda de un numeroso grupo de humanos - formado sobre todo, curiosamente, por miembros de clase social alta - que actuarán como una auténtica quinta columna, facilitando las cosas al futuro invasor.

El problema de los tres cuerpos es una novela muy inteligente, pues sabe jugar muy bien sus cartas en una trama que puede resultar clásica, pero que al final resulta muy original al añadir Cixin numerosos ingredientes científicos, filosóficos y morales a su compleja trama, una trama que puede presentar alguna fisura - la comprensión casi inmediata del lenguaje y las inquietudes de dos culturas tan lejanas - pero que por lo demás resulta bastante verosímil dentro de la propia lógica de la literatura especulativa. En cualquier caso, deja al lector con muchas ganas de acercarse al resto de la trilogía.

sábado, 23 de enero de 2021

TODO FLUYE (1970), DE VASILI GROSSMAN. EXAMEN DE CONCIENCIA.

En un tren que recorre la Unión Soviética en la que acaba de fallecer Stalin viajan varios pasajeros. Juegan a las cartas, conversan entre ellos e intentan disfrutar de la tregua que ofrece el viaje a sus penosas responsabilidades administrativas. Como compañero de vagón encontramos a un viejecito discreto, que apenas habla y parece ensimismado en sus pensamientos. En realidad Iván Grigórievich es el que más tendría que contar a sus compañeros de viaje. Después de pasar una vida en el Gulag, vuelve a su antigua existencia sabiendo que todo lo que conoció en su juventud ha sido destruido o transformado, incluido el amor que dejó atrás. La muerte del tirano ha interrumpido "el gigantesco sistema de entusiasmo mecanizado, de ira y de amor popular decretado por orden de los Comités regionales del Partido", haciendo que la mayoría de la gente se despierte como de una enorme pesadilla.

La aparición repentina de Iván es como la aparición de un fantasma para quienes le conocieron, para los que intentaron adaptarse a las durísimas condiciones del régimen de Stalin mirando hacia otro lado cuando éste emprendía sus arbitrarias detenciones de presuntos disidentes. Se trata de un fantasma incómodo, que les recuerda que no han vivido una vida pura, que tienen mucho que reprocharse, que no han sido capaces de expresar las propias ideas con la valentía y llaneza con las que las expresó Iván en los días de su juventud, un amante de la libertad que está dispuesto a perder la suya durante prácticamente toda su existencia con tal de no traicionarse a sí mismo:

"Por enormes que sean los rascacielos y potentes los cañones, por ilimitado que sea el poder del Estado e imponentes los imperios, todo eso no es más que humo y niebla que desaparecerá. Lo que permanece, se desarrolla y vive es sólo una verdadera fuerza, que consiste en una sola cosa: la libertad. Vivir significa ser un hombre libre. No todo lo real es racional. Todo lo que es inhumano es absurdo e inútil.

A Iván Grigórievich no le sorprendía que la palabra «libertad» estuviese en sus labios cuando, de estudiante, fue a parar a Siberia, que la palabra viviese en él y que ahora tampoco hubiese desaparecido de su cabeza."

Lo cierto es que el anciano Iván Grigórievich llega a la conclusión de que necesita pasar sus últimos años en paz y tranquilidad, por lo que termina alejándose de los escenarios de su juventud cuando advierte que ni siquiera puede reprocharle nada al hombre que le delató, al que llega a encontrarse casualmente. Lo único que le quedan son sus experiencias y a esto se dedica la última parte de Todo fluye. De novela, se transforma en una especie de ensayo, pero este cambio no molesta en absoluto al lector, porque Grossman le otorga un sentido explicativo, una especie de resumen del horroroso sistema de delación y culpa que dominó durante décadas la vida de los rusos, muchas de las cuales fueron a caer en el pozo de los campos de concentración de los que numerosas almas jamás volvían. La culpabilidad y la inocencia eran conceptos relativos. Casi mejor era ser culpable de algo, puesto que muchos inocentes se hundían cuando comprendían que las esperanzas de que algún tribunal revisara su caso eran completamente vanas. Todo fluye carece de la ambición y grandeza de Vida y destino, pero es también una obra maestra, en cuanto que nos hace comprender a la perfección los sentimientos más íntimos de un hombre que fluyen de la inmensa tragedia desencadenada por unos de los regímenes más nocivos que ha conocido la humanidad. 

sábado, 9 de enero de 2021

EL FIN DEL AMOR (2018), DE EVA ILLOUZ. UNA SOCIOLOGÍA DE LAS RELACIONES NEGATIVAS.

 

Si comparamos la vida sentimental del ciudadano medio con la de nuestros equivalentes de hace solo unas décadas, podemos deducir que la diferencia de valores es abismal. La opción casi exclusiva por el matrimonio religioso, por amor y para toda la vida se ha transformado para  muchos en un auge de libertad sexual en un sentido absoluto, de una búsqueda permanente de nuevas experiencias sexuales y amorosas que es fomentada por el nuevo capitalismo tecnológico. Se trata de una revolución equivalente a la que se produjo en las naciones ilustradas a finales del siglo XVIII, cuando empezó a ponerse en cuestión el concepto tradicional de matrimonio - una institución regulada por la conveniencia de las familias de ambos cónyuges - para dar paso a las relaciones basadas exclusivamente en la libre elección amorosa de los individuos, influida por novelas como Julia, o la nueva Eloísa, de Jean-Jacques Rousseau. 

Así pues, en el siglo XXI las relaciones de pareja han pasado a ser un ámbito muy provechoso de la economía de consumo. Si hasta hace un cuarto de siglo las posibilidades de elección se circunscribían prácticamente al ámbito del propio barrio, la propia localidad o los lugares de trabajo, las nuevas aplicaciones informáticas han abierto el campo de elección hasta casi el infinito. El mercado de encuentros sexuales esporádicos entre desconocidos (algo que siempre ha sucedido, pero de manera marginal), se ha convertido en uno de los estímulos más poderosos para la vida emocional de muchas personas. Los tradicionales ritos de cortejo se dejan atrás en favor de la atracción física inmediata que es prácticamente lo único valorable en estos encuentros. Para muchos, esta forma de vida, siempre anhelando nuevas emociones, se acaba transformando en una fastidiosa rutina y se anhelan relaciones más estables. 

Pero establecer un enlace más duradero en el ámbito amoroso no resulta tarea fácil en estas circunstancias. La fácil e inmediata posibilidad de acceder a otras experiencias es una permanente espada de Damocles en muchas relaciones y el divorcio, en la mayoría de los países de occidente es un derecho que apenas establece condiciones para su utilización. Los traumas del pasado, que eran los derivados de tener que soportar relaciones para toda la vida con gente que podía descubrirse como totalmente incompatible con el propio carácter o con auténticos maltratadores físicos y psicológicos, se transforma ahora en el trauma de la ruptura fácil de los vínculos, algo que desgraciadamente también afecta a los hijos. Para muchos es una incertidumbre permanente y angustiante. Para otros, se trata de una garantía de ejercicio de una libertad incontestable, sobre todo en una sociedad que se ha vuelto mucho más exigente y cuyos miembros toleran cada vez menos la más mínima frustración en lo que ellos creen que se merecen

El capitalismo se ha hecho rápidamente eco de esta nueva situación y ha abierto nuevos mercados que tratan de empoderar a los consumidores a través de la mejora de sus habilidades y atractivo sexual a través de gimnasios, moda, cosméticos y cirugía estética. El valor absoluto en el nuevo mercado de las relaciones es la belleza física, la capacidad de seducir al otro de la manera más inmediata posible. También todo esto da lugar a relaciones interesadas, en las que el atractivo físico se intercambia por bienes materiales, aunque la diferencia de edad y belleza e incluso inteligencia entre estas parejas sea ostensible. Este testimonio (si se le puede llamar así) de una bloguera se repite como un patrón de deseo, quizá demasiado superficial, en ciertas jóvenes:

"¿Realmente podría ser feliz junto a un hombre con edad como para ser mi padre? ¡Sí, sí y sí! Es que, ¿saben?, para mí eso de estar meticulosamente arreglada y fabulosa a toda hora dista de ser un sacrificio. Amo combinar la ropa que me pongo, hacerme manicuras/pedicuras y, por encima de todo, ir de compras. Amo todas estas cosas con o sin el beneficio de conocer a hombres ricos (preferiblemente con). Verme espléndida me da un subidón porque soy perfeccionista hasta la médula y no me conformo con menos. Además, si estuviera casada con un hombre rico me cuidaría igual que ahora (...). La mujer que ves caminando por la calle es una obra de arte. Hay mucho trabajo de mantenimiento - manicuras, pedicuras, cortes de pelo, depilación con cera o con pinza, platinado y COMPRAS - en esa obra de arte. El arte refleja tu estilo de vida y tu estatus. Si lo que quieres es un trofeo, tienes que estar dispuesto a pagar el precio."

Por supuesto, esta actitud no es representativa de la mayoría de las jóvenes, que anhelan más bien ser personas independientes y capaces de ganarse la vida por sí misma, pero si refleja parte de la superficialidad en la que han derivado las relaciones amorosas y el desarrollo de egos desmesurados que proporcionan los likes en las redes sociales. La posibilidad de ir saltando de un romance a otro, de seducir a muchos y despertar el deseo en muchos otros, es una especie de fin en sí mismo, una especie de validación frente a uno mismo y frente a los semejantes de la propia habilidad amorosa: una persona que se mantenga virgen, sobre todo si es de manera involuntaria, tiene escasas posibilidades en este mercado despiadado:

"(...) la reducción de opciones conduce a un proceso de valoración, o bien, por expresarlo de otra manera, que la abundancia promueve la devaluación, porque, en una situación de abundancia, es más factible que los objetos y las personas se vuelvan intercambiables y, por ende, reducibles a su valor monetario abstracto."

A todos estos ingredientes, hay que añadir un factor muy poderoso a la hora de alimentar esta realidad social: la inestabilidad laboral, una realidad que hace que las relaciones se resientan, pues no solo se trata ya de la falta de trabajo, sino que en muchos de los existen los horarios irregulares y los sueldos escasos socavan las relaciones al traer continuos problemas de orden material a las mismas. Todo este análisis lo realiza Eva Illouz, una de las sociólogas más destacadas de nuestro tiempo, de manera magistralmente objetiva, acordándose también en las últimas páginas de las novelas de Michel Houellebecq y de los que se consideran a sí mismos los grandes perdedores de estas nuevas reglas de juego, los autodenominados incels, célibes involuntarios que no son capaces de competir en este mercado debido a su físico poco atractivo o a su timidez. Desde luego, El fin del amor, acierta plenamente al plantear de una manera científica uno de los grandes debates sociológicos del siglo XXI.